—?Otra vez traes esa porqueria, Harry? —le pregunto sin apartar la vista de los largos cabellos y la barba extravagantemente arreglada, al tiempo que fruncia mas el ceno.

Harry le sonrio.

—Si, cada dos semanas, como un reloj. Lo llevare a la casa.

—No es necesario.

—Me gusta hacerlo. —No habia una senora Christopher, pero George tenia una hermana mas o menos de la edad de Alice Cox, a la que le gustaba hablar con Harry. Era una chica muy lista, con la que resultaba agradable hablar y que tenia muchas noticias sobre el valle de Harry.

—De acuerdo. Ten cuidado con el perro.

—Desde luego. —Harry nunca se preocupaba por los perros.

—?Te has preguntado alguna vez lo que las empresas publicitarias darian por tu cabeza? —le pregunto Christopher.

—Lo negociare con ellos con una condicion: que me digan por que el gobierno les hace pagar menos para que puedan hacernos perder mas tiempo. ?Y tus impuestos?

El semblante cenudo de Christopher se suavizo y casi sonrio.

—Adelante, Harry. Las causas perdidas son las unicas por las que merece la pena luchar, y la causa del contribuyente es la mas perdida de todas. Cerrare la valla despues de ti.

Final de la jornada. Harry entro en las salas de clasificacion, detras de la oficina de correos. Habia una nota para el en el tablon de anuncios:

«Peludo: el Lobo quiere verte. Gina XXX.»

Gina, alta, negra, de postura erecta y huesos largos, la unica persona de color en el valle, que Harry supiera, estaba tias el mostrador. Harry le hizo un guino y luego llamo a la puerta del supervisor.

Cuando entro, el senor Wolfe le miro friamente.

—Feliz dia de reparto de basura, Harry —dijo Wolfe.

La entrevista empezaba mal, pero Harry sonrio.

—Gracias, y feliz dia para usted tambien, senor.

—No es gracioso, Harry. ?Por que separas la correspondencia comercial y la reservas para entregarla un dia cada des semanas?

Harry se encogio de hombros. Podia haberle explicado que clasificar la propaganda le ocupaba tanto tiempo que no tenia oportunidad de charlar con sus clientes, de manera que habia empezado a dejar que se acumulara. Asi es como habia empezado, pero se habia hecho popular entre la gente.

—Todo el mundo esta contento con este sistema —se defendio Harry—. La gente puede leer la propaganda o arrojarla a la chimenea.

—Es ilegal retener el correo de un ciudadano —dijo Wolfe.

—Si alguien se ha quejado, lo borrare de la lista. Me gusta que mis clientes sean felices.

—Es la senora Adams —le informo Wolfe.

Vaya, que lastima. Sin el reparto de basura, Harry no tendria una excusa para ir a la casa de los Adams y hablar con Donna.

—A partir de ahora repartiras el correo comercial de acuerdo con el reglamento —dijo Wolfe—. Tal como llegue, no en lotes. Se acabara el dia de reparto de basura.

—Si senor. ?Puedo hacer algo mas para satisfacerle?

—Afeitate la barba y cortate el pelo.

Harry meneo la cabeza. Ya conocia aquella parte del reglamento.

Wolfe suspiro.

—Harry, no tienes la actitud adecuada para ser un cartero.

El despacho de Eileen Susan Hancock era pequeno y estrecho, pero era un despacho. Habia luchado durante anos para conseguir un despacho propio, lejos de la zona detras del mostrador. Y por fin lo habia conseguido, lo cual demostraba que era algo mas que una secretaria.

Cenuda, estaba haciendo cuentas con su calculadora de bolsillo cuando una idea repentina le hizo estallar en risas. Un instante despues se dio cuenta de que Joe Corrigan estaba de pie junto a la puerta. Corrigan entro en el despacho. El boton superior del pantalon volvia a estar desabrochado, y la razon era que su mujer no le dejaba comprar tallas mayores, pues no habia perdido la esperanza de que rebajaria de peso. Con los pulgares en el cinto, Corrigan miro a su secretaria burlonamente.

