—No tan malo. ?No tan malo como que? La energia de un ano en un minuto. Probablemente caeria en el oceano. Si lo hiciera en la tierra, las cosas irian mal para quienes estuvieran debajo, pero la mayor parte de la energia seria de nuevo irradiada al espacio con bastante rapidez. Si cae en el agua, la vaporizara. Veamos, ergios convertidos en calorias... Maldita sea, no puedo hacer esa operacion con mi calculadora.

—Yo si —dijo Forrester—. El impacto vaporizaria unos sesenta millones de kilometros cubicos de agua. Seria suficiente para cubrir todos los Estados Unidos con una capa de agua de sesenta y cuatro metros de altura.

—De acuerdo —acepto Sharps—. Asi pues, sesenta millones de kilometros cubicos de agua van a la atmosfera. Lloveria, Harvey. Gran parte de esa agua pasaria por las zonas polares, se helaria, caeria en forma de nieve. En seguida se formarian glaciares que se deslizarian hacia el sur... Si, Harvey. Los historiadores creen que la explosion del Thera cambio el clima de la Tierra. Sabemos que el Tamboura, casi tan potente como el Krakatoa, origino lo que los historiadores del siglo pasado llamaron «el ano sin verano». Hambre, falta de cosechas. Nuestro helado con pasta de chocolate probablemente desencadenaria una era glacial, con todas esas nubes que reflejan calor. La luz del sol llegaria menos a la Tierra. La nieve tambien refleja el calor, con lo que la luz seria aun menor. Haria mas frio, nevaria mas, los glaciares avanzarian hacia el sur porque ya no se funden con tanta rapidez. Es un circulo cerrado.

Todo aquello habia adquirido una tremenda gravedad.

—?Pero como pueden detenerse las eras glaciales? —pregunto Harvey.

Forrester y Sharps se encogieron de hombros al unisono.

—?Asi que mi cometa va a ocasionar una era glacial? —pregunto Hamner.

—No —dijo Forrester—. Estabamos hablando del helado con pasta de chocolate. El cometa es mayor...

—?Mucho mayor?

Forrester hizo un gesto de incertidumbre.

—Tal vez diez veces.

—Si —dijo Harvey, cuya mente era un torbellino de imagenes. Veia glaciares avanzando a traves de campos y bosques, entre vegetacion ya muerta por la nieve. El hielo invadia Norteamerica, cruzaba California, Europa, llegaba a los Alpes y los Pirineos. Invierno tras invierno, cada uno mas frio que el anterior, mas frio que la tremenda helada del invierno 1976-1977. Diablos, y ni siquiera habian mencionado las mareas—. Pero un cometa no sera tan denso como un par de kilometros cubicos de he... he...

La comicidad de la comparacion fue superior a sus fuerzas. Harvey se recosto en su asiento, sin poder contener la risa.

Mas tarde Harvey preparo su cinta, ya a solas, en un decorado del estudio que representaba un despacho, con libros falsos en los estantes y una alfombra raida en el suelo. Sus frases serian intercaladas entre las de Sharps, de manera que al final quedaria una entrevista homogenea.

—Veamos, pues. Los puntos a recordar son los siguientes. En primer lugar, las probabilidades de que alguna parte del cometa Hamner-Brown nos alcance son literalmente astronomicas. A tales distancias, incluso el mismo diablo no podria dar en un blanco tan pequeno como la Tierra. En segundo lugar, si nos alcanzara, probablemente se trataria de varias masas grandes. Algunas de ellas caerian en el oceano, otras chocarian con la tierra, donde los danos serian locales. Pero si el Hamner-Brown entero chocara con la Tierra, seria como si el mismo diablo nos hubiera golpeado repetidas veces con un enorme martillo.

ABRIL: INTERLUDIOS

Hace cincuenta anos, en Atizona: La friccion con el aire hace incandescente la superficie, a medida que el oxigeno de la atmosfera suelda el hierro. De esta gran masa flotante, pedazos chisporroteantes tan grandes como casas salen disparados mientras que el meteoro, viajando en angulo bajo, se aproxima al suelo. Un enorme cilindro de aire supercalentado es impulsado por el meteroide y, al golpear, este aire es impelido hacia el campo circundante, produciendose una violenta explosion que abrasa instantaneamente todo ser vivo en casi doscientos kilometros a la redonda.

