es de dos centimetros y medio. Ahi hay un trozo cortado. Apuesto a que no pueden levantarlo.

La senora Gunderson decidio probarlo. Intento levantarn el trozo de tuberia, que media mas de un metro, pero no pudo moverlo.

—Para que perdieramos liquido refrigerante, esa tuberia tendria que romperse del todo —explico Barry—. No se como podria suceder, pero imaginemos que ocurre. Dentro de la cobertura los hombres estan colocando ahora los tanques para enfriamiento de emergencia. Si, esos grandes objetos. Si desciende alguna vez la presion del agua de los sistemas primarios de enfriamiento, esos tanques lanzan agua a presion elevada, dirigida al mismo nucleo del reactor.

Barry condujo a las visitantes a traves de la estructura, haciendo que reparasen en todo. Les mostro las bombas que mantendrian lleno de agua el deposito del reactor, y el inmenso tanque que contendria el agua para las turbinas.

—Todo esto puede utilizarse para un enfriamiento de emergencia.

—?Cual es la cantidad de agua suministrada? —pregunto la senora Gunderson.

—Unos cuatrocientos litros por minuto. Mas o menos lo que pueden expulsar seis mangueras de jardin.

—Eso no parece mucho. ?Y es todo lo que necesitan?

—Todo cuanto necesitamos. Creame, senora Gunderson, no hay nadie mas preocupado por la seguridad de los ninos que nosotros. La mayor parte de los llamados accidentes, para los que nos preparamos, nunca han ocurrido. Tenemos personal cuyo trabajo consiste en imaginar extranos accidentes, cosas absurdas que estamos seguros de que jamas sucederan, de modo que estemos preparados para cualquier eventualidad.

Barry dejo que las senoras fueran de un lado a otro, inspeccionando las instalaciones, sabiendo que les impresionaria el imponente tamano de todo, como le impresionaba a el. Amaba aquellas plantas de energia. Habia pasado la mayor parte de su vida preparandose para aquel trabajo.

Cuando lo hubieron visto todo, las acompano al centro de visitantes, donde los encargados de relaciones publicas le sustituirian. Confiaba en que hubiera cumplido bien con su cometido. Aquellas personas podian ser de gran ayuda, si querian. Pero tambien podian hacer mucho dano...

—Hay otra cosa que me preocupa —dijo la senora Gunderson—. El sabotaje. Ya se que ustedes han hecho todo lo posible para prevenir accidentes, pero suponga que alguien tratara deliberadamente de... de hacer que estalle la central. Despues de todo, aqui no tienen muchos guardas, y hay un monton de gente loca en este mundo.

—Si, ya hemos pensado en todas las formas en que podrian intentarlo —dijo Barry, sonriente—. Disculpen si no se las cuento.

Las senoras le devolvieron la sonrisa, inseguras. Finalmente, la senora Gunderson pregunto:

—?Esta entonces convencido de que un punado de locos puede danar la planta?

Barry meneo la cabeza.

—No, senora. Estamos convencidos de que nada que puedan hacernos les perjudicara a ustedes, pero nadie puede proteger a la planta en si. Considere las turbinas, por ejemplo. Giran a tres mil seiscientas revoluciones por minuto. Esas hojas giran a tal velocidad que si cayeran unas gotas de agua en las tuberias de vapor, las turbinas se romperian. El patio de maniobras es vulnerable a cualquier idiota que tenga dinamita. No, no podemos impedirles que destruyan la planta, como tampoco podemos impedirles que incendien los tanques de petroleo de una planta de combustible fosil. Lo que podemos hacer es poner los medios para que nadie Ajeno al recinto de la planta de energia reciba dano alguno.

—?Y sus propios operarios?

Barry se encogio de hombros.

—Mire, nadie considera notable que la policia y los bomberos se entreguen a su trabajo —replico—. No se habla mucho de los trabajadores de centrales energeticas. Tal vez seria distinto si la gente viera a uno de nuestros aprendices metido en aceite hasta la cintura para ajustar una valvula, o a un electricista subido a un poste en medio de una tormenta electrica. Haremos nuestro trabajo, senora Gunderson, si nos dejan.

En El Lago, suburbio de Houston, el tiempo era despejado y soplaba un viento calido. La estacion lluviosa habia finalizado, y un centenar de familias disfrutaban del buen tiempo en los jardines traseros de sus casas. En el supermercado se habian agotado las existencias de cerveza.

