Gillings lo habia leido todo. El National Enquirer, los articulos de Time y las entrevistas a Sharps y los demas. Lo habia planeado todo un millar de veces, sonando en su litera, anadiendo encantadores detalles a la escena. Gillings sabia lo que ocurriria tras la caida del martillo de Lucifer. Seria el fin de la civilizacion, y tambien el fin del maldito Ejercito. Cada hombre seria dueno de si mismo, y uno podria ser un rey si sabia jugar bien sus cartas.

Johnson le miraba fijamente, perplejo y desorientado, deseando que siguiera. Gillings sentia la cabeza ligera. Estaba desorientado: no era corriente que sus suenos se convirtieran en realidad.

—Fuera de los camiones. ?Todo el mundo fuera! —ordeno el capitan Hora.

La mente de Gillings se aclaro. Las cosas volvian a ponerse en su sitio, y aquel era el primer problema: ?los malditos oficiales! Hora no era un oficial tan malo, y a los hombres les caia bien. Habria que hacer algo al respecto, y rapidamente. De lo contrario, el Ejercito Regular les haria trabajar como esclavos, tratando de salvar a los asnos civiles hasta que las olas gigantescas los ahogaran a todos.

—Estamos atrapados, capitan —grito el sargento Hooker—. Hay corrimientos de tierras delante y detras. No creo que podamos sacar los camiones de aqui.

—Los dejaremos aqui, sargento —dijo el capitan Hora—. Iremos andando. Hay mucha gente en estas colinas. Veremos que se puede hacer por ellos.

—Senor —dijo Hooker. Su voz carecia de entusiasmo—. ?Que vamos a comer, capitan?

—Ya tendremos tiempo de preocuparnos por eso cuando estemos hambrientos —dijo Hora—. Echaremos un vistazo adelante. Tal vez podamos pasar sobre el barro.

—Senor.

—Los demas, bajad de los camiones —ordeno el capitan.

Gillings sonrio. Habia sido una gran suerte que no llegaran al campamento antes de la caida del cometa. Sonrio de nuevo y toco los objetos duros que tenia en el bolsillo. No habian dado municion a los soldados, pero le habia resultado facil procurarsela, y tenia una docena de cargadores. En los camiones habian muchos mas de repuesto.

?Le seguirian los hombres? Tal vez no. Al principio no lo harian. Tal vez seria mejor dejar con vida a Hooker. Los soldados obedecerian a Hooker, y este no era muy listo, pero si lo suficiente para saber que no tenia objeto arrestar a Gillings una vez neutralizado el capitan. Ya no habria mas consejos de guerra. Se acabaron los tribunales. Hooker lo comprenderia.

Gillings introdujo el cargador en su rifle.

El trabajo les llevo la mayor parte del dia. Tim nunca habia trabajado tan duramente en su vida. Desde luego, habia pagado su almuerzo. Aplanaron las partes empinadas y utilizaron el coche de Tim para abrir el camino y empujar a los otros coches por el suelo embarrado. Seguia lloviendo, aunque con mucha menos intensidad.

A Tim le dolian todos los musculos del cuerpo. El camino normal no deberia tener mas que unos treinta metros, pero el camino que ellos habian abierto superaba cinco veces esa longitud, con todos sus zigzags.

Cuando llegaron a la calzada de la carretera, al otro lado del tunel derruido, avanzaron en caravana. Seis kilometros mas alla se encontraron con un puesto de guardabosques. Habia centenares de personas en aquel lugar. Un grupo escolar, con noventa ninos, algunos estudiantes universitarios que cuidaban de ellos y un viejo predicador. Excursionistas y grupos de pescadores deportivos. Todos ellos habian acudido por caminos de montana y a traves de los bosques. Habia un grupo de estudiantes franceses con bicicletas, y solo uno de ellos hablaba ingles. En una gran tienda de campana se alojaba un escritor, su mujer y un nutrido grupo de hijos.

Los guardabosques habian montado un campamento provisional. Cuando paso el grupo de Tim les hicieron desviarse a un lado. Tim queria seguir adelante, pero un camion verde del Servicio Forestal bloqueaba el camino. Eileen se detuvo y bajaron del coche. Un guardabosques uniformado habia estado hablando con Fred Haskins, y ahora se acerco a ellos.