La risa de Eileen se detuvo en seco. Volvio a sus operaciones, sin sonreir siquiera.

—Bueno —dijo su jefe—, digame que es lo que le hacia tanta gracia.

Eileen le miro con los ojos muy abiertos.

—?Que? Oh, no. No podria decirselo.

—Ya se. Piensa que si consigue volverme loco usted podria hacerse con el mando de la empresa. ?No es asi? Pues no le saldra bien. Ya he tomado mis precauciones al respecto. —A Corrigan le gustaba verla asi. Eileen era todo o nada: muy seria y eficiente en el trabajo o absolutamente divertida—. De acuerdo —suspiro Corrigan—. Le cambiare mi secreto por el suyo. Han venido los decoradores. Robin Geston ha firmado el contrato para el asunto de la Marina.

—Vaya, es una buena noticia.

—Si, eso significa que necesitaremos mas ayuda. Por de pronto, queda usted nombrada ayudante general de direccion, si le interesa el cargo.

—Oh, si que me interesa. Gracias.

Sonrio de una manera intermitente, como una bombilla que se enciende y se apaga casi antes de que uno pueda verla, y pulso de nuevo los botones de la calculadora.

—Sabia que lo aceptaria. Por eso hice que vinieran los decoradores. Van a convertir la habitacion que hay junto a mi despacho en un nuevo despacho para usted. Les he dicho que se pongan en contacto con usted. — Corrigan deposito su humanidad en un angulo de la mesa—. Ya esta, guardaba este secreto como una sorpresa para usted. Ahora digame el suyo.

—Lo he olvidado —dijo Eileen—. Y he de terminar estos calculos para que usted pueda llevarselos a Bakersfield.

—De acuerdo —dijo Corrigan, y volvio a su despacho derrotado.

Si el supiera... Eileen sintio impulsos de reir, pero se contuvo. En realidad no deseaba tomarle el pelo a Corrigan. «Bien, lo hice», habia pensado. Y Robin se porto bien. No era el mejor amante del mundo, pero tampoco pretendia serlo, y le habia sugerido una repeticion. «Los amantes necesitan practica», le habia dicho, y tambien: «La segunda vez es siempre mejor que la primera.»

Pero no habian concretado un proximo encuentro. Tal vez, solo tal vez, ella le abordaria alguna vez, pero no era probable. Ademas, el le habia dicho claramente que estaba casado. Hasta entonces ella solo lo habia sospechado.

Nunca habia habido el menor indicio de que los negocios tuvieran algo que ver con sus vidas privadas. Pero el habia firmado el contrato con Suministros para instalaciones sanitarias Corrigan, un negocio muy importante, y era divertido que hubieran tenido aquella clase de relacion. Se preguntaba si se hubiera despreocupado tanto por el estado civil de Robin si el contrato no hubiese estado pendiente de firma. Pero el habia firmado. Y ahora ella estaba alli, sumando cifras y revisando papeles, y de repente se pregunto que tenia que ver aquello con las instalaciones sanitarias. Ella no fabricaba tuberias ni las colocaba, no las escariaba ni decia a la gente donde ponerlas. Lo unico que hacia era manejar papeles.

Su trabajo era importante. Habia que medirlo por el caos que podria crear con un error fortuito o malicioso: millares de toneladas de material podrian ser enviadas a cualquier parte de la tierra por un simple desliz de su pluma. Pero lo que hacia no tenia que ver con la creacion, con hacer las cosas que mantenian cohesionada la civilizacion, mas que el impuesto sobre la renta o lo que hace el fogonero de una locomotora diesel.

Probablemente el senor Corrigan se pasaria el dia entero preguntandose por que de repente se habia echado a reir, pero no podia decirselo de ninguna manera. Le habia sobrevenido de una manera inesperada e irresistible. Lo que habia hecho con Robin Geston la noche anterior era lo mas cerca que habia llegado jamas a cualquier actividad verdaderamente relacionada con las instalaciones sanitarias.

Pasarian horas antes de que se informara que el coche habia sido robado. Alim Nassor estaba bastante

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