La tienda de electrodomesticos estaba cerrada, y un letrero en la puerta indicaba que no abriria hasta dentro de una hora. Tim Hamner busco un bar, una barberia, cualquier lugar donde pudiera haber un televisor, pero no vio nada.

Por un instante penso en tomar un taxi, pero era inutil. Los taxis de Los Angeles no circulaban con el «libre» puesto, sino que era preciso llamarlos por telefono. Y podrian pasar horas antes de que acudiera uno. No, Tim no podria ir al JPL, ?y el nucleo del Hamner-Brown debia estar pasando en aquel momento! Los astronautas lo verian todo y enviarian sus peliculas a la Tierra, pero Tim Hamner no veria nada.

La policia se habia llevado algunos de los Guardianes del Cometa, pero aquello no habia ejercido ningun efecto sobre el atasco de trafico. Habia demasiados coches abandonados.

Mientras se preguntaba que podria hacer, vio una luz parecida al de un flash fotografico. Tim parpadeo. ?Que habia visto exactamente? Hacia el sur no habia mas que las colinas verdes y marrones de Griffith Park y dos jinetes que cabalgaban por la pista.

Tim fruncio el ceno y se dirigio, caviloso, hacia su automovil. Este tenia telefono y Tim podria llamar a un taxi. Dos guardianes con tunicas blancas se le acercaron. Tim les esquivo, y ellos detuvieron a otro transeunte.

—?Reza, oh pueblo! Ha llegado la hora pero todavia no es demasiado tarde...

El ruido de los claxones y los gritos de colera habian alcanzado un crescendo cuando Tim llego a su coche.

Entonces la tierra se movio. El primer movimiento fue repentino e intenso; los que siguieron fueron mas suaves. Los edificios temblaron. En algun lugar cercano se rompio el vidrio de un escaparate. Se oyeron mas ruidos de vidrios que se rompian. Tim podia oirlos porque los claxones de los coches habian enmudecido de repente. Era como si todo el mundo se hubiera quedado congelado en su sitio. Algunas personas salieron del supermercado. Otras permanecian de pie en los umbrales, dispuestas a salir si los temblores continuaban.

Sonaron de nuevo los claxones. La gente se lamentaba y gritaba. Tim abrio la portezuela del coche y cogio el radiotelefono.

La tierra temblo de nuevo. Se oyeron mas ruidos de cristales, el grito de alguien. Luego, una vez mas, se hizo el silencio. Una bandada de cuervos salio del jardincillo junto a los estudios Disney. Las aves chillaron a la gente, pero nadie les presto atencion. Pasaron unos segundos, y los claxones empezaban a sonar de nuevo cuando Tim fue arrojado violentamente al suelo de asfalto del aparcamiento.

Esta vez los temblores no cesaron. El suelo se agito y ondulo una y otra vez, y cada vez que Tim trataba de levantarse era derribado de nuevo. Parecia como si el terremoto no fuera a cesar jamas.

Eileen habia sido derribada al suelo con la silla en la que se sentaba, y un monton de catalogos habia caido sobre ella. Le dolia la cabeza y tenia la falda levantada hasta las caderas.

Aparto la silla, lenta y cuidadosamente, porque el suelo estaba lleno de cristales rotos, y se bajo la falda. Tenia las medias destrozadas y una mancha de sangre en la pantorrilla.

Se miro la pierna, temerosa de tocar la herida, hasta que se aseguro de que no brotaba mas sangre.

La oficina era un caos. Catalogos, el vidrio de la mesita de cafe hecha anicos, los estantes caidos y los restos del gran vidrio del escaparate. Movio vigorosamente la cabeza. Se le ocurrian pensamientos absurdos. ?Como podia tener tanto vidrio el escaparate? Luego, a medida que sus ideas se aclaraban, se dio cuenta de que todos aquellos estantes con sus libros no la habian alcanzado al caer. Se apoyo en la mesa de la recepcionista, con una sensacion de vertigo.

Entonces vio a Joe Corrigan.

El vidrio del escaparate habia caido hacia el interior, y Corrigan se habia sentado junto a el. Estaba rodeado de fragmentos de vidrio. Eileen se acerco tambaleandose y se arrodillo. Un fragmento de vidrio le hizo un corte en la rodilla. Un pedazo de vidrio, afilado como una punta de lanza, habia atravesado la mejilla de Corrigan, hundiendose profundamente en su garganta. La sangre se habia acumulado bajo la herida, pero ya no manaba mas. Tenia los ojos y la boca completamente abiertos.

Eileen extrajo la astilla hundida en la garganta de Corrigan y cubrio la herida con la mano. Le sorprendio que ya no sangrara, y se pregunto que podria hacer. En la calle estaban los policias, y alguno de ellos sabria que medidas habia que adoptar. Aspiro hondo y se dispuso a gritar. Entonces escucho.

