siquiera podian alimentar a los que tenian.

—?Podrido bastardo! —grito Peter Bonar—. ?Cerdo hijo de perra! ?Te vere en el infierno!

—Llevaoslo —ordeno Al Hardy. Dos de los granjeros armados hicieron salir a Bonar a empujones. El granjero aun soltaba maldiciones cuando salio. Hardy creyo oir golpes cuando llegaron al vestibulo. No estaba seguro, pero las maldiciones se detuvieron abruptamente—. Hare que se cumpla la sentencia, senor —dijo Hardy.

—Gracias. ?El siguiente?

—La senora Darden. Ha llegado su hijo de Los Angeles y quiere quedarse.

El senador Jellison observo la dura linea en que se habia convertido la boca de Christopher George. Permanecio sentado muy erguido en su sillon de alto respaldo, y externamente parecia concentrado. En realidad, se sentia cansado y derrotado, pero no podia abandonar. Tenia que mantenerse en su sitio hasta el proximo otono. Entonces podria descansar. El proximo otono habria una buena cosecha. Tendria que haberla. Un ano mas era todo lo que pedia. Un ano mas, Senor.

Al menos el siguiente caso fue sencillo. Una anciana sin nadie que cuidara de ella, y se habia presentado un familiar. Su hijo era uno de ellos, y George no podia oponerse. Estaba en el reglamento.

Se pregunto si podrian alimentarle el proximo invierno.

El senador miro a la anciana. Supo que, ocurriera lo que le ocurriese a su hijo, no sobreviviria hasta la primavera, y Arthur Jellison la detesto por lo que habria comido antes de morir.

NOVENA SEMANA: EL ORGANIZADOR

Sin embargo, hay que senalar, que muchos de los que ahora deploran la opresion, la injusticia y la intrinseca fealdad de la vida en una tecnicamente avanzada y superpoblada sociedad, llegaran a la conclusion de que las cosas eran antes mejores cuando ellos las consideraban malas; y descubriran que carecer de las ventajas propias de un sistema desarrollado tales como telefono, luz electrica, automoviles, correo, puede ser divertido durante unos dias, pero no como modo de vida.

Roberto Vacca, La proxima Edad Oscura

Harvey Randall nunca habia trabajado tan duramente en toda su vida. El campo estaba lleno de pedruscos y habia que extraerlos. Algunos podian ser recogidos y trasladados por uno, dos o una docena de hombres. Otros era preciso volarlos y luego acarrear sus fragmentos para construir muros bajos de piedra.

Los disenos en cruz de los muros bajos en Nueva Inglaterra y la Europa meridional siempre le habian parecido elegantes y bellos. Hasta entonces Harvey Randall no se habia percatado de cuanta miseria humana estaba representada en cada uno de aquellos muros. No se habian construido para que constituyeran un adorno, ni para marcar limites, ni siquiera para que el ganado y los cerdos estuvieran apartados de los campos. Estaban alli porque costaba demasiado trabajo sacarlas de los campos, y los campos necesitaban estar libres de piedras.

Tenian que arar la mayor parte de los pastos para sembrar en ellos. Sembrar lo que fuera: cebollas, cebada, granos silvestres que crecian en las cunetas de las carreteras, lo que fuera. Las semillas escaseaban, y habia que tomar la decision de plantar para recoger mas tarde o comer de inmediato.

—Es como una maldita prision —murmuro Mark.

Harvey descargo el mazo y partio una piedra limpiamente. Aquello le produjo una agradable sensacion y casi olvido los grunidos de su estomago. El trabajo era pesado y no habia mucho que comer. ?Hasta cuando resistirian? La gente del senador habia calculado programas dieteticos, tantas calorias por tantas horas de duro trabajo, y segun los libros, los habian calculado correctamente, pero el estomago de Harvey no parecia estar de acuerdo.

—Convertir los pedruscos en piedrecitas —dijo Mark—. Un trabajo brutal para un productor asociado.

