Dos anos despues de matar a Blyth asesine a mi hermanito Paul, por razones muy diferentes y mas esenciales de las que tuve para acabar con Blyth, y un ano despues acabe haciendo lo mismo con mi primita Esmerelda, mas o menos por capricho.
Esos son mis resultados hasta el momento. Tres. Hace anos que no mato a nadie, y no pienso volver a hacerlo nunca mas.
Fue solo una mala racha que estaba pasando.
3. EN EL BUNKER
Mis mayores enemigos son las Mujeres y el Mar. Odio ambas cosas. A las Mujeres las odio porque son debiles y estupidas y viven a la sombra de los hombres y no son nada comparadas con ellos, y al Mar porque siempre me ha frustrado, destruyendo lo que construyo, arrasando lo que he levantado, borrando las marcas que he dejado. Y no estoy seguro de que el Viento este tampoco libre de culpa.
El Mar es una especie de enemigo mitologico, y yo le ofrezco algo parecido a sacrificios en mi alma, con cierto temor, respetandolo como se merece, pero tratandolo tambien en cierto modo como a un igual. Lo que hace afecta al mundo, como lo que yo hago; ambos deberiamos ser temidos. Las Mujeres… bueno, en lo que a mi respecta, las mujeres las tiene uno demasiado cerca para estar comodo. Ni siquiera me gusta que esten en la isla, aun la senora Clamp, que viene cada semana los sabados para limpiar la casa y traemos alimentos. Es vieja y asexuada, como ocurre con los muy viejos o los muy jovenes, pero sigue siendo una mujer, y tengo mis buenas razones para no perdonarselo.
Me desperte a la manana siguiente intrigado por saber si mi padre habia vuelto o no. Sin molestarme en vestirme me fui directamente a su habitacion. Cuando iba a abrir la puerta pude oir sus ronquidos antes de tocar el picaporte, asi que me di la vuelta y me dirigi al cuarto de bano.
En el bano, despues de hacer un pis, realice mi diario ritual de lavado. Primero me duche. La ducha es el unico momento en las veinticuatro horas del dia en que me quito completamente los calzoncillos. Eche los calzoncillos en la bolsa de ropa sucia que hay en el armarito con rejilla. Me duche a conciencia, comenzando por el pelo y acabando entre los dedos de los pies y debajo de las unas. A veces, cuando tengo que fabricar preciadas sustancias como queso de unas del dedo gordo del pie o pelusa de ombligo, tengo que pasarme dias y dias sin ducharme; odio tener que hacerlo porque enseguida me siento sucio y me pica todo el cuerpo, y lo unico bueno que sale de tal abstinencia es lo bien que se siente uno cuando finalmente puede ducharse.
Tras darme una ducha y secarme energicamente, primero con una toalla de cara y despues con una toalla de bano, me corto las unas. A continuacion me lavo los dientes a fondo con mi cepillo electrico. Despues viene el afeitado. Siempre utilizo espuma de afeitar y lo ultimo en cuchillas (las mas avanzadas ahora mismo son las de doble hoja y cabeza basculante) para rasurar, con destreza y precision, esa pelusilla marron que me ha crecido el dia y la noche anterior. Al igual que ocurre con todas mis abluciones, el afeitado sigue una pauta definida y predeterminada; me doy un mismo numero de pasadas, de identica extension y en el mismo orden cada manana. Como siempre, cada vez que contemplo las superficies meticulosamente tonsuradas de mi cara, siento un creciente cosquilleo de emocion.
Me sone la nariz y me la hurgue hasta dejarla limpia, me lave las manos, limpie la cuchilla, el cortaunas, la banera y la ducha, escurri el trapo de fregar y me peine. Afortunadamente no tenia ningun grano, asi que no me quedaba mas que un lavado final de manos y un par de calzoncillos limpios. Coloque todos mis utiles de limpieza, las toallas, la cuchilla y lo demas, en su lugar preciso, limpie un poco el vaho del espejo que hay en mi armarito del bano, y volvi a mi habitacion.
Alli me puse los calcetines; ese dia tocaban verdes. A continuacion una camisa caqui con bolsillos. En invierno me pondria una camiseta debajo y una chupa militar verde encima, pero en verano no. Despues venian mis pantalones de pana verde seguidos de mis botas Kickers de color gamuza con las etiquetas arrancadas, como toda la ropa que llevo, pues me niego a servir de anuncio ambulante para nadie. Las demas cosas, mi cazadora de combate, la navaja, las bolsas, el tirachinas y el resto del equipo, me lo lleve directamente a la cocina.
Seguia siendo muy temprano y estaba a punto de caer la lluvia que habian anunciado el dia anterior. Tome mi frugal desayuno y ya estaba preparado.
