epoca en que vivia era emocionante, y a Sharps le encantaba.

Un reloj digital senalaba los segundos. Un panel de vidrio con un mapamundi mostraba la posicion actual de la capsula Apolo.

Sharps recordo que deberia decir Apolo-Soyuz y sonrio, porque si uno no hubiera sido lanzado, el otro tampoco lo habria sido. La rivalidad entre sovieticos y norteamericanos aun servia, a veces, para algo, para obligar a la cooperacion entre ambos, por lo menos. Lastima que tuvieran problemas con las comunicaciones. En el laboratorio espacial, el «laboratorio del Martillo» como le llamaban familiarmente, se producian perdidas de energia. No habian previsto aquello, pero deberian haberlo hecho. No pudieron prever que el cometa se acercaria tanto cuando efectuaron el lanzamiento de las capsulas espaciales.

—?A que distancia? —pregunto Sharps.

Forrester alzo la vista de la consola del ordenador.

—Es dificil decirlo. —Paso los dedos por el teclado, como si tocara el organo—. Si esa ultima informacion no hubiera llegado mutilada lo sabria. El mejor calculo lo situa todavia a mil kilometros, suponiendo que fuera cierta aquella lectura confusa, y si la que yo envie porque no coincidia con las otras esta equivocada. Hay muchos condicionantes.

—Si.

—Estoy tomando fotos... filtro numero treinta y uno... a mano...

Apenas pudieron reconocer la voz de Rick Delanty.

—Uno de tus logros —dijo Dan Forrester.

—?Mio? ?Cual es?

—Conseguir que el primer astronauta negro participara en una mision —dijo Forrester, pero hablo distraidamente, porque se estaba fijando en los rasgos ondulantes que aparecian en el osciloscopio. Apreto unos botones y una de las imagenes de television mejoro enormemente.

Charlie Sharps miro la nube que se aproximaba. La vio solo como un conjunto de tonos grises no muy contrastados, pero era evidente que no se movia en sentido lateral. El reloj senalaba inexorable los segundos.

—?Donde diablos esta el cometa? —pregunto Sharps de repente.

Le oyera o no, Forrester no respondio.

—...trayectoria de los bordes externos del nucleo. Repito, Tierra... externos... imposible... puede chocar...

La voz radiofonica se desvanecio.

—Atencion, laboratorio, aqui Houston, no entendemos, utilicen plena potencia y repitan. Repito, no entendemos.

Pasaron mas segundos. Entonces, de subito, las imagenes surgieron en las pantallas de television, al principio borrosas, pero luego fueron aclarandose, llenas de color, debido a que el Apolo habia utilizado el telescopio principal y la maxima potencia de transmision.

—Dios mio, ?se acerca mucho! —exclamo Johnny Baker— Parece como si fuera a chocar...

Las imagenes de las pantallas cambiaron rapidamente mientras Rick Delanty seguia con el telescopio principal la cabeza del cometa. Este fue aumentando de tamano, aparecieron formas en el torbellino brumoso, formas mas grandes, detalles, porciones de roca, chorros de gas. Todo sucedia mientras los espectadores contemplaban la imagen. Esta fue descendiendo hasta que la misma Tierra aparecio a la vista.

Y en la Tierra aparecieron puntos brillantes. Durante un largo momento, un momento que parecio prolongarse para siempre, las imagenes permanecieron en la pantalla de television: la Tierra con puntos destellantes, de una luz tan brillante que la television solo podia mostrarlos como manchas luminosas y ausencias de detalle.

La imagen permanecio en la mente de Charlie Sharps. Destellos en el Atlantico. Europa salpicada de manchas brillantes por todas partes, con una de gran tamano en el Mediterraneo. Un punto brillante en el golfo de Mexico. El oeste era invisible para el Apolo, pero Dan Forrester accionaba el ordenador. Suponian que estaban llegando todos los datos disponibles, desde todas las fuentes. Los locutores gritaban. Varios de ellos en distintos canales, de fuentes diferentes, hacian oir sus voces sobre las repentinas interferencias.

—?Bola de fuego sobre nuestras cabezas! —grito una voz.

