desplome de edificios. Ningun edificio habia quedado intacto. El olor de la gasolina era muy intenso. Tim busco un cigarrillo, aparto violentamente la mano y luego se guardo el encendedor en el bolsillo del pantalon, donde no lo encontraria antes de pensar.

Un edificio de tres plantas habia perdido la pared oriental; vidrio y ladrillo se habian desintegrado, y sus fragmentos se habian desparramado por el solar del aparcamiento y la calle lateral, casi hasta el lugar en que se encontraba Tim Hamner. Un cascote, con parte de la luna de un escaparate, habia caido en la seccion trasera de su coche, haciendo que se derramara la gasolina.

Oyo gritos en algun lugar proximo. Intento ignorarlos. No sabia que hacer. Entonces el tumulto llego a la vuelta de la esquina.

Primero aparecieron tres hombres con tunicas blancas. Ellos no gritaban, sino que jadeaban, y sin duda no les quedaban fuerzas para nada mas. Los gritos procedian de la gente que les seguia. Por fin, uno de los perseguidos grito.

—?Ayuda, por favor! —exclamo, corriendo hacia Tim Hamner.

Las miradas de los perseguidores se concentraron en Tim. «Creeran que estoy con ellos», penso. Y a ello se anadio un pensamiento mas inquietante: «Podrian reconocerme, como el hombre que invento el Martillo...»

Disponia de poco tiempo para actuar. Abrio el portaequipajes y saco el magnetofono. El joven de la tunica que corria hacia el tenia una barbita rubia, y en su rostro delgado se dibujaba una expresion de terror. Tim alargo el microfono para el Guardian y dijo a voces:

—Un momento, senor. Por favor, digame como...

Insultado y perseguido, el hombre aparto el microfono de un manotazo y siguio corriendo. Los otros dos fugitivos, seguidos por la mayor parte de la muchedumbre enfurecida, habian continuado calle abajo, hasta quedar bloqueados, lo que era una lastima. Algunos tipos fornidos pasaron corriendo al lado de Tim y dieron alcance al joven de la tunica junto al edificio en ruinas. Uno de ellos se detuvo, jadeando, y miro a Tim.

Hamner alzo de nuevo el microfono.

—Oiga, senor. ?Sabe usted como se ha iniciado todo esto?

—Claro que si... amigo. Esos hijos de perra... Esos Guardianes nos detuvieron cuando... cuando nos dirigiamos a Big Bear. Iban a... parar el cometa rezando. No salio bien y... nos quedamos aqui atrapados... Ya hemos matado casi... la mitad de esos hijos de puta.

La estratagema tenia exito. Por alguna razon, a nadie se le ocurre nunca matar a un reportero. Tal vez se deba al temor de que el mundo entero sea testigo. Otros revoltosos se habian detenido y formaban un grupo alrededor de Tim y su interlocutor, pero no parecian dispuestos a matarle, sino que esperaban una oportunidad para hablar.

—?A que emisora pertenece? —le pregunto alguien.

—A la NBS —respondio Tim. Busco en sus bolsillos y saco el carnet de prensa que le habia dado Harvey Randall. Lo mostro un momento, tapando el nombre con el dedo pulgar.

—?Puede enviar un mensaje? —pregunto el hombre—. Diga que envien...

Tim meneo la cabeza.

—Esto es solo un magnetofon. No puedo emitir nada. Confio en que el resto del equipo llegue pronto. —Se volvio hacia el hombre al que se habia dirigido en primer lugar—. ?Como piensa marcharse ahora?

—No lo se. Supongo que andando. —Parecia haber perdido el interes por los Guardianes que huian.

—Gracias, senor. ?Le importaria firmar aqui?

Tim saco unos impresos. Eran unos formularios de la NBS por medio de los cuales la persona entrevistada daba su permiso para aparecer en pantalla. El hombre retrocedio como si hubiera visto escorpiones. Por un momento parecio pensativo.

—Olvidelo, amigo.

Dio media vuelta y se alejo. Los demas le siguieron y pronto la multitud desaparecio, dejando a Tim solo junto a la chatarra en que se habia convertido su coche.