Mark cogio un extremo del fragmento que habian arrancado de la roca mientras Harvey cogia el otro extremo. Juntos trabajaban bien, y no necesitaban hablar. Llevaron la piedra al muro. Harvey paseo su mirada de experto por el muro y senalo un lugar. La piedra encajo perfectamente en el sitio que habia seleccionado. Fueron en busca de otro fragmento.

Permanecieron unos segundos ociosos y Harvey miro al otro lado del campo, donde una docena de hombres despedazaban rocas y las transportaban al muro bajo. La escena podria pertenecer a varios siglos antes.

—John Adams —dijo Harvey.

—?Que? —Mark hizo unos sonidos alentadores. Los relatos aligeraban el trabajo.

—Nuestro segundo presidente de Estados Unidos. —Harvey introdujo la cuna en una pequena grieta de la roca—. Estuvo en Harvard. Su padre vendio un campo al que llamaban «Los acres petros», para pagar la matricula. Adams prefirio ser abogado que limpiar el campo de piedras.

—Fue un tipo listo —dijo Mark. Sostuvo la cuna en su sitio mientras Harvey alzaba el mazo—. Ahora no queda mucho de Harvard.

—No, no queda mucho.

Harvard habia desaparecido, y Braintree, Massachusetts, y los Estados Unidos de America, junto con Inglaterra. ?Aprenderian ahora historia los ninos? Harvey penso que tendrian que hacerlo. Un dia reflexionarian en todo aquello, y llegaria un tiempo en que seria importante tener un rey o un presidente, y esta vez tendrian que hacer las cosas bien, de manera que pudieran largarse de este maldito planeta antes de que golpeara otro Martillo. Algun dia podrian permitirse el estudio de la historia. Hasta entonces pensarian en Inglaterra de la misma manera que solian pensar en la Atlantida...

—Eh —dijo Mark—. Mira eso.

Harvey se volvio a tiempo de ver que Alice Cox hacia saltar el caballo que montaba por encima de un muro bajo. Avanzaba como si ella misma formara parte del caballo, y de nuevo le dio la impresion de un centauro. Harvey recordo la primera vez que estuvo en aquel rancho, en una epoca que parecia muy alejada en el tiempo, cuando estuvo en lo alto del risco y por la noche hablo de imperios interestelares.

Si, aquello fue mucho tiempo atras, en otro mundo. Pero este de ahora no era tan malo. Estaban limpiando los campos y controlaban sus limites. Alli nadie era violado o asesinado, y aunque no habia tanto para comer como Harvey hubiera deseado, habia lo suficiente. Romper rocas y levantar muros era un trabajo duro, pero honrado. No habia interminables conferencias sobre asuntos sin importancia. No habia frustraciones deliberadas, atascos de trafico y periodicos llenos de relatos de crimenes. Este mundo nuevo y mas simple tenia sus compensaciones.

Alice Cox se acerco a ellos al trote.

—El senador quiere verle en la casa, senor Randall.

—Muy bien. —Harvey, aliviado, llevo el mazo al muro y lo dejo alli para que algun otro lo utilizara. Miro el sol entornando los ojos para calcular cuanta luz solar tendrian aun y llamo a Mark—. Tu tambien puedes volver — le dijo—. Puedes pasar el resto del dia en la cabana.

—De acuerdo.

Mark agito alegremente las manos y empezo a subir la colina hacia la casita donde vivian Harvey, los Hamner, Mark, Joanna y los cuatro miembros de la familia Wagoner. Eran demasiados para una casa tan pequena y estaban construyendo habitaciones adicionales, pero era un refugio y tenian suficiente para comer. Bastante para sobrevivir.

Harvey se dirigio por el otro camino, colina abajo, hacia la casa de piedra del senador. Tambien alli estaban construyendo nuevas piezas. En una de ellas Jellison guardaba el arsenal de la fortaleza: rifles de repuesto, cartuchos, dos piezas de artilleria de campana, para las que no tenian municion, y que habian pertenecido al centro de entrenamiento de la Guardia Nacional antes de que se inundara, equipo de recarga manual para recargar proyectiles de escopeta y cartuchos de rifle, botin conseguido en una armeria de Porterville. Las matrices habian estado bajo el agua y se habian oxidado, pero todavia funcionaban. La polvora y los

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