—Solo quiero estar preparado —dijo Alim.

Y aquel maldito cometa... Mejor seria tener pistolas y municion para la noche y el dia siguiente. Y tambien comida. El mismo la conseguiria, para no molestar a los hermanos.

Por lo menos, si caia el cometa, estarian a bastante altura.

El patrullero Eric Larsen habia llegado a Los Angeles procedente de Topeka, con un grado universitario en lengua inglesa y el ferviente deseo de escribir guiones para television y cine. La necesidad de mantenerse y una imprevista oportunidad le hizo ingresar en el departamento de policia de Burbank. Se dijo a si mismo que seria una valiosa experiencia. ?Grandes guionistas, como Joseph Wambaugh, habian sacado un excelente partido a su carrera policial! Y Eric podia escribir, al menos eso era lo que garantizaba su titulo.

Tres anos mas tarde todavia no habia escrito un solo guion, pero tenia confianza en si mismo, curiosas historias que contar y una mejor comprension tanto de la naturaleza humana como de la industria cinematografica y televisiva. Tambien habia madurado mucho. Habia vivido con una mujer, se habia comprometido en un par de ocasiones y habia vencido su incapacidad de tener libres amistades con muchachas, aun cuando no habia perdido su fuerte tendencia a idealizar a las mujeres. A Eric le heria ver a las jovenes que huian de su casa y eran explotadas por los hampones callejeros. No dejaba de pensar en que podrian haberse convertido.

Tambien aprendio la vision policial del mundo: toda la humanidad se divide en tres partes: policias, chorizos y civiles. Todavia no habia adoptado una actitud de desprecio hacia los civiles. Eran las personas a las que se suponia que debian proteger, y tal vez aquella actitud se debia ademas a que el no era un policia de carrera —aunque en Burbank no lo sabian— y podia tomar en serio su trabajo. Los civiles le pagaban. Un dia el seria uno mas de ellos.

Habia aprendido a maldecir el sistema judicial, aunque conservaba suficiente objetividad literaria para admitir que no sabia con que sustituirlo. Algunas personas podian ser «rehabilitadas». No muchas. La mayoria de los chorizos no eran mas que eso, y lo mejor que se podria hacer con ellos seria llevarlos a la isla San Nicolas y abandonarlos alli, para que se mataran entre si. El problema estribaba en que no siempre se podia saber cuales debian ser apartados para siempre de la sociedad y cuales podrian encajar de nuevo en la misma. A menudo se enfrascaba en discusiones sobre el particular con sus colegas. Sus companeros policias le llamaban «el profesor», y bromeaban con sus ambiciones literarias y el diario intimo que llevaba. Pero Eric se llevaba bien con casi todo el mundo, y su sargento le habia recomendado para su promocion al grado de inspector.

El cometa fascinaba a Eric, y habia leido todo cuanto pudo sobre el. Ahora dominaba el firmamento, manana habria pasado. Eric patrullaba con su companero por las calles de Burbank, extranamente activas. La gente iba de un lado a otro, amontonando objetos en remolques, haciendo cosas dentro de sus casas. Habia mucho trafico.

—Tengo ganas de que pase todo esto —dijo su companero, el inspector Harris. Era un policia de la cabeza a los pies. El brillante espectaculo luminoso que tenia lugar en los cielos no era mas que otro problema para el. El espectaculo era bonito, y cuando hubiera pasado el miraria las peliculas sobre el fenomeno. Pero de momento era una especie de patada en la espinilla.

—Coche cuarenta y seis —se oyo por la radio—. Vean a la mujer de Alamont ocho, nueve, siete, seis. Informa de gritos en el piso por encima del suyo. Utilicen el codigo tres.

—Diez, cuatro —dijo Eric al microfono. Harris ya habia girado en redondo.

—No se trata de una pelea familiar —dijo Harris—. Son apartamentos de solteros. Probablemente algun tipo no acepta un no por respuesta.

El coche se detuvo ante el edificio de apartamentos. Era una casa grande y lujosa, con piscina y sauna. Arboles del caucho se elevaban a ambos lados de la entrada. Tras las puertas de vidrio del vestibulo esperaba, de pie, una muchacha con una bata de noche de seda azul. Parecia asustada.

—Es en el tres, catorce —les informo—. ?Era horrible! Gritaba pidiendo auxilio...

El inspector Harris se detuvo un instante para mirar el buzon del apartamento 314. Leyo «Colleen Darcy». Fue el primero en subir las escaleras, blandiendo la porra que acababa de desenfundar.

