—Dios mio. Subamos a Verdugo Hills. Podemos ir andando. ?De cuanto tiempo disponemos?

—No lo se. Depende de donde se haya producido el choque. Probablemente han caido varios fragmentos del cometa. —El mismo Tim se sorprendio de lo tranquilo que era su tono.

Eileen echo a andar por el lugar mas practicable, que conducia al inicio del atasco de trafico, donde yacian amontonados los cuerpos de los Guardianes. Cuando estaban cerca, un coche salio rugiendo de un cruce, paso por el medio de una estacion de servicio e invadio la acera. Al pasar entre una pared y un poste telefonico, sufrio rozaduras en el lado derecho. El coche que se encontraba detras tenia ahora el camino expedito. Estaba vacio y sin cerrar. Las llaves colgaban del contacto. Eileen, que se habia acercado al vehiculo, hizo senas a Tim para que se uniera a ella.

—?Eres buen conductor? —le pregunto.

—Pasable.

—Yo conducire —dijo ella con firmeza—. Tengo un gran dominio del volante.

Subio al coche y lo puso en marcha. Era un Chrysler antiguo, en otro tiempo un automovil de lujo. Ahora las esterillas estaban desgastadas y tenia feas manchas en la tapiceria. Cuando el motor funciono con un firme ronroneo, Tim penso que era el coche mas hermoso que jamas habia visto. Eileen siguio la ruta del coche anterior. Pasaron por encima de un cuerpo con tunica blanca. Eileen no aminoro la marcha. El espacio entre el poste telefonico y la pared era estrecho, pero ella paso por alli a sesenta por hora, sin la menor vacilacion. Tim contuvo el aliento hasta que salieron de alli.

Por delante la calle se curvaba suavemente. Los dos carriles de la calzada estaban atestados de coches, y Eileen siguio avanzando por la acera. De vez en cuando, para evitar los postes telefonicos o electricos, invadia los jardincillos situados delante de las casas, pasando entre arriates de rosas, sobre cespedes bien cuidados, hasta rebasar el atasco de trafico.

—Si, senor, eres una buena conductora —le dijo Tim.

Eileen no le miro. Estaba muy ocupada evitando los obstaculos algunos de los cuales eran personas.

—?No crees que deberiamos advertirles? —le pregunto.

—?Servira de algo? —replico Tim—. Pero si, se lo diremos. —Abrio la ventanilla. Ahora llovia intensamente, y el agua salada hizo que le escocieran los ojos—. ?Vayanse a un sitio alto! —grito—. Se acerca una oleada. ?Inundacion! Suban a algun lugar elevado.

El viento se llevo sus palabras. La gente le miraba al pasar. Algunos miraron a su alrededor desesperadamente, y en una ocasion Tim vio que un hombre cogia a una mujer de la mano y se precipitaba hacia un coche.

Al volver una esquina vieron un incendio. Toda una manzana de casas ardia incontroladamente, a pesar de la lluvia. El viento esparcia fragmentos ardientes.

Una vez aminoraron la marcha para evitar los cascotes que cubrian la calle. Una mujer corrio hacia ellos, llevando un bulto envuelto en una manta. Antes de que Eileen pudiera acelerar, la mujer alcanzo el coche. Arrojo el bulto a traves de la ventanilla.

—?Se llama John! —grito— ?Cuiden de el!

—Pero, oiga...

Tim no pudo continuar. La mujer se habia alejado.

—?Tengo dos mas aqui! —dijo a gritos—. John. John Mason. ?Recuerden su nombre!

Eileen acelero de nuevo. Tim separo la manta. Contenia un bebe, inmovil. Le puso la mano sobre el corazon, para ver si latia, y la retiro ensangrentada. Era una sangre de un rojo brillante, y su olor lleno el coche a pesar del calido olor salino de la lluvia.

—Esta muerto —dijo Tim.

—Echalo por la ventanilla —ordeno Eileen.

—Pero...

—No nos lo vamos a comer. No tendremos tanta hambre.

Angustiado, Tim arrojo el bebe por la ventanilla.

—Yo... he sentido como si dejara caer algo de mi vida al suelo.