Se oian los gritos y lamentos de muchas personas. Los ruidos del exterior eran caoticos. Parecia como si los edificios todavia se estuvieran derrumbando. En medio del griterio destacaban los claxones de algunos automoviles, que sonaban entrecortados, como los estertores de una agonia mecanica. Nadie oiria la llamada de socorro de Eileen.

Miro de nuevo a Corrigan. Le busco el pulso inutilmente. Probo en el otro lado del cuello. Tampoco alli tenia pulso. Cogio un poco de pelusa de la alfombra y la acerco a las narices del hombre. La pelusa permanecio inmovil. Eileen penso que aquello era absurdo. ?La herida del cuello no podia haberle matado de un modo tan fulminante! Pero lo cierto era que estaba muerto. Se pregunto si le habria dado un ataque al corazon.

Eileen se levanto lentamente. Unas lagrimas se deslizaron por sus mejillas. Eran saladas y sabian a polvo. Con gestos automaticos se paso la mano por el cabello y se limpio la falda antes de salir a la calle. Sintio deseos repentinos de echarse a reir, pero se contuvo. Si empezaba a hacerlo, no podria detenerse.

Llegaban mas ruidos del exterior. Eran unos ruidos temibles, pero tenia que salir. Afuera estaba la policia, y entre ellos Eric Larsen. Empezo a llamarle, pero entonces vio lo que sucedia y permanecio quieta junto al umbral de la puerta destrozada.

El patrullero Eric Larsen era de Kansas. Para el, un terremoto era algo totalmente desorientador y aterrador. Sentia impulsos de correr en circulos, agitando los brazos y graznando. Ni siquiera podia ponerse de pie. Cada vez que lo intentaba, caia al suelo, y al final decidio quedarse donde estaba. Apoyo la cabeza en los brazos y cerro los ojos. Trato de pensar en el guion de television que escribiria cuando todo aquello hubiera terminado, pero no pudo concentrarse.

Se oyeron ruidos. La tierra gruno como un toro encolerizado. Larsen reparo en que aquella era una imagen poetica. Debia haberla oido en alguna parte. El suelo se movio, derribando coches y edificios, y por todas partes la gente gritaba. Unos lo hacian con miedo, otros con rabia y otros se limitaban a gritar.

Finalmente el suelo dejo de moverse. Eric Larsen abrio los ojos.

El mundo estaba patas arriba. Los edificios estaban derruidos o inclinados, los coches convertidos en chatarra, la calzada de la calle abombada y cuarteada. El suelo del aparcamiento era un rompecabezas de asfalto con las piezas colocadas en angulos imposibles. Al otro lado de la calle, el Supermercado se habia derrumbado, y algunas personas salian andando penosamente entre los escombros. Eric siguio esperando, dispuesto a imitar lo que hicieran los naturales de la region. En Kansas habia tornados, en California terremotos. Los naturales sabrian que hacer.

Pero no parecian saberlo. Los pocos que quedaban permanecian de pie, parpadeando bajo el intenso sol de un impoluto dia veraniego, o estaban tendidos en el suelo, formando montones sanguinolentos, o gritaban y corrian en circulos.

Eric busco a su companero. Por debajo de unas grandes tuberias que habian caido de un camion sobresalian los pantalones azules de un uniforme y unos zapatos negros. En el lugar donde correspondia la cabeza habia una pesada caja, que sin duda habia aplastado al policia. Estremecido, Eric se puso en pie. Era incapaz de acercarse a aquella caja, todavia no. Echo a andar hacia el supermercado, preguntandose cuando llegarian las ambulancias. Debia encontrar a un superior para preguntarle que debia hacer.

Vio a tres hombres fornidos vestidos con camisas de franela junto a una camioneta ranchera. Uno de ellos dio la vuelta al vehiculo, inspeccionando las piezas. La camioneta estaba muy cargada. La barandilla de hierro forjado de un porche se habia desplomado sobre la parte trasera. Los hombres maldecian en voz alta. Uno de ellos busco en el interior del vehiculo. Saco unas escopetas y las entrego a sus amigos.

—No podremos salir de aqui por culpa de esos hijos de puta —dijo el hombre en tono pausado, extranamente tranquilo. Eric apenas podia oirle.

Los otros asintieron y empezaron a introducir cartuchos en las armas. No se volvieron para mirar a Eric Larsen. Una vez cargadas las escopetas, los tres hombres se las llevaron al hombro y apuntaron hacia una docena de Guardianes. Los predicadores de tunica blanca gritaron y tiraron de sus cadenas. Las escopetas dispararon al unisono.

Eric se llevo la mano a la pistola, pero la aparto en seguida. Estaba asombrado. Se dirigio a los hombres,

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