Baker se sintio satisfecho. Poco antes del lanzamiento habia sido ascendido, para que tuviera el mismo rango que el cosmonauta sovietico. El presidente le habia puesto una sola condicion al hacerle entrega de las estrellas militares. «No se burle del nombre de su colega ruso. Resista la tentacion.» Y el se lo habia prometido al presidente, pero iba a resultarle dificil mantener su promesa. Pieter Jakov no tenia un doble significado en ruso, pero el camarada general Jakov hablaba un ingles muy bueno, como Baker sabia por su reunion de toma de contacto en Houston. Tambien habia conocido a la otra, una chica atractiva... pero solo la habia visto en Rusia. Oficialmente, habia estado muy ocupada para viajar a Estados Unidos.

—Ahora vamos a encontrar ese maldito cubo de basura, teniente coronel Delanty —dijo Baker—. Es bonito el panorama desde aqui, ?verdad?

—Desde luego.

Delanty atisbo a traves de la mirilla. Muchas veces le habian mostrado todo aquello en simuladores de vuelo. Habia Visto peliculas, y los demas astronautas hablaban constantemente del espacio. Les hacian zambullirse bajo el agua, vestidos de hombres rana, para simular la falta de gravedad. Pero no habia nada comparable a la realidad.

Delante de ellos estaba la absoluta negrura del espacio, y las estrellas brillaban aunque, abajo, el sol iluminaba la Tierra. Pasaron por encima de islas atlanticas y vieron aproximarse la linea costera de Africa, que parecia un mapa con trozos de algodon pegados a modo de nubes. Luego, hacia el norte, aparecio Espana y el mar Mediterraneo, y poco despues la hendidura de un verde oscuro que cruzaba los desiertos de Egipto, el Nilo con todas sus curvas y pliegues.

Entraron en la zona donde se ponia el sol y vieron las luces de las fabulosas ciudades de la India.

Estaban por encima de la oscuridad, a la altura de Sumatra, cuando Delanty observo la senal en su pantalla de radar.

—Ya esta —dijo—. El laboratorio del Martillo.

—Si —asintio Baker. Miro los instrumentos y vio que se acercaban lentamente a la capsula. La alcanzarian al alba, sobre el Pacifico, tal como habia predicho el ordenador electronico de Houston. Esperaron y, finalmente, Baker dijo—: Preparemonos para la accion. Hemos de dar alcance a nuestra casa. —Conecto el transmisor—: Goldstone, aqui el Apolo. Tenemos al laboratorio del Martillo dentro del campo visual, y estamos iniciando la maniobra final de acoplamiento.

—Apolo, aqui Houston. ?Que ha dicho que estaba en su campo visual? Interrogativo.

—El laboratorio del Martillo —dijo Baker. Miro a Delanty y sonrio. Oficialmente era el «Laboratorio Espacial Dos», pero ?quien le llamaba asi?

Se acercaron rapidamente, pero a los astronautas, que avanzaban a una velocidad de ocho kilometros por segundo, les parecia lento. Llego el momento y Delanty se encargo personalmente de dirigir el Apolo. Los reactores aproximaron mas la nave a su objetivo: un gran cubo de basura de acero, de doce metros de largo por tres de diametro, con ventanillas a los lados, una esclusa de aire y escotillas de acoplamiento en cada extremo.

—El laboratorio espacial de clase economica —musito Baker—. Esta moviendose para colocarse en posicion horizontal. Voy a establecer esa rotacion en cuatro minutos ocho segundos.

Lo primero que debia hacer para encajar perfectamente con el laboratorio del Martillo era situar las toberas de maniobra para que la capsula rotara con el objetivo. Luego debia aproximarse mas a la nave y esperar la oportunidad, hasta que la gran sonda de ensamblaje del Apolo pudiera penetrar en el agujero situado en el extremo del laboratorio del Martillo... De nuevo estaban envueltos por la negrura. Rick estaba asombrado de lo larga que habia sido la operacion de conducir la capsula cuando la distancia no parecia superior a un par de kilometros. Naturalmente, ellos tambien habian avanzado veintidos mil kilometros en los mismos cincuenta minutos...

Al alba, Rick estaba dispuesto. Avanzo un poco, otro poco, maldijo, siguio un poco mas adelante y noto el ligero contacto de las dos naves. Los instrumentos indicaron que el contacto se habia establecido en el centro, y Rick empujo con fuerza...