—?Crees que a mi me gusta? —dijo Eileen con acento desesperado. Tim la miro alarmado. Las lagrimas se deslizaban por las mejillas de la mujer—. Aquella mujer cree que ha salvado a su hijo. Al menos cree eso. Es todo lo que podiamos hacer por ella.

—Si —dijo Tim en voz baja.

—Cuando lleguemos a un sitio alto, cuando sepamos lo que sucede, podremos empezar a pensar de nuevo en la civilizacion. Hasta entonces, sobreviviremos.

—Si podemos.

—Podremos.

Eileen se concentro en la conduccion del vehiculo. Su expresion era sombria. La lluvia era tan intensa que no podia ver, a pesar de los limpiaparabrisas.

La autopista de Golden State, agrietada, hendida, era inaccesible. Varios vehiculos siniestrados bloqueaban el paso inferior. Una marana de coches y un gran camion cisterna ardian en medio de un creciente charco de gasolina.

—Dios mio —dijo Tim—. ?No crees que deberiamos parar?

—?Para que? —Eileen giro a la izquierda y condujo paralelamente a la autopista—. Los que vayan a sobrevivir ya habran salido de ahi.

Avanzaban a traves de una zona residencial, cuyas casas casi se habian mantenido intactas. Eileen y Tim se sintieron aliviados; de momento no habia nadie herido, destrozado o agonizante. Encontraron otro paso inferior y Eileen se dirigio a el.

El camino estaba bloqueado por una barrera de trafico. Alguien la habia forzado, torciendola hacia un lado, y Eileen la rebaso. Mientras lo hacia, otro coche salio de la lluvia y paso a toda velocidad, haciendo sonar el claxon.

—?Por que querra alguien ir al valle? —pregunto Tim.

—Porque tienen esposas, novias, hijos —respondio Eileen. Avanzaron cuesta arriba. Cuando el camino estaba bloqueado por restos retorcidos de edificios y de coches, Eileen giraba a la izquierda y luego volvia a la direccion noreste. Pasaron ante las ruinas de un hospital. Policias uniformados y enfermeras con sus batas blancas empapadas por la lluvia buscaban entre los restos. Uno de los policias se detuvo y miro a Tim y Eileen. Tim se asomo por la ventanilla y le grito:

—?Vayan a terreno alto! ?Inundacion! ?Se acerca un oleaje gigantesco!

El policia le saludo con la mano y luego volvio a ocuparse de las ruinas del hospital.

Tim miro malhumorado la sucia mezcla de agua y polvo que el limpiaparabrisas no podia eliminar. Sintio deseos de llorar y parpadeo para contener las lagrimas.

Eileen le miro un instante y le toco la mano antes de aferrarse de nuevo al volante.

—No podiamos ayudarles. Tienen coches, y hay bastante gente...

—Si, tienes razon —dijo Tim.

Se pregunto si lo creia de veras. La carrera de pesadilla continuo. Ascendieron hacia Verdugo Hills, dejaron atras lujosas casas destrozadas, una escuela derruida, edificios en llamas y otros indemnes. Cada vez que veian a alguien, Tim le advertia a gritos. Asi se sentia un poco mejor por no detenerse.

Consulto su reloj. Era increible, pero habian transcurrido menos de cuarenta minutos desde que viera el primer resplandor.

—Cuarenta minutos —musito—. Hora H menos cuarenta minutos, y contando.

Desde el centro del Golfo de Mexico, la ola se lanza hacia delante a una velocidad de dos mil kilometros por hora. Cuando alcanza los bajios a lo largo de la costa de Texas y Louisiana, el pie de la ola tropieza. Mas y mas agua se alza velozmente detras, adquiere una altura vertiginosa hasta que un monstruo de un kilometro de altura se precipita sobre la tierra.

Galveston y Texas City desaparecen bajo el embate de las olas. El agua que fluye hacia el oeste, arrasa las marismas, penetrando en El Lago y sigue mas hacia el oeste, el mismo Houston arrastra innumerables escombros. La ola se estrella contra el arco que se extiende desde Brownsville, en Texas, hasta Pensacola, en Florida, busca las tierras bajas, los rios, todos los caminos que llevan tierra adentro, alejandose del infierno ardiente en el fondo del Golfo de Mexico.

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