Activo, hambriento y feliz por estar en casa durante todo un fin de semana, Rick Delanty recogio las hamburguesas de la parrilla y las deposito en los panecillos. Al calor y el humo de su jardin trasero se unia el bullicio de una docena de amigos con sus esposas. A lo lejos se oian los gritos de los ninos que jugaban a algun juego nuevo. Rick penso que los chicos se acostumbraban pronto a pasarlo bien, aunque no lo hicieran muy a menudo. Tener a su padre en casa no era nada especial para ellos.

—...Esa idea no es nada nueva —decia su mujer—. Hace decadas que los escritores de ciencia ficcion empezaron a hablar de grandes colonias espaciales. —Era alta y muy morena, y llevaba el cabello recogido en pequenas trenzas—. Precisamente, Heinlein escribio sobre ellas. —Miro a Rick en busca de confirmacion, pero su marido estaba atareado ante la parrilla, mientras recordaba como era su mujer cuando ambos estudiaban en Chicago.

—No, la idea es nueva —dijo un miembro de cierto club muy selecto. Evan habia estado en la Luna... o casi. Fue el hombre que permanecio en la capsula Apolo—. O'Neill ha calculado el coste economico de construir esas colonias espaciales gigantes. Ha demostrado que podemos hacerlo, que no se trata de cuentos.

—Me gusta —dijo Gloria—. Un proyecto de una familia de astronautas. ?Firmamos un contrato?

—Ya lo hiciste al casarte con el piloto de pruebas —dijo Jane Ritchie.

—Oh, ?estamos casados? —pregunto Gloria—. Evan, ?es posible que los que trabajais en el departamento de entrenamiento seais capaces de cumplir con un horario?

John Baker salio de la casa.

—?Eh, Rickie! Crei que me habia equivocado de casa. Desde ahi afuera no se veia ninguna senal de actividad.

Hubo un coro de saludos, calurosos por parte de los hombres que no habian visto al coronel John Baker desde que se marcho a Washington, y no tan calurosos por parte de las mujeres. Baker habia conseguido divorciarse despues de su mision. Ocurria con muchos astronautas, y el regreso de Baker a Houston despertaba en los otros curiosidad.

Baker saludo a todos con la mano y luego olisqueo.

—?Hay uno de esos bocadillos para mi?

—Tomare nota de su pedido, senor, pero a menos que haya una cancelacion...

—?Por que no sirves nunca pollo frito?

—No quiero parecer poco original, porque yo soy...

—Negro —dijo Johnny Baker.

—?Eh? —Rick se miro las manos con aparente consternacion—. No, eso es solo grasa de hamburguesa.

—?Sabes a quien van a elegir para el vuelo de observacion del cometa? —pregunto Evan.

—No tengo ni idea —dijo Baker—. Nadie habla de ello en Washington.

—Diablos, van a enviarme a mi —declaro Rick Delanty—. Lo se de buena fuente.

Baker se quedo inmovil, con su lata de cerveza a medio abrir. Otros tres hombres que se encontraban cerca dejaron de hablar, y las esposas contuvieron el aliento.

—Fui a ver a una adivina en Texarkana, y ella...

—?Por Dios, dame su nombre y direccion, rapido! —exclamo Johnny. Los otros se limitaron a sonreir y reanudaron su conversacion—. Has hecho algo terrible —susurro Johnny, y se rio por lo bajo.

—Si —dijo Rick sin la menor verguenza. Empezo a dar la vuelta a las hamburguesas con una espatula de largo mango—. ?Por que no nos lo diran antes? Nos tienen a doce de nosotros bajo entrenamiento durante semanas y aun no dicen ni una palabra. Y este sera el ultimo vuelo para todos hasta que terminen el proyecto de la lanzadera espacial. Hace seis anos que estoy en la lista y no he subido ni una sola vez. A veces me pregunto si vale la pena. —Dejo la espatula a un lado y anadio—: Me lo pregunto, y entonces me acuerdo de Deke Slayton.

Baker asintio. Deke Slayton fue un miembro del primer grupo de siete, uno de los primeros astronautas que eligieron, y no volo hasta el encuentro entre el Apolo y el Soyuz en el espacio. Pasaron trece anos antes de que le

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