Se le unieron los gritos de otros. Alim y Hooker salieron de la tienda.

—?Que ocurre?

—?Cabo de guardia, puesto numero cuatro! —grito alguien.

—?Vamos! —Hooker hizo una senal a los soldados para que tomaran posiciones y luego se dirigio al centinela que habia gritado.

—?No temais, hermanos! —exclamo alguien en medio de la lluvia brumosa—. Os traigo paz y bendiciones.

—El maldito fuego... —dijo Hooker, escudrinando la bruma.

Una aparicion se materializo. Era un hombre con largos cabellos blancos y una larga barba tambien blanca. Llevaba un impermeable que parecia una bata o la sabana de un fantasma. Detras del hombre, en la penumbra, se veian otras figuras.

—?No se mueva de ahi o disparamos! —grito Hooker.

—La paz este con vosotros, hermanos —dijo el hombre. Se volvio hacia sus seguidores—. No temais. Quedaos aqui y yo hablare con estos angeles del Senor.

—Es un loco —dijo Hooker—. Un monton de locos.

Habia visto muchos antes de entonces. Preparo la metralleta. No iba a dejar que aquel tipo se acercara demasiado.

Pero el hombre avanzo con paso firme, sin ningun temor, enfrentandose al arma de Hooker. Y en su mirada no habia la menor senal de amenaza.

—No tiene por que temerme —dijo el hombre.

—?Que quiere? —le pregunto Hooker.

—Hablar con usted. Traerle el mensaje del Senor Dios de los Ejercitos.

—Oh, no me venga con monsergas —dijo Hooker. Su dedo se tenso sobre el gatillo, pero ahora el viejo estaba demasiado cerca. Dos de los hombres de Hooker estaban demasiado proximos a la linea de fuego y Hooker no queria arriesgarse. Y aquel tipo parecia totalmente inofensivo. Tal vez aquello seria divertido. ?Que dano podia haber en dejarle pasar? —Los demas, quedense ahi. Gillings, coja un peloton y registrelos.

—De acuerdo —dijo Gillings.

El hombre del pelo blanco se dirigio directamente al fuego como si estuviera en su casa. Miro la cacerola y a los que estaban alrededor del fuego.

—Regocijaos —les dijo—. Vuestros pecados os son perdonados.

—Vamos, digame que es lo que quiere —le exigio Hooker—. Y no me suelte esa basura sobre los angeles y el Senor. —Solto un bufido y repitio—: Angeles...

—Pero ustedes pueden ser angeles —dijo el hombre—. Han sido salvados del holocausto. El Martillo de Dios ha caido sobre este mundo malvado, y a ustedes no les ha alcanzado. ?No quieren saber por que?

—?Quien es usted? —le pregunto Alim Nassor.

—Soy el reverendo Henry Armitage —dijo el hombre—. Un profeta. Lo se, lo se. De momento no parezco demasiado un profeta de Dios. Pero lo soy de todos modos.

Alim penso que el reverendo tenia todo el aspecto de un profeta, con su barba y el cabello blanco, con aquel impermeable largo y holgado y su mirada brillante.

—Se quienes sois, hermanos —dijo Armitage—. Se lo que habeis hecho y que eso abruma vuestros corazones. Habeis cometido toda clase de pecados. Habeis comido alimentos prohibidos. Pero el Dios de los Ejercitos os perdonara, pues El os ha salvado para que cumplais su voluntad. ?Sereis sus angeles y nada os estara prohibido!

—Esta usted loco —dijo Hooker.

—?Usted cree? —Armitage se rio entre dientes—. Entonces puede escucharme como diversion. Sin duda un loco no puede hacerle dano, y tal vez dira algo gracioso.

Alim noto que Jackie se aproximaba hasta ponerse a su lado.

—Para algo sirve —dijo Jackie—. ?Os dais cuenta como ha logrado que las hermanas le escuchen? Y nosotros tambien.

Alim se encogio de hombros. Habia algo apremiante en la voz del hombre, y su manera de pasar del tono grandilocuente de un predicador a la conversacion normal era realmente notable. Cuando uno pensaba que estaba chalado, se ponia a hablar como todo el mundo.

