Corrigan asintio.

—Parece como si esta vez fuera su gran ocasion. Mira, ya llegan las camaras de television.

Cuando vieron a los chicos de la tele, los predicadores redoblaron sus esfuerzos. El himno se detuvo un momento y empezo de nuevo: «Dios mio, estoy mas cerca de Ti.» Los predicadores tenian que hablar rapido, y a veces se interrumpian a mitad de frase para evitar a la policia. Los uniformes azules iban a la caza de las tunicas blancas mientras sonaban las bocinas de los coches y se oian los gritos de los conductores.

—Sera un dia memorable —dijo Corrigan.

—Les va a costar despejar todo esto.

—Si.

Desde luego, el atasco de trafico tardaria mucho en resolverse. Demasiados coches habian sido abandonados. Muchas personas se movian entre los coches, con camisas deportivas estampadas o trajes de franela gris que destacaban entre las tunicas blancas y los uniformes azules. Algunos conductores iban con ropas de trabajo. Muchos sentian tentaciones de cometer un asesinato. Otras habian cerrado sus coches e ido en busca de una cafeteria. El supermercado cercano estaba vendiendo grandes cantidades de cerveza. Aun asi, mucha gente se apinaba en las aceras y rezaba.

Entraron dos policias en el establecimiento. Eileen y Corrigan les saludaron. Ambos solian patrullar por la vencindad, y el mas joven, Eric, a menudo tomaba cafe con Eileen en una cafeteria cercana. A Eileen le recordaba su hermano menor.

—?Tienen unas tijeras para cortar hierro? —pregunto el inspector Harris, yendo al grano de inmediato—. Tenemos un trabajo pesado.

—Creo que si —dijo Corrigan. Cogio un telefono y oprimio un boton. Espero, pero no hubo respuesta—. Vaya, el personal del almacen esta afuera contemplando el espectaculo. Ire a por ellas.

—?No tienen llaves? —pregunto Eileen.

—No. —Larsen le sonrio—. Se libraron de ellas antes de venir aqui. —Entonces meneo la cabeza, con preocupacion—. Si no logramos que esos locos se vayan en seguida habra tumultos. No hay forma de protegerlos.

El otro policia solto un bufido.

—A mi me importa un rabano lo que les pase. Son estupidos. A veces creo que los estupidos heredaran la Tierra.

—Desde luego. —Eric Larsen se detuvo ante la ventana y observo a los Guardianes, mientras silbaba distraidamente entre dientes Adelante, soldados cristianos.

Eileen solto una risita.

—?En que piensa, Eric?

—?Eh? —La miro con expresion timida.

—El profesor esta escribiendo un guion de cine —dijo Harris.

Eric se encogio de hombros.

—De television. Imagine a James Garner inmovilizado ahi afuera. Esta buscando a un asesino. Uno de los conductores ha salido dispuesto a cometer un crimen. Lo hace, coge una sabana y una cadena, y nosotros llegamos para llevarnoslo antes de que Garner pueda encontrarlo.

—Dios mio —dijo Harris.

—Me ha parecido bastante bueno —dijo Eileen—. ?Ya quien mata?

—Pues le mata a usted.

—Oh.

—Con el asesinato de la chica de anoche tengo bastante para los proximos veinte anos.

Por un momento Eric parecio como si le hubieran dado un golpe en la nuca.

Joe Corrigan regreso con cuatro pares de tijeras para hierro. Los policias le dieron las gracias. Harris garabateo su nombre y numero de placa en un papel y entrego dos pares a Eric Larsen. Salieron para distribuir las herramientas a los otros policias, y los uniformes azules avanzaron a lo largo de la cadena, liberando a los de las tunicas blancas y encadenandolos de nuevo con esposas. A empellones, reunieron a los Guardianes en la acera. Algunos se resistieron, pero la mayoria obedecieron sin rechistar.

Corrigan alzo la vista, sorprendido.

—?Que era...?

—?Eh? —Eileen miro vagamente alrededor de la oficina.

—No lo se.

Corrigan fruncio el ceno, tratando de recordar, pero la vision habia sido demasiado vaga, como si las nubes se hubieran apartado para revelar el sol durante breves momentos y se hubieran cerrado de nuevo. Pero no habia nubes. Era un brillante dia de verano, sin nubes.