—?Ha dejado de ser virgen! —grito.

—Houston, aqui el Apolo. Hemos ensamblado. Repito, hemos ensamblado —dijo Baker.

—Ya lo sabemos —respondio una voz seca desde tierra—. El microfono del coronel Delanty estaba abierto.

—Vaya por Dios —musito Rick.

—Apolo, aqui Houston, sus colegas se aproximan. Estan ustedes en el campo visual del Soyuz. Repito, el Soyuz tiene contacto visual.

—Recibido el mensaje, Houston. —Baker se volvio a Rick—. Ahora encargate de estabilizar a esta madre mientras yo hablo amistosamente con el hermano asiatico... y la hermana. Soyuz, Soyuz, aqui Apolo. Corto.

—Apolo, aqui Soyuz —dijo una voz masculina. El ingles de Jakov era gramaticalmente perfecto, y casi sin acento. lo habia estudiado con maestros de habla norteamericana, no britanicos—. Apolo, copiamos sus operaciones. ?Ha completado su maniobra de ensamblaje? Interrogativo. Corto.

—Estamos acoplados al laboratorio del Martillo. Podemos acercarnos con seguridad. Corto.

—Apolo, aqui el Soyuz. ?Con la expresion «laboratorio del Martillo» se refiere al laboratorio espacial dos? Interrogativo. Corto.

—Afirmativo —respondio Baker.

Delanty sabia que estaba utilizando demasiado combustible. Solo un perfeccionista se habria percatado de ello. La maniobra estaba dentro de los limites de error incorporados al programa de Houston. Pero Rick Delanty lo tenia todo en cuenta.

Finalmente quedaron estabilizados, el Apolo con el morro introducido en el orificio de ensamblaje situado en el extremo del cubo de basura llamado laboratorio del Martillo, sin bambolearse ni rotar. El Apolo avanzo a ocho kilometros por segundo. Baker y Delanty, sentados en sentido inverso al de la marcha, giraban en torno a la Tierra, dando una vuelta completa cada noventa minutos.

—Listo —dijo Rick—. Ahora veamos como lo hacen ellos.

Baker activo un sistema de television. Habia un cable conector en el mecanismo de ensamblaje, y la imagen aparecio perfectamente nitida: una vista del Soyuz, macizo y mas cercano de lo que habian esperado, que se iba aproximando al otro extremo del laboratorio del Martillo. El Soyuz fue haciendose mayor, se bamboleo ligeramente en su orbita, mostrando su considerable volumen. Era mucho mas grande que el Apolo. Los sovieticos habian utilizado siempre sus enormes secciones propulsoras militares para ayudar a la realizacion de su programa espacial, mientras que la NASA disenaba y construia un equipo especial.

—Espero que esa buena madre no se haya olvidado del almuerzo —dijo Delanty—. De lo contrario vamos a pasar hambre.

Baker asintio y siguio observando.

El Soyuz era esencial para la mision del laboratorio del Martillo, pues contenia la mayor parte de los viveres. El laboratorio estaba lleno de instrumentos, pelicula y material para experimentos, pero solo tenia alimentos, agua y aire para algunos dias. Necesitaban el Soyuz para permanecer a la espera del cometa Hamner-Brown.

—A lo mejor pasaremos hambre de todos modos —dijo Johnny Baker. Miro con preocupacion la pantalla y las maniobras del vehiculo sovietico.

Aquella observacion resultaba penosa. El Soyuz se movia torpemente, como una ballena muerta a impulsos del oleaje. Cabeceo violentamente contra la camara y retrocedio con igual violencia. Se bamboleo y casi se detuvo. Lo intento de nuevo, pero tampoco acerto.

—Y ese es su mejor piloto —murmuro Baker.

—Yo tampoco lo hice muy bien...

—Tonterias. El objetivo estaba rotando, pero ahora estamos tan estabilizados como un tranvia. —Baker miro un poco mas y meneo la cabeza—. No es culpa suya, desde luego, sino de los sistemas de control. Nosotros tenemos computadores a bordo, y ellos no. Pero es una verguenza.

Los surcos del rostro color caoba de Rick Delany se intensificaron.

—No se si voy a poder aguantarlo mucho mas, Johnny.

Aquel espectaculo era atroz para ambos astronautas. Sentian una comezon en los dedos, unas ganas imperiosas de sustituir a sus colegas al frente de la maniobra. Tales tensiones son las que sienten los conductores

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