Martillo habia sido el primer paso de una invasion interestelar, o parte de un programa para turistas de otros mundos. Aquellos brazos pequenos, la larga boca abierta, inmovilizada por la muerte, el cuerpo abombado como una botella de Chianti...

—Por todos los diablos —dijo al fin—. Es un canguro.

—Pues yo nunca he visto un canguro asi —dijo White con un leve tono despectivo.

—Digo que es un canguro.

—Pero...

—?Acaso publica tu periodico fotos de animales que llevan dos semanas muertos? El mio nunca. Es un canguro muerto. Por eso tiene ese aspecto tan curioso.

Jacob Vinge se habia acercado al animal.

—No tiene bolsa —dijo—. Los canguros tienen bolsas en la barriga.

—Puede que sea un macho —sugirio Deke Wilson—, pero tampoco le veo los testiculos. ?Tienen los canguros sus genitales al aire? Oh, esto es estupido. ?De donde vendria? No hay ningun zoo cerca de aqui.

Johnny Baker hizo un gesto de asentimiento.

—El zoo del parque Griffith. El terremoto debio romper algunas jaulas. Vete a saber como este pobre bicho llego tan al norte antes de ahogarse o morir de hambre. Mirenlo de cerca, caballeros, nunca veran otro igual...

Rick dejo de escuchar. Se aparto del grupo y miro a su alrededor. Tenia ganas de gritar.

El dia anterior llegaron al alba. Trabajaron todo el dia, y el siguiente, y ahora debia estar proxima la puesta de sol. Ninguno de ellos habia comentado siquiera lo que podia haber ocurrido alli, pero era bastante evidente. Montones de clientes debieron quedar atrapados cuando las primeras lluvias torrenciales anegaron sus coches. Esperaron en el supermercado a que cesara la lluvia, esperaron a que les rescataran, esperaron hasta que el agua subio y subio. Al final las puertas electricas no funcionaron. Algunos debieron salir por la parte trasera, para ahogarse en el exterior.

En el supermercado habia estantes semivacios, y en el agua flotaban mazorcas de maiz, botellas vacias, pieles de naranja y rebanadas de pan medio comidas. No habian muerto de hambre... pero habian muerto, pues sus cadaveres flotaban por todas partes en el supermercado y el aparcamiento inundado. Cadaveres a docenas, la mayoria de mujeres, pero tambien los habia de hombres y ninos, meciendose suavemente entre los coches sumergidos.

—?Estais...? —susurro Rick. Inclino la cabeza, se aclaro la garganta y grito—: ?Estais locos? —Los demas se volvieron, sorprendidos y airados—. ?Si quereis ver cadaveres mirad a vuestro alrededor! Aqui —su mano rozo un vestido estampado manchado y putrefacto—. Y alli —senalo el cuerpo de un nino tan cerca de Deke que podria tocarlo—. Y alli —indico un rostro laxo tras el parabrisas del autobus—. ?Podeis mirar a alguna parte sin ver a alguien muerto? ?Por que os amontonais como chacales alrededor de un canguro muerto?

—?Callate de una vez! —exclamo Kevin Murray, con los punos cerrados a los costados y los nudillos blancos. Pero no se movio y, al cabo de un rato, aparto la mirada de Rick. Los demas le imitaron.

Todos menos Jacob Vinge.

—Nos hemos acostumbrado —dijo con un temblor en la voz—. Eso es todo. ?Teniamos que acostumbrarnos, maldita sea!

La corriente cambio ligeramente de direccion. El canguro, o lo que fuera, se aparto del autobus y empezo a alejarse.

En otro tiempo, el jeep de Wagoner fue de un brillante color anaranjado con una cenefa blanca. Ahora estaba cubierto de pintura marron y verde, formando un camuflaje. Dos hombres uniformados se sentaban en la parte delantera, con los rifles erectos entre sus rodillas.

