puedan plantar mas cultivos. Estamos en junio. Algunas cosechas habran sobrevivido.

—Al norte —dijo el guardabosques para si mismo—. Hay ranchos en las colinas, por encima de Grapevine. Si, al norte. —Alzo la vista hacia Tim—. ?Que va a hacer usted?

—No lo se. Supongo que ir hacia el norte.

—?Puede llevarse algunos ninos?

—No tengo inconveniente, pero carecemos por completo de viveres...

—?Y quien tiene comida? —pregunto el guardabosques—. Tal vez deberian quedarse ustedes con nosotros. Podemos marcharnos juntos.

—Probablemente tendremos mas posibilidades si vamos en pequenos grupos. Y no queremos quedarnos con ustedes.

Tampoco queria cargar con ninos, pero a eso no podia negarse. Ademas, su decision era la correcta. Lo habia leido en alguna parte: en toda duda de conciencia, lo que uno menos desea hacer es probablemente la accion que debe hacerse. O algo por el estilo.

El guardabosques se marcho y volvio al poco rato con cuatro pequenos, el mayor de los cuales tendria seis anos. Estaban limpios y bien vestidos, y se les veia muy asustados. Eileen los acomodo en la parte trasera del vehiculo y se sento junto a ellos.

El joven funcionario arranco una hoja de su cuaderno de notas, en la que habia anotado nombres y direcciones.

—Aqui tiene las senas de los ninos. Si puede encontrar a sus padres... —No pudo seguir porque se le quebro la voz.

—De acuerdo —dijo Tim, poniendo el vehiculo en marcha. Iba a conducirlo por primera vez y el embrague le parecio muy rigido.

En la parte trasera Eileen hablaba con los ninos.

—Me llamo Eileen, y este es Tim.

—?Adonde vamos? —pregunto una chiquilla muy pequena, con aspecto debil, pero que no lloraba como los demas chicos—. ?Nos llevais donde esta mi mama?

Tim echo un vistazo al papel. La nina se llamaba Laurie Malcolm y su madre la habia enviado al campamento. No figuraba el nombre del padre. La direccion de la madre estaba en Long Beach. Senor, ?que podria decirle?

—?Podemos ir a casa? —pregunto uno de los ninos antes de Eileen pudiera decir algo.

?Como podia decirle a un chico de seis anos que su hogar habia sido destruido por las aguas? ?O a una chiquilla que su mama estaba...?

—Vamos a subir por aquella colina —dijo Eileen, senalando hacia la montana cercana—. Cuando lleguemos alli esperaremos a tu mama.

—?Pero que ha ocurrido? —pregunto el chico—. Todo el mundo estaba muy asustado. El padre Tilly no queria que lo supieramos, pero el tambien lo estaba.

—Ha sido el cometa —le dijo Laurie con voz solemne—. ?No ha caido en Long Beach, Eileen? ?Puedo llamarte Eileen? El padre Tilly dice que no debemos llamar a los adultos por su nombre de pila. Nunca.

Tim giro para entrar en la carretera lateral que conducia al observatorio. Tiempo atras el mismo se habia encargado de la mejora de la vieja carretera polvorienta mediante troncos, grava y cemento en los sitios peores. El barro era espeso, pero el vehiculo todo terreno avanzo sin problemas. Ahora no tardarian en llegar. Pronto tendrian comida y podrian dejar de correr, al menos durante algun tiempo. Los alimentos no durarian indefinidamente, pero ya habria tiempo para preocuparse por eso cuando llegaran. De momento el observatorio era su hogar, un puerto, un sitio familiar, con calefaccion, ropas secas y una ducha. Un lugar seguro para refugiarse mientras el mundo llegaba a su fin.

El vehiculo ya no era nuevo y brillante. Las rocas habian aranado los costados y estaba lleno de barro. Pero avanzaba por la carretera embarrada como si fuera una autopista, pasando sobre las piedras desprendidas, vadeando charcos profundos. Tim nunca habia poseido un coche asi. Tenia la sensacion de que podria ir donde quisiera.

Y aquel potente coche les habia llevado a casa. Una curva mas, una sola curva y estarian a salvo...

