—?Para que es todo eso? —pregunto Harvey. Senalo la ballena, el bote de crema para la piel, las cajas de Kleenex y los restos del equipo de supervivencia de Loretta, junto con otras cosas.

—Son articulos para trueque —dijo Mark—. Tus cuadros, algunos objetos lujosos. Si encontramos algo mejor, tiraremos todo eso, pero tenemos que llevar algo. Me alegro de que la cabeza te funcione de nuevo, Harv. Casi vamos cargados hasta los topes. ?Quieres subir o prefieres echar otro vistazo a la casa?

—No puedo volver ahi...

—Bien, de acuerdo. —Alzo la voz para llamar a la muchacha—: Jo, nos marchamos.

—Ya voy.

Joanna salio de su puesto de vigilancia detras de un seto, totalmente empapada, sosteniendo todavia la escopeta.

—?Estas en condiciones de conducir, Harv? —le pregunto Mark—. El vehiculo es demasiado grande para que lo conduzca Joanna.

—Puedo conducir.

—Muy bien. Yo ire de escolta con la moto. Dame la pistola, y tu, Jo, quedate con la escopeta. Una cosa, Harv. ?Hacia donde vamos?

—No lo se —dijo Harvey—. Hacia el norte. Ya pensare algo cuando estemos en camino.

—De acuerdo.

El ruido de la motocicleta apenas fue audible bajo el rugido de los truenos. Emprendieron la marcha en direccion al norte, hacia Mulholland, por la misma ruta que habian seguido los saqueadores, y Harvey no perdio la esperanza de dar con ellos.

Bajo la cortina de lluvia Dan Forrester solo podia ver el camino en las breves fracciones de tiempo en que el limpiaparabrisas despejaba el agua. El diluvio difuminaba la luz de los faros antes de que pudiese llegar a la carretera. Los continuos relampagos proporcionaban mas luz, pero no pasaba de una luminosidad blancuzca en aquella lobreguez. Torrentes de agua cruzaban la retorcida carretera de montana, y el coche avanzaba penosamente.

Se pregunto que ocurriria en los valles, pero pronto lo sabria. Antes tenia que hacer algunos preparativos.

Charlie Sharps lo sabria antes. Dan estaba preocupado por Charlie. Las posibilidades de este no eran escasas, pero no hubiera debido viajar con aquella camioneta cargada. Se veia en seguida que valia la pena robarla. Pero Masterson tambien debia llevar algunas armas.

Aunque llegaran al rancho, ?les dejaria quedarse el senador Jellison? El rancho estaba muy por encima de la zona inundada. Si aceptaban a todos los que llegaran, sus reservas de alimentos se agotarian en un dia, y al dia siguiente desapareceria el ganado. Tal vez solo admitirian a Charlie Sharps. Probablemente no necesitarian los servicios de Dan Forrester, doctor en Humanidades y ex astrofisico. ?Quien iba a necesitarlos?

Le sorprendio encontrarse de repente ante su casa. El aparato de apertura de puertas a distancia funcionaba, y abrio la puerta del garaje. Todavia disponia de fuerza electrica, pero no seria por mucho tiempo. Dan dejo la puerta abierta. Una vez en el interior de la casa, encendio algunas luces y luego saco un monton de velas, de las que encendio dos.

La casa era pequena. Tenia una habitacion grande, con las paredes forradas de libros, colocados en estanterias que iban del suelo al techo. Sobre la mesa del comedor, Dan habia amontonado su equipo. Compro una buena provision de alimentos congelados mientras los hubo en existencia, pero no se paro ahi, sino que se llevo a casa una buena cantidad de grandes bolsas de plastico, sprays de insecticida y bolas de naftalina, todo lo cual cubria la mesa. Dan se puso a trabajar en el suelo.

Silbaba a medida que realizaba su labor: rociaba un libro con insecticida, lo metia en una bolsa, con algunas bolas de naftalina, y la cerraba hermeticamente. Luego metia el envoltorio en otra bolsa que tambien cerraba, y esta en otra mas... Los paquetes iban amontonandose en el suelo, y cada uno de ellos contenia un libro cubierto con cuatro bolsa de plastico. En un momento determinado se levanto para ponerse unos guantes y colocar un ventilador a su espalda; asi evitaria que el insecticida le impregnara las manos y penetrara en sus pulmones.

Cuando el monton de bolsas sobre el suelo alcanzo una altura considerable, cambio de sitio, y cuando el segundo monton llego a ser tan alto como el primero, se levanto lentamente. Tenia rigidas las articulaciones. Le dolian los pies. Movio las piernas para activar la circulacion. Preparo cafe en la cocina. La radio no emitia mas que los ruidos confusos de las interferencias. Puso un rimero de discos en el tocadiscos automatico. Ahora tenia suficiente espacio en la mesa de la cocina y reanudo alli su trabajo.