Alim Nassor y el sargento Hooker se sentaban detras. Hablaban poco mientras el vehiculo se abria paso a traves de campos embarrados y almendrales en ruinas. Cuando llegaron al campamento, los centinelas saludaron, y mientras el Wagoneer se detenia el conductor y los guardias saltaron de el para abrir las puertas traseras. Alim hizo un gesto de agradecimiento al conductor. Hooker no parecio percatarse de los hombres. Nassor y Hooker se dirigieron a una tienda de campana en un lado del campamento. Era una tienda nueva, procedente de un almacen de articulos deportivos, de nailon verde con postes de aluminio, y perfectamente impermeable. Un brasero de carbon mantenia el interior seco y calido. Una tetera bullia encima de las brasas, y una muchacha blanca esperaba para servir te caliente mientras los dos hombres se acomodaban en sillas plegables. Una vez servido el te, Hooker hizo un gesto para que la muchacha se marchara. Los guardias del exterior se situaron a una distancia desde donde no podian escuchar la conversacion.

Cuando salio la chica, el sargento Hooker sonrio ampliamente.

—Que buena vida, Cacahuete.

La sonrisa de Nassor se desvanecio al oir aquel apelativo.

—?Por el amor de Dios, no me llames eso!

—De acuerdo. Aqui no nos oye nadie.

—Si, pero podrias olvidarte.

Alim se estremecio. No le habian llamado Cacahuete desde que estaba en octavo grado, cuando estudiaron la vida de George Washington Carver, e inevitablemente el nombre fue adjudicado a George Washington Carver Davis hasta que el termino con el asunto a fuerza de punetazos y empotrando una hoja de afeitar en una pastilla de jabon...

—No se encuentra gran cosa por ahi —dijo Hooker. Tomo un sorbo de te, cuyo calorcillo era gratificante.

—No.

De su expedicion exploratoria no salio nada de lo que habian esperado, excepto durante una pausa de la lluvia, cuando vieron que las cumbres de la Sierra Alta estaban nevadas. ?Nieve en agosto! Nassor se habia asustado, aunque Hooker decia que a veces habia nevado en la Sierra Alta, antes del martes fatidico en que llego el cometa.

Ambos hombres se sentian incomodos, a pesar del te caliente y el calor de la tienda, a pesar del lujo de estar secos, porque tenian muchas cosas de las que hablar y ninguno de ellos queria empezar. Ambos sabian que pronto deberian elegir. Su campamento estaba demasiado cercano a las ruinas de lo que habia sido Bakersfield. Entre las cenizas y la destruccion de la ciudad habia mucha gente que podria unirse, mas que suficiente para presentarse alli y terminar con Nassor y Hooker. Todavia no se habian organizado. Los supervivientes vivian en grupos pequenos, desconfiaban unos de otros, se peleaban por restos de comida abandonada en los supermercados y almacenes, los restos que Hooker y Nassor habian dejado.

La situacion era simple: juntos, Alim y Hooker tenian suficientes hombres y municiones para librar una buena batalla. Si la ganaban, tendrian lo suficiente para resistir. Si la perdian, estarian acabados. Y habian desvalijado aquella region. Tendrian que marcharse, pero ?adonde?

—Maldita lluvia —musito Hooker.

Alim tomo un sorbo de te y asintio. Ojala cesara la lluvia. Si Bakersfield se secaba no habria problema. Solo tendrian que esperar un buen dia con fuertes vientos, y siempre los habia, y quemar toda la maldita ciudad. Bastaria un centenar de incendios bien situados, y una tormenta de fuego barreria la ciudad sin dejar rastro detras. Bakersfield ya no seria una amenaza.

Y las lluvias iban remitiendo poco a poco. El dia anterior habian tenido una hora de sol. Hoy el sol casi se mostraba entre las nubes y aun no era mediodia.

—Disponemos de seis dias —dijo Hooker—. Luego empezaremos a pasar hambre. Si hay bastante hambre, encontraremos algo que comer, pero...

No termino la frase. No era necesario. Alim se estremecio. El sargento Hooker vio la expresion de Alim y su boca se torcio en un gesto de desprecio.

—Tu tambien lo haras —dijo Hooker.

—Lo se.

El recuerdo volvio a hacerle estremecer. Recordo el granjero al que Hooker habia abatido, los olores del cocido, el reparto de las porciones del hombre. Todo el mundo en el campamento tomo un cuenco de sopa, y Hooker vigilo que nadie se quedara sin comer. Aquel horrendo ritual era lo que mantenia al grupo unido. Alim tuvo que disparar a uno de los hermanos que no quiso comer. Y a Mabe. Al final lo hizo. Su festin ritual le permitio matar a Mabe y desembarazarse de aquel pendon perturbador. Mabe se nego a comer.

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