—?Donde ha sido eso? —pregunto Forrester, con voz lo bastante alta para imponerse al barullo que reinaba en la sala.

—Flota de recuperacion del Apolo —respondieron—, y hemos perdido las comunicaciones con ellos. Las ultimas palabras que llegaron a nosotros fueron: «Bola de fuego al sudeste», y luego «Bola de fuego sobre nuestras cabezas». Luego nada.

—Gracias —dijo Forrester.

—Houston, Houston, se ha producido un gran choque en el golfo de Mexico. Repito, gran choque en el golfo de Mexico, a quinientos kilometros al sudeste de vosotros. Solicitamos el envio de un helicoptero para recoger a nuestras familias.

—Dios mio, ?como puede Baker estar tan tranquilo? —pregunto alguien.

?Quien seria el estupido que preguntaba aquello?, se dijo Sharps. Debia ser nuevo en el campo y nunca habia oido a los astronautas cuando hay un verdadero problema. Echo una mirada a Forrester. Este asintio.

—El Martillo ha caido —dijo.

Las imagenes desaparecieron de todas las pantallas de television, y los altavoces solo emitieron los ruidos de las interferencias.

Tres mil kilometros al nordeste de Pasadena, en un agujero forrado de cemento armado a ochenta metros bajo el suelo, el comandante Bennet Rosten tocaba distraidamente la pistola que colgaba de su cadera. Se dio cuenta de su distraccion y coloco las manos sobre la consola de control de lanzamiento de los misiles Minuteman. Las mantuvo alli un momento, y luego toco la llave colgada de una cadena alrededor de su cuello. «Maldita sea, penso Rosten, el viejo me pone nervioso.»

Rosten tenia justificacion para pensar asi. La noche anterior habia recibido una llamada directa del general Thomas Bambridge, y el comandante en jefe del Mando Aereo Estrategico no solia dirigirse personalmente a los jefes de brigada al frente de los misiles. El mensaje de Bambridge fue corto. «Quiero que vaya al agujero manana. Y, para su informacion, sepa que volare en el avion especial.»

—Arrea —respondio el comandante Rosten—. Senor... ?esto significa que ha llegado la hora del gran chupinazo?

—Probablemente no —le dijo Bambridge, y paso a darle explicaciones, las cuales no fueron muy tranquilizadoras para Rosten. Si los rusos creian en serio que los Estados Unidos estaban ciegos y paraliticos...

Miro a su izquierda. Su ayudante, el capitan Harold Luce, estaba ante una consola identica a la de Rosten. Las consolas se encontraban a gran profundidad, rodeadas de cemento armado y acero, y estaban construidas para resistir el impacto cercano de una bomba atomica. Los dos hombres eran necesarios para echar a volar sus pajaros. Ambos tenian que girar llaves y apretar botones, y la secuencia cronometrica estaba dispuesta de tal modo que un hombre no podia hacerlo solo.

El capitan Luce estaba relajado ante su consola, con varios libros desparramados delante de el. Estaba siguiendo un curso de historia del arte oriental por correspondencia. Coleccionar grados universitarios por correspondencia era el pasatiempo habitual de los hombres destinados a los agujeros, ?pero podia Luce dedicarse a aquello cuando estaban oficiosamente en alerta?

—Oye, Hal... —le llamo Rosten.

—Si, jefe.

—Tienes que estar alerta.

—Lo estoy. No va a suceder nada, ya vera.

—Espero que no. —Rosten penso en su esposa y sus cuatro hijos que se hallaban en Missoula. Al principio detestaron la idea de trasladarse a Montana, pero ahora les gustaba aquel estado con una magnifica naturaleza, cielos abiertos y sin los problemas de las grandes ciudades—. Desearia...

Le interrumpio la voz impersonal del altavoz cubierto por tela metalica, en el techo.

—OEG, OEG —dijo la voz—. Ordenes de emergencia de guerra, ordenes de emergencia de guerra. Esto no es un ejercicio. Autentificacion 78-43-76854-87902-1735 Zulu. Alerta roja. Estan ustedes en situacion roja.

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