Los dos montones separados de bolsas fueron acercandose hasta convertirse en uno solo.

Las luces se apagaron, las voces de los Beatles se hicieron graves y lentas hasta desvanecerse. Dan se vio de repente inmerso en la oscuridad y oyo los sonidos a los que hasta entonces no habia prestado atencion: los truenos encadenados, el ulular del viento y el fragor de la lluvia que se abatia contra la casa. El agua habia empezado a filtrarse por un angulo del techo.

Tomo un sorbo de cafe en la cocina y volvio a la habitacion grande, iluminada por las velas situadas en estantes. Habian transcurrido varias horas. El cafe, olvidado, se habia recalentado en exceso. Una quinta parte de los estantes todavia estaban llenos, pero la mayoria de los libros importantes habian sido empaquetados.

Dan anduvo junto a los estantes. El cansancio aumentaba su profunda melancolia. Habia vivido en aquella casa doce anos, pero hacia el doble de tiempo que leyo Alicia en el pais de las maravillas, Los hijos del agua y Los viajes de Gulliver. Esos libros se pudririan en una casa abandonada, junto con su coleccion de novelas de ciencia ficcion y brujeria. Los libros que habia empaquetado no eran para entretenimiento, ni siquiera sobre filosofias de la vida, sino para reconstruir la civilizacion. Iba a dejar incluso Los planetas habitables por el hombre, de Dole...

?No, maldita sea!, se dijo y, obedeciendo a un subito impulso, arrojo el libro de Dole sobre la mesa. No era demasiado probable que cuando existiera de nuevo la NASA tuviese necesidad de aquel libro, convertido ya en polvo. Pero ?que importaba? Dan anadio algunos libros mas: El shock del futuro, Los cultos de la sinrazon, el Infierno de Dante, Tau Cero... Decidio que ya era suficiente. Quince minutos mas tarde habia terminado. No quedaba ni una bolsa mas.

Tomo cafe, que estaba todavia caliente, y se obligo a descansar antes de abordar lo mas duro de la tarea. Consulto el reloj. Eran las diez de la noche. Habia perdido la nocion del tiempo.

Se dirigio al garaje y cogio una carretilla. Era nueva, todavia tenia las etiquetas. Dan se resistio a la tentacion de sobrecargarla. Se puso un impermeable, botas de agua y un sombrero. Cargo la carretilla con bolsas de libros y salio al exterior a traves del garaje.

El moderno sistema de desague de Tujunga era relativamente nuevo. El territorio estaba sembrado con depositos septicos abandonados, uno de los cuales se encontraba detras de la casa de Dan Forrester. Lo malo era que se encontraba cuesta arriba, pero no se puede encontrar todo facil.

El viento aullaba. La lluvia era salada y arenosa. La luz de los relampagos guio precariamente a Dan. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para empujar la carretilla cuesta arriba, mientras buscaba el deposito septico. Cuando lo encontro estaba lleno de agua, porque Dan habia retirado la tapa la noche anterior.

Fue arrojando al deposito las bolsas de libros, empujandolas hacia el fondo con la ayuda de un largo trozo de tuberia. Antes de regresar, abrio una bengala de emergencia y la dejo sobre la tapa del deposito.

Hizo el segundo viaje en traje de bano. La calida lluvia que azotaba su cuerpo era menos desagradable que las ropas empapadas y pegajosas. Para el tercer viaje se puso el sombrero. Al regresar se sentia muy debil. Penso que deberia tomarse un descanso o no podria continuar. Se quito el traje de bano mojado y se tendio en el sofa, cubriendose con una manta... y se quedo profundamente dormido.

Cuando desperto, el estruendo de los truenos, el viento y la lluvia era infernal. Se sentia completamente rigido. Se levanto con esfuerzo, lentamente, y fue a la cocina, dandose animos. Primero desayunaria y luego volveria al trabajo. Su reloj se habia parado. No sabia si era de dia o de noche.

Lleno la carretilla solo hasta la mitad y la empujo por el barro resbaladizo, cuesta arriba. Se dijo que en el proximo viaje deberia llevar otra bengala. Cargo con todas las bolsas que pudo a la vez y las echo al deposito, empujandolas al maximo. Era improbable que nadie, estupido o genial, buscara alli semejante tesoro, aun cuando supiera que existia. El olor apenas le molestaba, pero aquellos vientos huracanados no podian durar eternamente, y luego el tesoro estaria doblemente seguro. Fue en busca de otra carga...

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