La carretera se extendia hacia el norte, a traves de plantaciones de naranjos y almendros que bordeaban el lado oriental del valle San Joaquin. A veces ascendia por colinas bajas o serpenteaba entre ellas, pero durante la mayor parte del camino el panorama a la izquierda era el de una vasta planicie en la que destacaban los edificios de granjas y los terrenos cultivados, cruzados por canales, y que se perdia en el horizonte. Los unicos edificios de gran tamano eran los de la central nuclear San Joaquin, todavia en construccion.

Al llegar a Porterville, Harvey Randall giro a la derecha y enfilo hacia el este, en direccion a las estribaciones. Al salir de una curva cerrada pudo ver por un momento el paisaje de la magnifica Sierra Alta con las cumbres aun cubiertas de nieve. Finalmente encontro el desvio a la carretera secundaria y poco despues estuvo ante una valla en cuya puerta de acceso no habia senal alguna. Acababa de pasar una camioneta de correos, y el conductor regresaba para cerrar la puerta. Era un hombre de largos cabellos y poblada barba.

—?Se ha perdido? —pregunto el cartero.

—Creo que no. ?No es este el rancho del senador Jellison?

El cartero se encogio de hombros.

—Eso dicen. Yo nunca le he visto. ?Cerrara usted la puerta?

—Desde luego.

—Bueno, hasta la vista.

El cartero volvio a su camioneta. Harvey cruzo la entrada, se bajo del coche y cerro la valla, siguiendo el camion por el camino polvoriento hasta lo alto de la colina, donde se levantaba una casa de madera blanca. Alli el camino se dividia. La rama derecha conducia a un granero y una serie de pequenos estanques comunicados entre si, sobre los que se alzaban altos riscos de granito. Habia varios grupos de naranjos y mucho terreno de pastos. Algunas piedras enormes, mas grandes que una casa suburbana de California, se habian desprendido de los riscos y yacian entre los pastos.

Una mujer robusta salio de la casa y saludo al cartero agitando el brazo.

—?El cafe esta caliente, Harry!

—Gracias. Feliz dia de entrega de basura.

—Vaya, ?otra vez? ?Tan pronto? Bueno, ya sabes donde ponerla. —La mujer avanzo hasta el furgon de Randall—. ?En que puedo servirle?

—Busco al senador Jellison. Soy Harvey Randall, de la NBS.

La senora Cox asintio.

—Le estan esperando arriba, en la casa grande. —Senalo hacia la parte izquierda del camino—. Tenga cuidado al aparcar, y este atento a los gatos.

—?Que es eso del dia de entrega de basura? —pregunto Harvey.

El rostro de la senora Cox, suspicaz hasta entonces, se volvio impenetrable.

—Nada importante —dijo, regresando al porche. El cartero ya habia desaparecido en el interior de la casa.

Harvey se encogio de hombros y puso en marcha el vehiculo. El camino discurria entre vallas de alambre espinoso. A la izquierda habia naranjos y a la derecha mas pastos. Al doblar una curva aparecio la casa. Era grande, con paredes de piedra y tejado de pizarra, un edificio solido, de construccion irregular, que no parecia apropiado para aquella region remota. Estaba enmarcado por mas riscos, y, a traves de un canon, podia verse la Sierra Alta, a lo lejos.

Estaciono el vehiculo cerca de la puerta trasera. Cuando se disponia a dar la vuelta para entrar por el gran porche frontal, se abrio la puerta de la cocina.

—Hola —le saludo Maureen Jellison—. No es necesario que de la vuelta. Entre por aqui.

—Muy bien. Gracias.

Era tan encantadora como Harvey la recordaba. Llevaba unos pantalones de color canela, bastante toscos, y zapatos de tacon alto, no muy adecuados para el campo pero buenos para andar. Sus cabellos pelirrojos parecian recientemente peinados. Le llegaban a los hombros, ondulados y algo rizados en las puntas. El sol se reflejaba en ellos.

—?Le ha costado llegar hasta aqui? —pregunto ella.

—No. Ha sido un viaje bastante agradable.

—A mi me gusta mucho el recorrido hasta aqui desde Los Angeles. Pero supongo que le apetecera tomar algo. ?Que desea beber?