Era una hermosa casa, bien planeada en la que los dormitorios se extendian como un brazo, partiendo de la enorme sala de estar. Alim Nassor siempre habia deseado poseer una chimenea. Podia imaginar las fiestas en una sala como aquella, los hermanos y hermanas chapoteando en la piscina, el rumor de las conversaciones, el olor de marihuana suficiente para hacerle a uno volar aunque no fume, una camioneta descargando innumerables pizzas... Algun dia tendria una casa asi. De momento, estaba atracando aquella.

Harold y Hannibal juntaban piezas de plata sobre una sabana. Gay estaba buscando la caja fuerte, a su manera particular: de pie en medio de la estancia, miraba lentamente a su alrededor, luego miraba detras de los cuadros o levantaba la alfombra... Pasaba a otra habitacion, se ponia en el medio, miraba alrededor y abria los armarios... Hasta que encontro la caja fuerte empotrada en cemento, bajo la alfombra de un ropero. Saco el taladro de su estuche.

—Enchufa esto —dijo.

Alim obedecio. Acataba ordenes cuando era necesario.

—Si esta vez no encontramos nada, se acabo buscar las cajas fuertes —ordeno.

Gay hizo un gesto de asentimiento. Habian abierto cuatro cajas fuertes en otras tantas casas, y todas estaban vacias. Parecia como si todo el mundo en Bel Air hubiera depositado sus joyas en bancos o las hubieran llevado consigo.

Alim regreso a la sala de estar para mirar a traves de las transparentes cortinas. Era un brillante dia de verano, sin nubes, en el que todo permanecia quieto. No habia nadie a la vista. La mitad de las familias se habian ido a las colinas, y el resto de los hombres estaban haciendo las cosas que sabian hacer para poseer casas como aquella, y cualquiera que permaneciese en su casa debia estar contemplando la television para ver si los locutores habian cometido un error. Aquella clase de personas eran las que temian al cometa. Pero la gente como Alim, o la madre de Alim, que se ganaba la vida fregando suelos y tenia las rodillas destrozadas, o incluso el tendero a quien el le habia disparado, aquella gente que tenia algo real que temer, no se preocupaba por la apariencia de una maldita luz en el cielo.

Bien, la calle estaba vacia. Trabajaban sin sudar y recogian un botin considerable. Al diablo con las joyas. Habia objetos de plata, cuadros, receptores de television que oscilaban entre diminutos y enormes, dos o tres en cada casa. Habian almacenado en el camion un ordenador electronico domestico y un gran telescopio, cosas extranas, dificiles de vender, y media docena de maquinas de escribir. Generalmente recogian tambien algunas armas, pero esta vez no. Los blancos en desbandada se habian llevado las armas.

—?Mierda! Eh, hermanos...

Alim fue corriendo, y casi tropezo con Hannibal en la puerta.

Gay habia abierto la caja fuerte y estaba sacando bolsas de plastico. Era un material que no podia guardarse en la boveda acorazada de ningun banco. Tres bolsas de marihuana de primera calidad. Oh, senor Blanco, ?estaban sus vecinos enterados de esto? Habia tambien pequenas cantidades de drogas mas duras: coca, hashish oscuro y un frasquito que podria contener aceite de hashish, pero no tenia ninguna etiqueta y seria una locura probarlo. Gay, Harols y Hannibal no podian ocultar su alegria. Gay busco papeles y empezo a preparar un porro.

—?Basta! —Alim golpeo las manos de Gay, tirando al suelo el papel y la hierba—. ?Os habeis vuelto locos? ?Quereis drogaros en medio del trabajo, cuando todavia nos quedan cuatro casas por visitar? ?Dadme todo eso! ?Todo! Quereis una fiesta. Muy bien, tendremos una buena fiesta cuando estemos libres en casa.

A los demas no les hizo ninguna gracia la reprimenda, pero entregaron las bolsas a Alim y este las guardo en los bolsillos de su holgada guerrera. Luego salieron de la casa, cargados con cuatro pesados bultos envueltos

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