Hamner se prendio el carnet de prensa en el bolsillo de la camisa, colocandolo de tal forma que fuera visible la palabra «prensa» pero no su nombre. Luego se colgo el magnetofono al hombro, portando en las manos el microfono y los formularios de la emisora. Era engorroso andar cargado de aquella manera, pero valia la pena.

El horror se habia ensenoreado de la Alameda. Una mujer muy bien vestida pisoteaba el cuerpo de un Guardian envuelto en su tunica blanca. Tim aparto la vista. Cuando miro de nuevo vio a mas gente que iba de un lado a otro, con herramientas ensangrentadas en las manos. Un hombre se dirigio hacia el y le apunto al ombligo con una pistola enorme. Tim le alargo el microfono.

—Disculpe, senor. ?Como se ha encontrado metido en este lio?

El hombre lloro mientras contaba su historia.

Tim noto que alguien le tocaba el brazo. Vacilo. No queria apartar la mirada del hombre que todavia hablaba, con el rostro colerico banado en lagrimas y sin apartar el arma del ombligo de Tim. Miraba fijamente a los ojos de Hamner. Viera lo que viese en ellos, todavia no habia disparado...

?Quien diablos tiraba de su brazo, tratando de quitarle los impresos?

?Eileen! Eileen Hancock. Tim permanecio inmovil, mientras Eileen se ponia a su lado. Tim dejo que tomara los impresos.

—Bien, jefe, ya estoy aqui —dijo la muchacha—. Habia un poco de jaleo alla abajo...

Tim estuvo a punto de desmayarse. Eileen no iba a descubrirle. Gracias a Dios, era lo bastante inteligente para no hacerlo. Tim asintio, con la mirada todavia fija en los ojos del entrevistado.

—Me alegro de que hayas podido venir —dijo en voz baja, como si temiera estropear la entrevista, y sin sonreir.

—...?y si veo a otro de esos hijos de puta le mato tambien!

—Gracias, senor —dijo Tim en tono grave—. Supongo que no le importara firmar...

—?Firmar? ?Firmar que?

—Un impreso de la emisora.

El hombre alzo la pistola hasta el rostro de Tim.

—?Bastardo!

—Senor —dijo Eileen—. ?Sabe usted que en California existe una ley de proteccion de periodistas?

—?Que quiere decir?

—No pueden obligarnos a revelar nuestras fuentes. No se preocupe. Nos protege la ley.

El hombre miro a su alrededor. Los demas revoltosos se habian ido, y estaba lloviendo. Miro alternativamente a Tim, a Eileen y a la pistola que sostenia en la mano. Nuevas lagrimas corrieron por su rostro. Entonces dio media vuelta y se alejo. Anduvo unos pasos y echo a correr.

En algun lugar una mujer lanzo un grito breve y agudo. Habia un ruido de fondo formado por gritos, lamentos y truenos, cada vez mas cercanos. Se habia levantado un viento energico. Sobre el techo de un automovil intacto, dos hombres con una camara de television al hombro, disfrutaban de una isla de intimidad, al igual que Tim y Eileen.

—Los revoltosos temen la publicidad —dijo Tim—. Me alegro de verte. Habia olvidado que trabajas por aqui.

—Trabajaba —puntualizo Eileen, senalando las ruinas de la empresa de Corrigan—. No creo que nadie venda suministros sanitarios...

—En Burbank no, desde luego. Bueno, ?que vamos a hacer ahora?

—Tu eres el experto.

Cayo un rayo no muy lejos del lugar en donde estaban. Las colinas de Griffith Park parecian incendiadas con el resplandor azulado de los relampagos.

—Tenemos que ir a un sitio alto —dijo Tim—, y sin perder tiempo.

Eileen parecio perpleja. Senalo el cielo relampagueante.

—Si —convino el—, podria alcanzarnos un rayo, pero si logramos salir de este valle fluvial tendremos mas posibilidades de salvacion. ?No notas lo salada que es la lluvia. Y tal vez...

—?Que?

—Tal vez se produzca un maremoto. Olas gigantescas barreran la ciudad.

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