habitacion de al lado y vigilaban a traves de pequenos agujeros ocultos entre los estantes de libros, con los rifles a punto. Al penso que era una perdida de trabajo y que parecia inutil, pero ?a quien le importaba lo que pensaran los demas? Cualquiera en su sano juicio sabria que era importante proteger al senador.

Cuando todos estuvieron sentados, Al regreso a la sala de estar.

—Listo —dijo. Luego se dirigio rapidamente a la cocina.

Hoy estaba alli George Christopher en persona. Siempre asistia un miembro del clan Christopher. Los demas entraban y ocupaban el asiento reservado al representante de Christopher, y se ponian de pie cuando entraba el senador en la sala, pero no George. George entraba con el senador. No exactamente como un igual, pero no como alguien que se pondria en pie cuando el senador entrara...

Al Hardy no cambio ni una sola palabra con George. No tenia necesidad de hacerlo. Ahora el ritual estaba bien establecido. George siguio a Al hacia el salon, con su cuello bovino del color rojo vivo que solo tienen los campesinos... Bueno, no tanto, admitio Al, pero debio haberlo sido. George se encontro con el senador y ambos caminaron juntos, detras de Al. Todo el mundo se levanto. Al no tuvo que decir nada, lo cual le complacio. Le gustaba que las cosas siguieran el rumbo que debian con precision y suavidad, sin que pareciera que Al Hardy tenia que hacer nada.

Al se sento ante su propio escritorio, cubierto de papeles. Frente a el habia una silla vacia. Estaba reservada para el alcalde, pero este ya nunca acudia. Al pensaba que se habia cansado de la farsa, y no podia echarselo en cara. Al principio aquellos juicios se celebraban en el Ayuntamiento, lo cual daba credibilidad a la pretension de que el alcalde y el jefe de policia eran importantes, pero ahora el senador habia decidido no perder tiempo en trasladarse al pueblo...

—Pueden empezar —dijo Jellison.

La primera parte fue facil. Al principio se otorgaban las recompensas. Dos chicos de Stretch Tallifsen habian ideado una nueva clase de ratonera, y atraparon tres docenas de pequenos merodeadores, asi como una docena de ardillas listadas. Se daban premios semanales a los mejores cazadores de ratas: algunas de las ultimas barras de caramelo del mundo.

Hardy miro sus papeles e hizo una mueca. El siguiente caso iba a ser mas dificil.

—Peter Bonar. Acusado de acaparamiento —dijo Al.

Bonar se puso en pie. Tendria treinta anos o un poco mas. Llevaba una barba fina y rubia y tenia la mirada apagada, probablemente a causa del hambre.

—?Acaparamiento, eh? —dijo el senador—. ?Que es lo que acapara?

—Toda clase de cosas, senador. Cuatrocientas libras de pienso para pollos. Setenta kilos de semillas de maiz. Pilas. Dos cajas de cartuchos de rifle y probablemente otras cosas que desconocemos.

Jellison parecia sombrio.

—?Has hecho eso? —pregunto al acusado.

Este no respondio.

—?Lo ha hecho? —pregunto Jellison a Hardy.

—Si, senor.

—?Tienes algo que objetar? —Jellison miro fijamente a Bonar.

—?No tenia derecho a venir a mi casa y registrarla! ?No tenia orden judicial!

Jellison se echo a reir.

—Lo que me extrana es como diablos pudieron descubrirlo.

Al Hardy lo sabia. Tenia agentes en todas partes. Hardy dedicaba mucho tiempo a hablar con la gente, y no era dificil enterarse de cosas. Pescaba a alguien en una falta y no lo denunciaba, sino que le hacia vigilar, y pronto conseguia mas informacion.

—?Eso es todo lo que te preocupa? —pregunto Jellison—. ?Como lo descubrimos?

—El pienso es mio —dijo Bonar—. Todo ese genero es mio. Lo encontramos mi mujer y yo. Lo encontramos y lo trajimos en mi camion, ?y que derecho tiene usted sobre el? Es mi propiedad y estaba en mi tierra.