Los apartamentos del tercer piso daban a un corredor interior. Eric recordo haber visto el edificio desde el otro lado. Tenia unos pequenos balcones individuales, con unas mamparas que los ocultaban desde la calle. Probablemente eran buenos sitios para que las chicas tomaran el sol. El corredor estaba recien pintado, y todo daba la impresion de un edificio agradable, un buen sitio para albergar a jovenes solteros. Naturalmente, los mejores apartamentos estarian al otro lado, frente a la piscina.

El corredor estaba en silencio. No podian oir nada a traves de la puerta del 314.

—?Y ahora que? —pregunto Eric.

Harris se encogio de hombros y luego dio unos fuertes golpes con la mano en la puerta. No hubo respuesta. Llamo de nuevo.

—Abran a la policia. ?La senorita Darcy?

Tampoco hubo respuesta. La muchacha que les habia llamado subia las escaleras detras de ellos.

—?Esta segura de que se encuentra ahi dentro? —pregunto Eric.

—?Si! Estaba gritando.

—?Donde esta el encargado?

—No esta aqui. Le llame, pero no habia nadie.

Eric y su companero intercambiaron miradas.

—?Gritaba pidiendo socorro! —dijo la joven llena de indignacion.

—Probablemente tendremos problemas por hacer esto —murmuro Harris. Se hizo a un lado, comunicando a Eric por gestos lo que pensaba hacer. Entonces saco su revolver reglamentario.

Eric retrocedio, alzo un pie y pateo la puerta cerrada, una y otra vez. La puerta cedio y Eric se precipito al interior del apartamento, haciendose rapidamente a un lado, tal como le habian ensenado.

Habia una sola habitacion, y algo sobre la cama. Mas tarde Eric pensaria que solo habia pensado eso: «algo». Parecia tan pequena como una muchacha veinteanera...

Habia sangre en la cama y en el suelo. La estancia olia a perfume caro.

La muchacha estaba desnuda. Eric vio sus largos cabellos rubios, extendidos cuidadosamente sobre la almohada. El pelo estaba manchado de sangre. Uno de los pezones habia desaparecido. La sangre rezumaba de las punzadas debajo de la carne desgarrada. Alguien habia hecho dibujos en la sangre, trazando una flecha hacia abajo para senalar el oscuro vello pubico. Alli habia mas sangre.

Eric sintio nauseas y contuvo el aliento. Su companero entro en la habitacion.

Harris echo un vistazo a la cama y aparto la vista en seguida. Sus ojos registraron la habitacion, no vio a nadie, y luego busco las puertas. Habia una puerta al otro lado de la estancia, y Harris se dirigio a ella. En aquel momento se abrio la puerta, que pertenecia a un armario empotrado, y un hombre salio precipitadamente, lanzandose hacia el corredor. Paso al lado de Joe Harris, en direccion a la mujer que habia llamado a la policia y que ahora gritaba aterrorizada.

Eric aspiro hondo, se domino y corrio a interceptar al intruso. Este tenia un cuchillo manchado sangre. Lo alzo, senalando con la punta hacia Eric, el cual desenfundo su pistola y la apunto al pecho del hombre. Tenso el dedo sobre el gatillo.

El hombre levanto los brazos, dejando caer el cuchillo. Luego se arrodillo, sin decir nada.

La pistola de Eric seguia los movimientos del hombre. El dedo volvio a tensarse sobre el gatillo. Una leve presion y... ?No! Soy un policia, no un juez ni un jurado.

El hombre mantenia sus manos en actitud suplicante, casi como si rezara. Cuando Eric se acerco, vio sus ojos. En su mirada no habia terror, ni siquiera odio. Tenia una curiosa expresion, que era a la vez de resignacion y de satisfaccion, y que no cambio lo mas minimo cuando miro mas alla de Eric Larsen, a la muchacha muerta.

Mas tarde, despues de que hubieran llegado los detectives y el forense, Eric Larsen y Joe Harris llevaron a su prisionero a la carcel municipal de Burbank.

Mientras estaban interrogando al prisionero se presento un abogado que vivia en el edificio de apartamentos, diciendo a gritos que la policia no tenia derecho a hacerle confesar. Aconsejo al hombre que se mantuviera en silencio. El se echo a reir.

—Tiene que llegar vivo a su destino —dijo el abogado en voz quejumbrosa.

Eric y Harris hicieron subir al prisionero al coche patrulla. Al dia siguiente lo enviarian a la prision del condado de Los Angeles.

Desde su detencion el hombre no habia abierto la boca. Los policias sabian como se llamaba por los

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