—Un whisky, gracias.

Maureen le invito a pasar. La cocina era muy moderna y tenia un armario lleno de botellas de licor. La muchacha cogio una botella de escoces y luego trato de despegar el hielo de la bandeja.

—Siempre esta demasiado helado cuando llegamos —explico—. Este es un rancho de trabajo, y los Cox no tienen tiempo para venir aqui y poner las cosas en orden. Tome. Estaremos mejor en la otra sala.

Acompano a Randall al salon de la casa. A traves de los ventanales se veia una amplia terraza. Harvey penso que era una habitacion agradable. Las paredes estaban recubiertas de madera clara, y los muebles eran de estilo ranchero, no muy apropiados para una casa tan solida como aquella. Habia fotografias de perros y caballos en casi todas las paredes, y un estuche con cintas y trofeos, la mayoria ganados por caballos, pero tambien por reses.

—?Donde estan los demas? —pregunto Harvey.

—De momento estoy yo sola —dijo Maureen.

Harvey reprimio con firmeza el pensamiento que acudio a su mente.

—El senador ha tenido que asistir a una votacion. Pasara la noche en Washington y llegara aqui por la manana. Ha dicho que le ensene todo esto. ?Quiere otra copa?

—No, gracias. Con una es suficiente. —Dejo el vaso pero lo cogio de nuevo al ver que lo habia depositado sobre una mesita de madera muy fina. Limpio el circulo de agua con la mano—. Menos mal que el equipo no ha venido conmigo. Tenian que terminar un trabajo y confiaba en que podriamos filmar al senador Jellison manana por la manana, pero por si acaso he traido los trastos. En otro tiempo fui un camara bastante bueno. El equipo vendra a primera hora, y habia pensado en pasar la velada hablando con el senador, para saber lo que quiere decir ante las camaras...

Harvey penso que estaba hablando por hablar, lo cual era estupido.

—Bueno, ?quiere que le ensene el rancho? —pregunto Maureen. Miro los pantalones de pana de Harvey y sus botas—. No es necesario que se cambie. Si esta dispuesto a una dura caminata, le mostrare el mejor panorama del valle.

—De acuerdo, vamos alla.

Salieron de la cocina y cruzaron el naranjal. Un arroyo corria a su izquierda.

—Ahi se puede nadar muy bien —dijo Maureen—. A lo mejor, si volvemos pronto, nos daremos un chapuzon.

Llegaron a una valla. Maureen aparto el alambre espinoso y la salvo sin esfuerzo. Luego se volvio para observar a Harvey. Sonrio cuando le vio tras ella, sin duda satisfecha de su eficiencia.

Al otro lado de la valla crecia libremente la maleza. El camino se hacia empinado, y habia huellas de conejos y cabras. Subieron bastantes metros antes de llegar a la base de un gran risco granitico, que tendria por lo menos sesenta metros de altura.

—Ahora tenemos que ir hacia la izquierda —dijo Maureen—. A partir de aqui el camino es dificil.

Harvey penso que era mas duro de lo que habia creido, pero no iba a permitir que una aristocrata washingtoniana le diera lecciones. Al fin y al cabo, estaba muy acostumbrado al aire libre.

No habia salido de excursion con una muchacha desde que Maggie Thompkins murio al tropezar con una mina en Vietnam. Maggie fue una reportera activa, siempre en pos de la noticia directa. No le interesaba sentarse en un bar y obtener el material de tercera o cuarta mano. Harvey habia ido con ella al frente, y en una ocasion habian tenido que alejarse juntos de las lineas de retaguardia del Vietcong. Si no hubiera muerto... Harvey desecho tambien aquel pensamiento. Habia transcurrido mucho tiempo.

Avanzaron a gatas a traves de una hendidura en las rocas.

—?Sube aqui con frecuencia? —pregunto Harvey, procurando que su voz no reflejara tension.

—Solo lo hice otra vez —confeso Maureen—. Papa me dijo que no lo hiciera sola.

Finalmente llegaron a la cumbre. Harvey comprobo que no estaban en lo alto de una montana, sino en el extremo de un cerro que se extendia hacia el sudeste, en direccion a Sierra Alta. Un estrecho sendero conducia a

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