Frank W. Lane, La furia de los elementos (Chilton, 1965)

Leonilla Malik garabateo una receta y la entrego a su paciente. Era el ultimo de la manana, y cuando el hombre salio del consultorio, Leonilla saco la botella de Grand Marnier que guardaba en el cajon inferior de su mesa y se sirvio un vasito. El caro licor era un regalo de uno de sus Companeros cosmonautas, y beberlo le proporcionaba una deliciosa sensacion de decadencia. Su amigo tambien le trajo unas prendas interiores de seda, de Paris. Mientras saboreaba el dulce licor, Leonilla penso que nunca habia salido de Rusia. Por mucho que lo intentara, nunca la dejarian salir.

No estaba muy segura de su posicion en el sistema. Su padre habia sido un medico con una reputacion bastante solida entre la elite del Kremlin. Luego vino el «complot de los medicos», una absurda patrana estalinista de que los medicos del Kremlin trataban de envenenar al lider revolucionario de nuestros tiempos, heroe del pueblo, maestro e inspirado dirigente del proletariado mundial, el camarada Josef Vissarionovich Stalin. Su padre y otros cuarenta medicos habian desaparecido en la Lubianka.

Uno de los legados de su padre era un ejemplar del Pravda de 1950, en el que habia subrayado todas las menciones del nombre de Stalin: noventa veces solo en la primera pagina, diez veces como gran lider y seis como gran Stalin.

Leonilla penso que su padre deberia haber envenenado a aquel bastardo. Al fin y al cabo, en el pais habia una larga tradicion en esa practica. En las facultades de medicina sovieticas no se ensenaba el juramento de Hipocrates, pero ella lo habia leido.

Como hija de un enemigo del pueblo, el futuro de Leonilla no se presentaba muy brillante, pero luego advino una nueva era y el doctor Malik fue rehabilitado. A modo de reparacion, Leonilla se libro de un empleo de secretaria en una oscura ciudad ucraniana y fue a la universidad. Su relacion con un coronel de la Fuerza Aerea le sirvio para aprender a volar, y de ahi su extrana y ambigua situacion entre la corporacion de cosmonautas. El coronel ya era general y hacia mucho tiempo que se habia casado, pero seguia ayudandola.

Leonilla no habia estado nunca en el espacio. Se habia entrenado para ello, pero jamas la habian elegido. Entretanto, trataba a los aviadores y sus familiares, volaba siempre que podia y confiaba en que algun dia tendria una oportunidad.

Se oyeron unos golpes en la puerta. El sargento Breslov, un muchacho que no tendria mas de diecinueve anos, orgulloso de ser un sargento del Ejercito Rojo, aunque, naturalmente, ya no se llamaba asi desde que Stalin se vio obligado a darle otro nombre durante lo que el llamo la gran guerra patriotica. Breslov hubiera preferido que siguiera llamandose Ejercito Rojo. A menudo expresaba sus deseos de llevar la libertad al mundo a punto de bayoneta.

—Hay un largo mensaje para ti, camarada capitan. Te han transferido a Baikunyar.

Fruncio el ceno al ver la botella que Leonilla se habia olvidado de guardar.

—De vuelta al trabajo —dijo Leonilla—. Esto hay que celebrarlo. ?Quieres un trago?

Sirvio un vaso a Breslov y este lo bebio en posicion de firmes. Era una forma de demostrar desaprobacion ante los oficiales que bebian antes del almuerzo. Naturalmente, muchos lo hacian, lo que para Breslov era otra indicacion de lo mal que habian ido las cosas desde los tiempos gloriosos del Ejercito Rojo, de los que tanto se jactaba su padre.

Tres horas despues, Leonilla volaba en direccion al aeropuerto espacial. Apenas podia creerlo. Habian llegado ordenes urgentes autorizandola a pilotar un caza de entrenamiento y disponiendo que sus pertenencias se enviaran tras ella. Aquella prisa indicaba que debia tratarse de algo muy importante. Dejo de lado las elucubraciones y se entrego a la alegria de volar. Sola, en los cielos transparentes, sin que nadie mirase lo que hacia por encima de su hombro, sin otros pilotos ansiosos de su oportunidad. Era el extasis. Una sola cosa podria

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