enlace entre el senador Jellison y el grupo. Johnny Baker tenia esposa y dos hijos adolescentes, y se habia portado como un perfecto caballero, llevando a Maureen a cenar cuando convocaban al senador, acompanandola durante la semana que el senador estaba en Washington, llevandola a Florida para ver un lanzamiento...

Fue un perfecto caballero hasta el momento en que tuvieron que regresar a la habitacion de su hotel, donde ella se habia dejado el monedero, y todavia no estaba segura de quien habia seducido a quien. Maureen no se acostaba con hombres casados. No le gustaba acostarse con hombres a los que no amaba. Pero, dejando el amor aparte, habia algo en Johnny que le atraia, y Maureen estaba indefensa ante ello. Aquel hombre tenia un solo objetivo y la capacidad de ir tras el a toda costa. Por otra parte, ella era joven, habia estado casada una vez y no habia hecho ningun voto de castidad. Al diablo con lo que pensaran los demas. Maureen salto de la cama y conecto el televisor, para romper la cadena de pensamientos, pero estos siguieron agolpandose en su mente. «No soy una puta, se dijo. El se divorciara la semana proxima, y yo no tengo nada que ver con ello. Ann nunca estuvo enterada de nuestra relacion, y sigue sin saberlo. Pero es posible que, de no ser por mi, el no la hubiera dejado marchar. Puede que yo tenga la culpa, pero ella nunca lo ha sabido. Todavia somos buenas amigas.»

Ann le habia dicho que su marido ya no era el mismo.

—Ha cambiado desde la mision espacial. Anteriormente nuestra vida fue dura, porque el estaba constantemente entrenandose y nos veiamos poco, pero aun me pertenecia un poco. Despues tuvo su oportunidad, todo salio bien y mi marido se convirtio en un heroe... pero lo perdi.

Ann no podia comprenderlo. Maureen, si. El cambio no se debia a la mision espacial, sino a que ya no habia mas misiones. Johnny Baker habia trabajado toda su vida, se haba entrenado intensamente para una sola cosa, y ya nadie iba a repetirla...

Una meta en la vida. Un poco a la manera de Tim Hamner. Johnny tuvo una meta, y a lo mejor Maureen habia tratado de participar un poco de ella. Pero ahora Johnny habia agotado aquella meta, y lo mas importante en la vida de Maureen Jellison era la lucha con una estupida dama de Washington. Todavia se sentia molesta cada vez que pensaba en ello.

La dama se llamaba Annabelle Cole y era una mujer liberada. Seis meses atras se habia interesado por la extincion del caracol, y dentro de seis meses puede que le preocupara el declive de la tradicion artistica entre los aborigenes australianos. De momento se limitaba a culpar a los hombres de todo lo malo que habia ocurrido en el mundo. Nadie replicaba a sus excentricidades. No se atrevian. No eran pocos los negocios que se concretaban en las fiestas de Annabelle.

Maureen debio mostrarse desagradable la noche en que Annabelle la abordo en busca del apoyo de su padre. Queria que el Congreso destinara fondos para el estudio de matrices artificiales, a fin de liberar a las mujeres de la esclavitud a sus cuerpos subitamente alterados. Y Maureen le dijo que tener bebes formaba parte de la relacion sexual y que si deseaba librarse del embarazo podia dejar de hacer el amor. Luego le sorprendio haber sido capaz de decir eso, ella que jamas habia estado embarazada.

Tal vez su padre perdiera algunos contactos importantes debido a la escasa diplomacia de Maureen, pero ella se las ingeniaria para impedirlo. Dentro de seis meses, cuando Annabelle encontrara una nueva causa, Maureen daria una fiesta e invitaria a alguien cuyo conocimiento fuera imprescindible para Annabelle. Lo tenia todo planeado. Y aquel era precisamente el problema: ?como si una pelea con Annabelle Cole fuera el acontecimiento mas importante en su vida!

—Preparare algo para beber —dijo Johnny—. Sera mejor que te duches, el programa empezara en seguida.

—Ya voy —respondio ella, mientras pensaba en las posibilidades de una vida en comun con aquel hombre. Casarse con el, impulsarle a una nueva carrera, hacer que dirigiera un negocio o escribiera sus memorias. Haria bien cualquier cosa que intentara... Pero ?por que no podia encontrar ella metas propias?

La estancia era inequivocamente masculina, con libros y modelos de los aviones de combate que Johnny Baker habia pilotado, y un Skylab con las alas rotas. Habia tambien una gran foto enmarcada de un hombre embutido en un voluminoso traje espacial avanzando por el vacio a lo largo de una de aquellas alas, una forma sin rostro, extrana, desconectada de la nave espacial, arriesgandose a sufrir la muerte en las condiciones mas solitarias posibles si se descuidaba un solo instante. Debajo de la foto colgaba la medalla de la NASA.