—?Tenias pollos? —pregunto Jellison.

—Si.

—?Cuantos? —Bonar no respondio y Jellison miro a los demas presentes en la sala—. ?Cuantos tenia?

—Unos pocos, senor —dijo uno de los asistentes. Era una mujer de cuarenta anos que parecia tener sesenta—. Cuatro o cinco gallinas y un gallo.

—No necesitas tanto pienso para tan pocos pollos —dijo Jellison razonablemente.

—El pienso es mio —insistio Bonar.

—Y la semilla de maiz. Aqui hay gente que pasa hambre para ahorrar suficiente semilla y tener una cosecha el ano proximo, y tu tienes ocultos setenta kilos. Eso es asesinato, Bonar. Asesinato.

—Eh...

—Ya conoces las reglas. Si encuentras algo, tienes que informar. Diablos, no vamos a quedarnos con todo. No vamos a coartar la iniciativa. Pero tienes que informar de inmediato para que podamos hacer nuestros planes.

—Y quedaros con la mitad o mas.

—Claro. Bueno, no vale la pena seguir hablando —dijo Jellison—. ?Alguien quiere defenderle? —Nadie respondio—. ?Al?

Hardy se encogio de hombros.

—Tiene mujer y dos hijos, de once y trece anos.

—Eso complica las cosas —dijo Jellison—. ?Alguien quiere defender a su familia?... ?No? —Ahora habia un deje nervioso en su voz.

—Eh, usted no puede... ?Betty no tiene nada que ver en esto!

—Sabia que tenias todo eso oculto —dijo Jellison.

—Bueno, los ninos...

—Si, los ninos.

—Es el segundo delito, senador —dijo Hardy—. La ultima vez acaparo gasolina.

—Era mi gasolina y estaba en mi tierra.

—Hablas mucho —dijo Jellison—. Mas de la cuenta. Acaparamiento. La ultima vez saliste bien librado. ?Maldita sea, solo hay una manera de convencer a la gente de que lo que digo lo digo en serio! George, ?tienes algo que decir?

—No —respondio Christopher.

—La carretera —dijo Jellison—. Hoy a mediodia. Dejare que Hardy decida lo que puedes llevarte. Peter Bonar, se te condena a ser abandonado en la carretera.

—?No tiene ningun derecho a echarme de mi propia tierra! —grito Bonar—. ?Si me abandona, nosotros le abandonaremos! No necesitamos nada de usted...

—?No digas sandeces! —grito George Christopher—. ?Ya has tenido nuestra ayuda! Comida, invernaderos, hasta te dimos gasolina mientras nos ocultabas cosas. ?Gracias a esa gasolina pudiste traer en el camion lo que habias encontrado!

—Creo que el hermano Varley cuidara de los ninos —dijo una de las mujeres—. Y de la senora Bonar tambien, si puede quedarse.

—?Ella vendra conmigo! —grito Bonar—. ?Y los ninos tambien! ?No tienen derechos a separarme de mis hijos!

Jellison suspiro. Bonar intentaba inspirar compasion, apostando a que no enviarian a su mujer y sus hijos a la carretera, y como no podian separar a los ninos de Bonar... tampoco le enviarian a el. Jellison penso que dejar a Bonar sin castigo seria como dejar una herida enconada dentro de la fortaleza. Los ninos odiarian a todo el mundo. Y, ademas, la responsabilidad familiar era importante.

—Como quieras —dijo Jellison—. Deja que vayan con el, Al.

—?Jesus, ten piedad! —grito Bonar—. ?Por favor! ?Por el amor de Dios!

—Arregla las cosas, Al —dijo Jellison con un gran cansancio en la voz—. Ya discutiremos quien puede establecerse en esa granja.

—Si, senor.

Hardy se dijo que el jefe odiaba aquello, pero ?que podian hacer? No podian encarcelar a la gente. Ni

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