Sali a la fresca humedad de la manana y me puse a caminar con paso vivo para mantener el calor y dar la vuelta a la isla antes de que empezara a llover. Las colinas que hay detras del pueblo estaban ocultas tras las nubes, y el mar se iba encrespando a medida que refrescaba el viento. La hierba estaba cubierta de rocio; gruesas gotas de rocio doblaban las flores cerradas y se aferraban tambien a mis Postes de Sacrificio, como sangre transparente en las resecas cabezas y en los cuerpos desecados. En un momento dado cruzaron el cielo un par de aviones a reaccion, dos Jaguars que pasaron ala con ala a unos cien metros de altura y acelerando, cruzando toda la isla en un abrir y cerrar de ojos en direccion al mar. Les eche una mirada furibunda y segui mi camino. Dos anos antes, un par de aviones como aquellos me hicieron saltar. Llegaron a una altura ilegalmente baja tras unas practicas de bombardeo en el campo de tiro que hay justamente debajo del estuario, retumbando sobre la isla tan inesperadamente que pegue un salto cuando estaba enfrascado en la delicada operacion de conseguir introducir en un frasco una avispa que habia en el viejo tronco caido cerca del abandonado corral de ovejas al final de la isla. La avispa me pico.
Aquel dia fui al pueblo, me compre un modelo del Jaguar en un kit de modelismo, lo construi aquella misma tarde y, siguiendo un ceremonial, procedi a volarlo en mil pedazos en el techo del Bunker con una pequena bomba de tubo. Dos semanas despues se estrello un Jaguar en el mar a la altura de Nairn, aunque el piloto pudo salir expulsado a tiempo. Me gusta pensar que ya en aquel tiempo funcionaba el Poder, pero sospecho que solo fue una coincidencia; los aviones de combate a reaccion se estrellan con tanta frecuencia que no era nada sorprendente que mi destruccion simbolica y su destruccion real ocurrieran con quince dias de diferencia.
Me sente en el monticulo de tierra que da a la Ensenada Enlodada y me comi una manzana. Me recline sobre un arbol que, cuando joven, habia sido el Asesino. Ahora habia crecido y era un poco mas alto que yo, pero cuando yo era un nino y teniamos la misma altura me sirvio de catapulta fija para defender cualquier acercamiento por el sur de la isla. Entonces, como ahora, el arbol se encontraba frente a la ancha ensenada y al lodo de color acerado por donde sobresalian los restos carcomidos de un viejo barco de pesca.
Tras la Historia del Viejo Saul decidi emplear la catapulta para otras cosas y se convirtio en el Asesino; flagelo de hamsters, ratones y jerbos.
Recuerdo que podia lanzar una piedra del tamano de un puno por encima de la ensenada y llegar a unos veinte metros en tierra firme, y cuando por fin me acostumbre al ritmo, podia disparar cada dos segundos. Podia acertar en cualquier sitio dentro de un angulo de sesenta grados segun la direccion en la que tirara del arbolito y cuanto lo doblara hacia el suelo. Nunca utilice un animalito para disparar cada dos segundos; tan solo caian unos cuantos a la semana. Durante seis meses fui el mejor cliente de la tienda de animales de Porteneil, pues iba cada sabado a comprar un par de bichos, y aproximadamente cada mes iba a comprar una lata de volantes de badmington de la tienda de juguetes. No creo que nadie atara cabos y relacionara ambas cosas, excepto yo.
Lo que hacia tenia un fin concreto; como practicamente casi todo lo que hago. Estaba buscando la calavera del Viejo Saul.
Lance el corazon de la manzana a la ensenada; cayo en el lodo del ultimo monticulo con un satisfactorio sonido de chapoteo. Decidi que era hora de echarle un vistazo al Bunker y sali trotando del monticulo, esquivando la duna mas al sur hacia el viejo circulo de cemento. Me detuve para observar la playa. No parecia haber nada de interes, pero recorde la leccion aprendida el dia anterior, cuando me detuve a olisquear el aire y todo parecia en orden y, diez minutos mas tarde, me encontraba luchando a brazo partido con un conejo kamikaze, asi que descendi a paso ligero por la ladera de la duna hasta llegar a la hilera de desechos que arroja el mar.
Habia una botella. Un enemigo de poca monta, y ademas vacia. Me acerque a la orilla y lance la botella al mar. Se quedo balanceandose cabeza arriba, a unos diez metros. La marea no habia cubierto aun los guijarros, asi que cogi unos cuantos y comence a apedrear la botella. Estaba lo suficientemente cerca como para poder utilizar el metodo de lanzamiento rasante por debajo de la cintura y los guijarros que habia escogido eran mas o menos del mismo tamano, asi que mi punteria fue muy certera: cuatro tiros a distancia de salpicadura y un quinto que destrozo el cuello de la botella. Hay que admitir que era una pequena victoria, porque la verdadera derrota de