—No me importa si es con los marcianos con quien competimos. Tengo que ir. —Apuro su vaso, con manos subitamente firmes, y repitio—: Tengo que ir.

Maureen le observaba fascinada. Habia dejado de temblar porque tenia una mision. Y ahora ella sabia que mision era: ella, conseguir que ella le embarcara en aquella expedicion. Un minuto antes, Johnny podria haber estado realmente enamorado de ella, pero ahora no.

—Lo siento —dijo abruptamente—. Tenemos poco tiempo para estar juntos y te cargo con esto, pero... Me has puesto sobre ascuas, no puedo pensar en otra cosa.

Bebio de un largo trago su whisky diluido en agua helada y volvio a fijarse en la pantalla. Maureen se pregunto si habia estado imaginando cosas. ?Hasta que punto John Baker era inteligente?

Por fin terminaron los anuncios y en la pantalla aparecieron de nuevo los Laboratorios de Propulsion a Reaccion.

Harry Newcombe mascaba apresuradamente el resto de su bocadillo mientras conducia con una mano la camioneta del correo. El reglamento le facilitaba tiempo libre para almorzar, pero el nunca lo tomaba. Utilizaba el tiempo para cosas mejores.

Bastante despues del mediodia llego al rancho Silver Valley. Como siempre, se detuvo ante la valla. Desde alli podia ver, a traves de un paso en las colinas, la majestad de la Sierra Alta, al Este. La nieve resplandecia en sus cumbres. Al oeste habia mas colinas, y el sol muy bajo por encima de ellas. Harry se bajo del vehiculo para abrir la valla, la cruzo y luego la cerro de nuevo cuidadosamente. No hizo caso del gran buzon situado a un lado de la valla.

Se detuvo de nuevo para coger una granada del bosquecillo que se habia formado a partir de un solo arbol y que aun, desatendido, se propagaba ladera abajo, hacia el arroyo. Harry lo habia visto crecer durante el medio ano que hacia aquella ruta, y se preguntaba cuando llegarian los granados al terreno poblado de cardos. ?Eliminarian a las matas espinosas? La verdad es que el no tenia idea, pues era un muchacho de ciudad, o, mejor dicho, lo habia sido. Y si no volvia a ver una ciudad nunca mas en su vida, tanto mejor.

Harry se cargo la saca a la espalda y avanzo ladeado hacia la puerta. Toco el timbre y dejo la saca en el suelo.

Ceso el tenue fragor de una aspiradora. La senora Cox abrio la puerta y sonrio al ver la voluminosa saca junto a Harry.

—Vaya, el correo. Hola, Harry.

—Hola, senora Cox. Aqui me tiene con un saco de basura.

—Pasa, Harry. ?Te apetece un cafe?

—No me retenga, senora Cox. Va en contra del reglamento.

—Cafe recien hecho. Y panecillos que acaban de salir del horno.

—Bueno... No puedo resistirme a eso. —Harry metio la mano en una pequena bolsa que colgaba de su hombro.

—Carta de su hermana de Idaho. Y algo del senador. —Le entrego las cartas, luego cargo de nuevo la saca a la espalda y avanzo unos pasos—. ?Quiere que lo deje en algun sitio en especial?

—La mesa del comedor es lo bastante grande.

Harry vertio el contenido de la saca sobre una hermosa mesa de madera pulida que parecia haber sido tallada de un solo tronco y tener cincuenta anos por lo menos. Ya no se fabricaban muebles asi. Si habia una pieza semejante en la casa del guarda, ?que habria en la gran mansion en lo alto de la colina?

La mesa quedo inundada bajo un diluvio de correspondencia: peticiones de ayuda de organizaciones caritativas, cartas de varios partidos politicos y de universidades. Ofertas de participacion en sorteos mediante la compra de discos, ropas, libros, suscripciones a revistas. «?Usted ya puede haber ganado 100$ a la semana durante toda su vida!» Panfletos religiosos y politicos, literatura sobre el impuesto unico, muestras gratuitas de jabon, dentifrico, detergente y desodorante.

Alice Cox trajo el cafe. Solo tenia once anos, pero ya era hermosa, con una larga cabellera rubia y ojos azules. Era una muchacha confiada, como Henry sabia por haberla visto cuando estaba libre de servicio. Pero alli podia ser confiada, puesto que nadie iba a molestarla. La mayoria de los hombres de Silver Valley estaban bien armados, y sabian muy bien que hacer con cualquiera que molestara a una nina de once anos.