El edificio de cemento armado estaba intacto, lo mismo que el garaje de madera situado a su lado. El techo del garaje estaba combado e inclinado, pero no tanto como para que alguien, excepto Tim, pudiera notarlo. La cupula del telescopio estaba cerrada, y todas las ventanas del edificio principal tenian cerrados los postigos.

—?Hemos llegado! —grito Tim. Tuvo que gritar porque Eileen y los ninos estaban cantando en el asiento posterior.

—?Estamos a salvo! Al menos por algun tiempo.

Eileen dejo de cantar.

—Esta muy bien —dijo sorprendida. No habia esperado ver el lugar intacto. Despues de lo de Tujunga, habia dejado de esperar nada.

—Claro. Marty es competente —dijo Tim—. Ha cerrado los postigos y...

Se interrumpio de improviso y Eileen siguio la direccion de su mirada. Dos hombres salian del observatorio. Eran mayores, de unos cincuenta anos, y llevaban rifles. Se quedaron mirando mientras Tim dirigia el coche hasta detenerlo delante del gran porche de cemento. Los hombres acunaban los rifles entre sus brazos, sin apuntar directamente al vehiculo, pero dispuestos a hacerlo en cualquier momento.

—Lo siento, amigo, no hay sitio —dijo uno de los hombres—. Sera mejor que se vayan. Lo siento.

Tim miro a los extranos, sintiendo que la ira se acumulaba en su interior.

—Soy Tim Hamner, el dueno de este lugar. ?Quienes son ustedes?

Los hombres no reaccionaron. Otro hombre, mas joven, aparecio en el porche.

—?Marty! —grito Tim—. ?Marty, diles quien soy!

«Y cuando sepa que estan haciendo aqui estos tipos, penso Tim, cambiare unas palabras, contigo, Marty».

El aludido sonrio de oreja a oreja.

—Larry, Fritz, este es el senor Timothy Gardner Allington Hamner, playboy, millonario... oh, si, y astronomo aficionado. El propietario de este lugar.

—Lo habia supuesto —dijo Fritz, sin mover el rifle.

Uno de los ninos empezo a llorar. Eileen lo atrajo hacia si y le abrazo. Los otros ninos miraban con los ojos muy abiertos.

Tim abrio la portezuela del coche. Los rifles se movieron ligeramente. El no hizo caso y bajo. Se quedo de pie en el oscuro crepusculo. La lluvia empapaba sus ropas y corria por la nuca hacia la espalda. Camino hacia el porche.

—Sera mejor que no se mueva —dijo uno de los hombres armados, el llamado Larry.

—Al diablo contigo —dijo Tim. Subio los escalones del porche—. No voy a gritarle y asustar a los ninos.

Los hombres no hicieron nada y, por un momento, Tim se sintio valiente. Penso que a lo mejor todo era una broma. Miro a Marty Robbins.

—?Que ha sucedido aqui?

—No solo aqui —replico Marty—. En todas partes.

—Se lo del cometa. ?Que estan haciendo esos tipos aqui, en mi propiedad?

Tim se dio cuenta en seguida de que habia cometido un error, pero ya era demasiado tarde.

—No es tu propiedad —dijo Marty Robbins.

—?No puedes salirte con la tuya! Hay guardabosques ahi abajo. Vendran en cuanto puedan...

—No, no vendran —dijo Robbins—. Ni guardabosques, ni Ejercito, ni Guardia Nacional ni policia. Tiene usted un buen equipo de radio, senor Hamner. —Pronuncio la palabra «senor» en tono despectivo—. He oido los ultimos mensajes del Apolo, y todo lo demas. He oido lo que se comunicaban los guardabosques. Este lugar ya no es tuyo porque nadie es propietario de nada. Y no te necesitamos.

—Pero... —Tim examino a los otros hombres. No parecian criminales.

Tim se pregunto como diablos podia uno saber si un hombre era un criminal. Pero aquellos tipos no lo eran. Tenian las manos asperas, manos de obreros, no como las manos de Marty o las de Tim. Uno de los hombres se habia roto una una y le estaba creciendo de nuevo. Llevaban pantalones grises, ropas de trabajo.

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