—?Cual es esa mision que Dios ha reservado para nosotros? —le pregunto Jackie.

—El Martillo de Dios ha caido para destruir un mundo maligno —dijo Armitage—. Un mundo de maldad. Dios nos dio esta Tierra y sus frutos, y nosotros la hemos llenado de corrupcion. Dividimos a la humanidad en naciones, y dentro de las naciones dividimos a los hombres en ricos y pobres, negros y blancos, y creamos guetos para nuestros hermanos. «Y si un hombre tiene los bienes de este mundo y ve a su hermano en la miseria y no comparte con el lo que tiene, ese hombre no tiene vida». El Senor dio los bienes de este mundo y quienes los tenian no Le conocieron. Amontonaron ladrillo sobre ladrillo, construyeron sus lujosas casas y palacios, cubrieron la Tierra con los vomitos y los hedores de sus fabricas, ?hasta que la misma Tierra fue un hedor en las narices de Dios!

—?Amen! —grito alguien.

—Y por eso su Martillo llego para castigar a los malos —dijo Armitage—. Cayo y los malvados murieron.

—Nosotros no estamos muertos —objeto Alim Nassor.

—Y sin embargo erais malos —respondio Armitage—. ?Pero todos lo fuimos, todos nosotros fuimos malos! El buen Dios Jehova nos tuvo en la palma de Su mano. Nos juzgo y nos hallo en falta. Y, sin embargo, vivimos. ?Por que? ?Por que nos ha salvado?

Ahora Alim guardaba silencio. Queria reir, pero no podia. ?Aquel viejo bastardo loco! Chalado, realmente ido, pero con todo...

—Nos ha salvado para que llevemos a cabo su obra —siguio diciendo Armitage—, para que la completemos. ?Yo no lo comprendia! En mi orgullo crei que sabia. En mi orgullo crei que veia llegar el Dia del Juicio en la manana del Martillo. Y asi era, pero no como yo creia. ?La escritura dice que ningun hombre conoce el dia y la hora del Juicio! Y sin embargo hemos sido juzgados. Pense en esto despues de que cayera el Martillo. Habia esperado ver los angeles del Senor venir a esta Tierra, ver al mismo Rey llegar envuelto en gloria. ?Vano, vano orgullo! Pero ahora conozco la verdad. Me ha salvado, os ha salvado, para que cumplamos Su voluntad, para completar su obra, y solo cuando esa obra se haya realizado vendra El envuelto en gloria.

»?Unios a mi! ?Sed angeles del Senor y haced su obra! Pues el orgullo del hombre no conoce fin. Incluso ahora, hermanos mios, incluso ahora hay quienes traerian de nuevo los males que el Senor Dios ha destruido. Hay quienes volverian a construir de nuevo esas fabricas apestosas, si, quienes restaurarian Babilonia. ?Pero no sera asi, pues el Senor tiene sus angeles, y vosotros estareis entre ellos! Unios a mi.

Alim sirvio whisky en el vaso de Hooker.

—?Crees algo de esa chachara? —le pregunto. Fuera de la tienda, Henry Armitage todavia estaba predicando.

—Desde luego, tiene buena voz —replico Hooker—. Lleva dos horas asi y todavia no para.

—?Crees en lo que dice? —repitio Alim.

Hooker se encogio de hombros.

—Mira, si fuera un hombre religioso, lo que no soy, diria que habla con sentido. Conoce bien la Biblia que predica.

—Si, eso creo.

Alim tomo un sorbo de whisky. ?Angeles del Senor! ?El no tenia nada de angel, y lo sabia. Pero aquel viejo hijo de perra seguia hurgando en los recuerdos. Antiguos recuerdos de iglesias y sesiones para orar, frases que Alim escucho de nino. Y aquello le molestaba. ?Por que diablos aun estaban vivos? Asomo la cabeza por la abertura de la tienda.

—Jackie —llamo.

—En seguida.

Jackie entro y tomo asiento.

Jackie era un buen tipo. No habia tenido problemas con Chick en mucho tiempo. Conocio a una chica blanca, que parecio interesarse mucho por el, y ahora Jackie iba como una seda.

Вы читаете El martillo de Lucifer
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×