Aquella era una de las cosas del valle que a Harry le gustaban. No la amenaza de violencia, porque Harry detestaba la violencia. Pero no era mas que una amenaza. Los rifles salian de los armeros solo para la caza de ciervos, en la temporada o fuera de ella si los rancheros estaban hambrientos o los ciervos se metian en las cosechas.

La senora Cox trajo panecillos. La mitad de las personas en la ruta de Harry le ofrecian cafe y comida cuando el les llevaba el correo, y Harry solia dejar de lado el reglamento. La senora Cox no hacia el mejor cafe del lugar, pero sin lugar a dudas la taza en que lo servia era la mas elegante, de fina porcelana, demasiado buena para un cartero medio hippie. La primera vez que Harry fue a la casa bebio agua en una taza de hojalata y no paso de la puerta. Ahora se sentaba ante la mesa y bebia cafe en taza de porcelana. Aquella era otra razon para mantenerse alejado de las ciudades.

Harry sorbio el cafe apresuradamente. Habia otra muchacha rubia, esta de dieciocho anos y abordable, y el cartero tenia tambien un monton de correo para ella. Estaria en casa. Donna Adams siempre estaba en casa cuando iba Harry.

—Hay mucha correspondencia para el senador —dijo Harry.

—Si, esta otra vez en Washington —informo la senora Cox.

—Pero volvera pronto —tercio Alice.

—Ojala vuelva pronto —dijo la senora Cox—. Cuando el senador esta en su residencia hay mucho movimiento, gente que viene y va, todos importantes. El presidente paso una noche en la mansion. Los del servicio secreto lo pusieron todo patas arriba. Los agentes recorrian el rancho de un extremo a otro. —Se echo a reir y Alice se unio a ella. Harry parecio perplejo—. Como si alguien en este valle pudiera hacer dano al presidente de Estados Unidos —concluyo la senora Cox.

—Sigo pensando que su senador Jellison es un mito —dijo Harvey—. Hace ocho meses que hago esta ruta y todavia no lo be visto ni una vez.

La senora Cox le miro de arriba abajo. Parecia un buen muchacho, aunque la senora Adams decia que su hija le prestaba demasiada atencion. Los cabellos largos, flotantes, rizados y castanos de Harry estarian bien en una chica. Tenia una hermosa barba, pero la autentica obra maestra era el bigote, cuyos largos extremos Harry a veces curvaba y atusaba formando circulos que recordaban unas gafas pequenas.

La senora Cox pensaba que, a pesar de todo aquel pelo, era pequeno y delgado, menos robusto que ella. No entendia lo que Donna Adams podia ver en el. Tal vez el coche. Harry tenia un coche deportivo, mientras que todos los chicos del lugar conducian camionetas, como sus padres.

—Es probable que conozcas muy pronto al senador —dijo la senora Cox, lo cual era un signo de aprobacion definitiva, aunque Harry no lo sabia. La senora Cox era muy meticulosa con respecto a las personas a las que conocia el senador.

Alice habia estado hurgando entre el monton de papel multicolor depositado en la mesa.

—Esta vez hay muchas cartas. ?De cuando son?

—Es el correo de dos semanas —dijo Harry.

—Bueno, Harry, te lo agradecemos —dijo la senora Cox.

—Y yo tambien —anadio Alice—. Si tu no lo trajeras a la casa yo tendria que ir a buscarlo.

Harry regreso a la camioneta y bajo por el largo camino, deteniendose de nuevo para mirar la Sierra Alta, y luego se dirigio al rancho siguiente, que estaba casi a un kilometro de distancia. El senador tenia una buena extension de terreno, aunque en su mayoria estaba dedicado a pasto de secano, lleno de agujeros causados por las ardillas listadas. La tierra era buena, pero no habia suficiente agua para regarla.

Al llegar a la valla del siguiente rancho, Harry vio que George Christopher estaba haciendo algo incomprensible en los naranjos. Penso que probablemente los estaba preparando para la fumigacion. Cuando Harry abrio la valla de entrada, Christopher se acerco pausadamente. Era un hombre corpulento, de la altura de Harry, pero dos o tres veces su anchura, con el cuello muy grueso. La cabeza era calva y bronceada, pero Christopher no tendria mucho mas de treinta anos. Llevaba una camisa de franela a cuadros, pantalones oscuros y botas llenas de barro.

Harry dejo la saca en el suelo, y Christopher fruncio el ceno.

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