EL CARTERO: UNO

El origen de todo aquello que se llama deber, el requisito previo de toda ley autentica y la sustancia de toda noble costumbre, pueden encontrarse en el honor. Pero, si uno ha de pensar en ello es que carece de honor.

Oswald Spengler, Pensamientos

Harry Newcombe no fue testigo de la caida del cometa, y la culpa la tuvo Jason Gillcuddy, el cual se habia recluido en los bosques, segun decia, para hacer regimen y escribir una novela. Habia perdido casi seis kilos en medio ano, pero aun podia permitirse perder mas. En cuanto a su aislamiento, con toda certeza preferiria hablar con el cartero de paso que escribir.

Ya que el mejor cafe de aquellos contornos se servia en el rancho de Silver Valley, Gillcuddy se propuso preparar el mejor cafe al otro lado del valle.

—Pero se me van a llenar las tripas si dejo que todo el mundo me sirva dos tazas —le dijo Harry, sonriente—. Que popular soy.

—Sera mejor que las aceptes, chico. Mi contrato vence el jueves y he terminado la novela. La proxima vez que pases por aqui ya me habre ido.

—Has terminado la novela. ?Eh, eso es estupendo! ?Salgo yo en ella?

—No. Lo siento, Harry, pero estaba tomando unas proporciones desmesuradas. Ya sabes como son estas cosas.

Lo que mas te gusta suele ser lo que debes dejar fuera. Pero el cafe es Jamaica, marca Blue Mountain. Cuando celebro...

—Bueno, sirveme una taza.

—?Un poco de conac?

—Ten un poco de respeto por el uniforme... Bueno, diablos, no puedo negarme.

—Por mi editor —dijo Gillcuddy levantando la taza—. Dijo que si no cumplia con el contrato no me quedarian ganas de firmar mas.

—Es una profesion dura.

—Si, pero se gana dinero.

Harry creyo oir vagamente el estruendo de un trueno en la distancia. ?Se acercaba una tormenta de verano? Sorbio el cafe. Desde luego, era un brebaje de primera.

Cuando salio afuera no vio ninguna nube de tormenta. Harry estaba en pie desde la madrugada. Los granjeros del valle seguian extranos horarios, lo mismo que los carteros. Habia visto el brillo perlino de la cola del cometa que envolvia la Tierra. Era como la neblina formada por el humo y la contaminacion, solo que limpia. Habia una extrana inmovilidad en el ambiente, como si el tiempo hubiera quedado en suspenso, esperando algo.

De modo que Jason Gillcuddy regresaba a Chicago, hasta la proxima vez que tuviera que recluirse para ponerse a regimen y escribir otra novela. Harry le echaria de menos. Jason era el hombre mas culto del valle, tal vez con la excepcion del senador... que era realmente un hombre de carne y hueso. Harry lo habia visto ayer desde lejos, cuando llego en un vehiculo del tamano de un autobus. Tal vez le veria hoy.

Harry conducia a buena marcha en direccion a la casa de Adams cuando la camioneta empezo a dar saltos. Freno. ?Se habria pinchado un neumatico? La carretera se movia y parecia retorcerse, y el vehiculo se bamboleaba locamente. ?A pesar de que se habia detenido seguia moviendose! Cerro el contacto. ?Aun asi seguiria moviendose?

Penso que no deberia haberse fijado en aquella botella de conac, pero en seguida le asalto la idea de que podria tratarse de un terremoto. Los temblores habian cesado. Se dijo que en aquella region no habia lineas de fallas.

Prosiguio la marcha, mas lentamente. La granja de Adams se encontraba a bastante distancia en la nueva ruta que habia trazado para llegar alli temprano. No se atrevia a subir a la casa, con lo que ganaba un par de minutos. La senora Adams no habia vuelto a quejarse, pero hacia semanas que Harry no veia a Donna.

Harry se quito las gafas de sol. El dia habia oscurecido sin que se diera cuenta, y seguia oscureciendose: las nubes recorrian el cielo con una velocidad desacostumbrada, y los relampagos brillaban entre sus negras masas. Harry no habia visto nunca algo parecido. Si, era una tormenta de verano. Iba a llover.