El guardabosques era un hombre de unos veinticinco anos, esbelto y con buenos musculos. Su uniforme le daba un aspecto de autoridad, pero no parecia estar muy seguro de si mismo.

—Dicen que han venido por la carretera del gran Tujunga. —Miro fijamente a Tim—. Usted es Hamner.

—Si, pero no voy anunciandolo por ahi —dijo Tim.

—No, supongo que no —dijo el guardabosques—. ?Podemos bajar por esa carretera?

—Ah, ?no lo sabe? —le pregunto Tim.

—Mire, senor, aqui solo estamos cuatro. Estamos intentando hacernos cargo de esos chicos. Algunos grupos han salido a buscar gente que habia acampado en sitios peligrosos. Por todas partes hay deslizamientos de barro y la mayor parte de los puentes se han desmoronado. No intentamos ir mas alla del tunel cuando vimos que se habia derrumbado.

—?No funciona la radio? —pregunto Eileen.

—No se oye nada de la emisora de Tujunga —admitio el guardabosques—. No se por que. Hemos recibido algo de otra emisora, en frecuencia corta. Han dicho que hay gente atrapada en el canon Trail.

—El puente se ha derrumbado —dijo Eileen—. Nosotros hemos llegado cruzando el viejo camino. Habia unas personas detras de nosotros que trataban de hacer lo mismo.

—?No se pararon para echarles una mano? —pregunto el guardabosques.

—Eran mas numerosos que nosotros —explico Tim—. ?Y que podiamos hacer? No es posible empujar un coche en aquel camino, hay demasiadas curvas. Ni siquiera es una carretera.

—Si, ya lo se. Nosotros lo utilizamos para ir a pie. Oiga, usted es un experto en cometas. ?Que ha sucedido? ?Que debemos hacer con esta gente?

Tim estuvo a punto de echarse a reir ante aquella pregunta, pero la expresion del guardabosques se lo impidio. El joven parecia demasiado tenso, demasiado proximo al panico y muy contento de ver a Tim Hamner. Queria que un experto le diera instrucciones.

—No pueden regresar a Los Angeles —dijo Tim—. Alli no hay nada de nada. Las olas gigantescas han inundado la mayor parte de la ciudad...

—Dios mio, recibimos algunas noticias al respecto desde el monte Wilson, pero no lo crei...

—Y mucho de lo que quedo fue pasto de las llamas. En Tujunga se ha formado un grupo armado de ciudadanos. No se si se alegrarian de verles a ustedes o no. La carretera hasta Tujunga no es mala, pero no creo que los turismos corrientes puedan pasar por algunos puntos.

—Si, pero ?donde esta el Ejercito? —pregunto el guardabosques—. La Guardia Nacional. ?Alguien! Usted dice que no deberiamos volver a Tujunga, pero ?que hacemos con estos ninos? Un dia mas y se nos acabaran las provisiones, ?y tenemos que cuidar de dos centenares de ninos!

Demonios, penso Tim, yo soy el experto. El conocimiento le producia exaltacion y depresion extranamente mezcladas.

—Mire, yo no soy uno de los tecnicos que siguieron la trayectoria del cometa, pero... se que el cometa se fragmento varias veces...

—?Se fragmento?

—Se rompio, convirtiendose en un enjambre de montanas volantes. ?Me comprende? Han chocado varios trozos con la tierra. No puedo decirle cuantos, pero... Era de manana en California, y el cometa venia por la direccion del sol, asi que el blanco principal fue el Atlantico. Si en la costa occidental las olas han sido tan grandes como la que se ha producido aqui, lo habran arrasado todo al este de Castkills y la mayor parte del valle del Mississippi. Ya no han gobierno nacional y tal vez no existe el Ejercito.

—?Jesus! ?Quiere decir que el pais entero ha desaparecido?

—Tal vez el mundo entero —dijo Tim.

Aquello era demasiado. El guardabosques se sento en el suelo, junto al coche de Tim, y miro al cielo.

—Mi hija vive en Long Beach...

Tim no dijo nada.

—Y mi madre. Estaba en Brooklyn, visitando a mi hermana. Usted dice que todo ha desaparecido.

—Probablemente —dijo Tim—. No puedo decirle mas.

—?Que hacemos entonces con todos los ninos y los excursionistas, con toda esta gente? ?Como vamos a alimentarlos?

—Busquen en almacenes, en ranchos con ganado, en cualquier lugar donde haya comida, hasta que

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