Recuerdos de tiempos pasados. Todo pertenecia a otra epoca. No habia fotografias de la lanzadera espacial, cuyo programa se habia retrasado una vez mas, ni nada que recordara al Pentagono, donde Johnny trabajaba ahora. Dos fotos de los ninos, una con Ann al fondo, la pequena, morena y competente Ann, que ya tenia una expresion de perpleja infelicidad en la foto.

Johnny sujetaba fuertemente el vaso, pero se habia olvidado de el. Maureen podia observar su rostro sin que el se diera cuenta. La mirada de Johnny Baker estaba fija en la pantalla.

Se veian orbitas parabolicas trazadas contra los recorridos concentricos circulares de los planetas. Viejas fotos de los cometas Halley, Brook, Cunningham y otros, culminando con un punto borroso que era el cometa Hamner-Brown. Un hombre con unas gafas que le daban un aspecto de insecto hablaba animadamente.

—Si, algun dia chocaran con nosotros, y probablemente no se tratara de un asteroide, porque las orbitas estan demasiado proximas. Han debido existir asteroides cuyas orbitas cruzaran la de la Tierra, pero han tenido cuatro mil millones de anos para alcanzarnos, y la mayoria finalmente lo han hecho. Chocaron hace tanto tiempo que incluso los crateres han desaparecido, excepto los mas grandes y recientes. ?Pero fijense en la Luna! Los cometas son diferentes.

El puntero del conferenciante senalo una parabola dibujada con tiza.

—Hay una masa mas alla de Pluton, tal vez un planeta sin descubrir... Incluso tenemos un nombre para ella: Persefone. Esa masa altera las orbitas de estas grandes bolas de nieve, y se precipitan sobre nosotros dejando una estela de sustancias quimicas hirvientes. Ninguna de ellas ha tenido posibilidad de alcanzar la Tierra hasta que han sido arrojadas al sistema interior. Un dia nos alcanzaran. Lo sabremos con un ano de anticipacion, tal vez mas, si podemos aprender lo suficiente sobre el planeta Hamner-Brown.

En aquel momento aparecio en la pantalla una joven antiseptica anunciando que no se sentia a gusto en su casa, y alguien le dijo que por ese motivo Jabones Kalva habia inventado un nuevo desinfectante para su inodoro. Sonriente, Johnny Baker regreso del mundo estelar.

—Este hombre se explica bien, ?no te parece?

—Es un programa bien hecho. ?Te dije que conoci al hombre que lo ha realizado? Y tambien conoci a Tim Hamner. En la misma fiesta, con Harvey Randall. Hamner es un caso, un maniaco. Acababa de descubrir ese cometa y no podia esperar para decirselo a todo el mundo.

Johnny Baker se llevo el vaso a los labios. Luego, tras una larga pausa, dijo:

—Por el Pentagono corren unos curiosos temores.

—?Ah, si?

—Me llamo Gus, de Downey. Parece que Rockwell esta restaurando un Apolo, y se hablaba de utilizar las secciones propulsoras Titan de un proyectil Big Bird para otro proyecto. ?Sabes algo?

Ella tomo un sorbo de su bebida y sintio una oleada de tristeza. Ahora sabia por que Johnny Baker le habia llamado el dia anterior. Habia estado seis semanas en el Pentagono, seis semanas en Washington sin intentar verla, y ahora... «Esta bien, penso, voy a sorprenderte un poco.»

—Papa esta tratando de que el Congreso destine fondos para una mision de estudio del cometa.

—?Lo dices en serio? —pregunto Johnny.

—Completamente en serio.

—Pero...

Le temblaban las manos, lo cual era muy raro en el. John Baker habia pilotado cazas sobre Hanoi, y sus maniobras eran siempre perfectas. Los MIG enemigos nunca tenian una oportunidad. Y una vez habia extraido esquirlas de metralla al jefe de su escuadrilla, porque no habia tiempo para esperar a los sanitarios. Una esquirla se habia clavado en el pecho del jefe y Baker la habia extraido y partido diestramente para exponer la arteria, que pinzo con dedos firmes mientras el jefe gritaba y los morterazos del Vietcong llovian sobre el campo. Pero sus manos nunca habian temblado.

Ahora, en cambio, temblaban.

—El Congreso no concedera el dinero.

—A lo mejor si. Los rusos estan planeando una mision. No podemos dejar que nos lleven la delantera — dijo Maureen—. La paz depende de que les mostremos que aun estamos dispuestos a competir, si eso es lo que quieren. Y si competimos, vamos a ganar.

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