Soplaba un viento de todos los demonios. El aspecto del cielo habia pasado de feo a horrendo. Harry no habia visto jamas semejante agitacion de nubes negras ni tal aparato electrico. Penso que deberia haber dejado el correo en el buzon de la entrada. Asi se vengaria de la senora Adams. Pero tal vez seria Donna la que tendria que ir a buscar las cartas bajo la tormenta. Harry avanzo hasta la casa y aparco bajo el voladizo del porche. Al bajar del coche empezo a llover, y aquel voladizo apenas ofrecia proteccion. El viento lanzaba la lluvia en todas direcciones.

Si al menos fuera Donna quien abriera la puerta... Pero lo hizo la senora Adams, cuyo rostro no mostro el menor signo de placer al verle. Harry alzo la voz por encima del fragor de la tormenta.

—Su correo, senora Adams —le dijo en un tono tan frio como la expresion de la dama.

—Gracias —dijo ella, y cerro la puerta bruscamente.

Llovia a cantaros, y el agua, al mezclarse con el polvo acumulado en la camioneta, formaba sucios arroyuelos marrones que avergonzaron a Harry. No creia que el vehiculo estuviera tan sucio. Subio a bordo, ya medio empapado, y arranco.

?Seria frecuente en el valle aquella clase de tiempo? Hacia un ano que Harry vivia alli, y no habia visto nada ni remotamente parecido. ?Era como el Diluvio Universal! Estaba deseando preguntarle a alguien que opinaba de aquello, a cualquiera, menos la senora Adams.

Hasta aquel dia, el valle habia estado bajo los efectos de la estacion seca. El breve curso de agua de Carper Creek apenas tenia espesor, era un riachuelo que mojaba la base de los pulidos cantos rodados blancos que formaban su cauce, por lo menos hasta aquella manana. Pero cuando Harry Newcombe paso por el puente de madera, las aguas arremolinadas llegaban a tal altura que de vez en cuando rebasaban la orilla. La lluvia seguia cayendo furiosamente.

Harry siguio adelante. Tenia que dejar dos sobres en el buzon de Gentry. Solo habia visto una vez al granjero, y en aquella ocasion Gentry le habia apuntado con una escopeta. Era un ermitano y no tenia necesidad de recibir puntualmente el correo. A Harry no le gustaba aquel hombre.

Las ruedas de la camioneta perdieron el contacto con el suelo firme y giraron de un modo desconcertante antes de volver a posarse en la carretera. Harry se dijo que antes o despues quedaria atrapado en el fango. Ya habia perdido la esperanza de completar su ruta. Tal vez podria pedir un poco de comida y un sitio para dormir en casa de los Miller.

Llego a un tramo de la carretera muy empinado. Avanzo lentamente, cegado por la lluvia, los relampagos y la oscuridad en los intervalos. Vio un espacio vacio a su izquierda y la ladera de una colina a la derecha, todo ello cubierto de arboles. Empezo a rodear la colina. Dentro del vehiculo el aire era caliente y estaba completamente humedo.

De repente freno en seco. Se habia producido un deslizamiento de tierras que cruzaba la carretera, arrastrando troncos desgajados y ramas. Penso por un momento en volver atras, pero ello significaba pasar de nuevo por las casas de Gentry y los Adams, lo que no le hacia ninguna gracia. La lluvia ya habia disuelto parte del barro acumulado, y la cuesta arriba no era tan pronunciada. Metio la primera marcha y avanzo sobre el barro. La camioneta se tambaleo. Harry trato de enderezarla usando el volante y el acelerador, mordiendose los labios. Era inutil, pues el mismo barro estaba en movimiento. ?Tenia que salir de alli! Dio gas y las ruedas giraron en vano mientras el vehiculo se ladeaba. Harry cerro el contacto, se echo al suelo del vehiculo y se cubrio el rostro con los brazos.

La camioneta empezo a oscilar, balanceandose como un barco anclado, hasta que el balanceo la hizo

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