las botellas tuvo lugar hace ya mucho tiempo, al poco de aprender a tirar piedras, cuando por primera vez cai en la cuenta de que el mar era un enemigo. De vez en cuando seguia poniendome a prueba, aunque yo no estaba dispuesto a tolerarle la menor intrusion en mi territorio.

La botella se hundio y volvi a las dunas, subi a lo alto de la duna en donde se erguia el Bunker medio enterrado y eche una mirada alrededor con mis prismaticos. La costa aparecia despejada, aunque el tiempo no lo estaba. Baje hasta el Bunker.

Hace anos repare la puerta metalica engrasando las herrumbrosas bisagras y enderezando las guias del pestillo. Saque la llave del candado y abri la puerta. En el interior me reencontre con el mismo olor a cera y a quemado. Cerre la puerta, la atranque con una madera y me quede quieto un rato, acostumbrando mis ojos a la penumbra y mi mente a la sensacion de aquel lugar.

Al rato ya podia ver entre tinieblas con la luz que se filtraba a traves de los sacos colgados tras las rendijas que conforman las unicas ventanas del Bunker. Me descolgue del hombro la bolsa y los prismaticos y los colgue en clavos hundidos en las desmoronadas paredes de cemento. Saque la latita con cerillas y encendi las velas; se consumian con una luz amarillenta, y yo me arrodille apretando los punos y pensando. Encontre el material de fabricacion de velas en el armario que hay debajo de las escaleras hara unos cinco o seis anos, y estuve experimentando con colores y consistencias durante meses antes de dar con la idea de utilizar la cera como una prision para avispas. Entonces mire hacia arriba y vi la cabeza de una avispa asomando en lo alto de una vela que habia en el altar. La vela recien encendida, de un rojo sangriento y gruesa como mi muneca, contenia la inmovil llama y la pequena cabeza dentro de su caldera de cera, como piezas en un juego extraterrestre. Mientras miraba, la llama, que sobresalia un centimetro por detras de la cabeza sumergida en cera, acabo liberando las antenas de aquel derretido y emergieron por un momento antes de prenderse y quemarse. La cabeza comenzo a humear al tiempo que la cera iba derritiendose a su alrededor y, al poco, el humo se convirtio en llamas, y el cuerpo de la avispa, una segunda llama en aquel crater, flameo y chisporroteo, incinerando al insecto desde la cabeza.

Encendi la vela que habia dentro de la calavera del Viejo Saul. Aquella esfera de hueso, hueca y amarillenta, fue la que mato a todas aquellas pequenas criaturas que encontraron su muerte en el lodo del extremo mas lejano de la ensenada. Observe la humeante llama en el interior de aquel recipiente en donde en otro tiempo estuvo el cerebro del perro y cerre los ojos. Vi de nuevo los Territorios del Conejo, y los cuerpos en llamas, saltando y corriendo. Volvi ver a aquel que escapo de los Territorios y murio poco antes de llegar al arroyo. Vi el Destructor Negro y recorde su tragico final. Pense en Eric, y me pregunte de que estaria tratando de prevenirme la Fabrica.

Me vi a mi mismo, Frank L. Cauldhame, y me vi tal como deberia haber sido; un hombre alto y delgado, fuerte y seguro de si mismo, que iba abriendose paso por el mundo con determinacion y proposito. Abri los ojos, trague un nudo en la garganta y respire hondo. Una fetida luz resplandecia por los agujeros de los ojos del Viejo Saul. Las velas colocadas a ambos lados del altar oscilaban junto con la llama de la calavera por una corriente de aire.

Eche un vistazo al interior del Bunker. Las cabezas cortadas de gaviotas, conejos, cuervos, ratones, buhos, topos y lagartijas me miraban desde lo alto. Todas ellas colgaban de pedazos de cuerda negra suspendidas de cordeles tendidos de pared a pared, de una esquina a otra, y borrosas sombras iban apareciendo en las paredes detras de ellas. Desde el pie de las paredes, sobre poyetes de madera o de piedra, o encima de botellas y latas que habia desechado el mar, me observaba mi coleccion de calaveras. Los amarillentos huesos craneales de caballos, perros, pajaros, peces y carneros miraban de frente al Viejo Saul, algunos con los picos o las mandibulas abiertas, otros cerradas, con los dientes expuestos al aire como garras. A la derecha del altar de ladrillo, madera y cemento en donde estaban las velas y la calavera, se encontraban mis pequenos frascos de preciados fluidos; a la izquierda se erguia una alta estanteria de cajoncitos de esos disenados para guardar tornillos, arandelas, clavos y ganchos. En cada cajon, no mucho mas grande que una caja de cerillas, habia una avispa que habia pasado por la Fabrica.

Alargue el brazo para coger una gran lata que tenia a mi derecha, abri la tapa haciendo palanca con la navaja y utilice una cucharilla que habia en el interior para poner un poco de la mezcla de color blanco que habia dentro en un platillo metalico colocado delante de la calavera del viejo perro. Despues saque el cadaver de avispa mas antiguo de su pequeno cajon y lo arroje sobre el montoncito de granulos blancos. Volvi a cerrar la tapa de la lata, meti el pequeno cajon de plastico en su sitio y encendi la pequena pira con una cerilla.

La mezcla de azucar y herbicida chisporroteo y refulgio; la intensa luz me deslumbre y nubes de humo se elevaron rodeando mi cabeza mientras aguantaba la respiracion y se me humedecian los ojos. En un segundo se apago la llamarada convirtiendo la mezcla y la avispa en un negro monton de restos llagados y cicatrizados enfriandose tras un intenso resplandor amarillo. Entorne los ojos para inspeccionar los restos, pero tan solo quedaba en mis ojos la ultima imagen, difuminandose como el brillo del platillo de metal. Despues de danzar en mis retinas un tiempo, desaparecio. Habia esperado encontrar el rostro de Eric, o cualquier otra pista que me indicara lo que iba a pasar, pero no encontre nada.

Me recline hacia delante, apague de un soplo las velas de las avispas, primero las de la derecha y despues las de la izquierda, y a continuacion sople por el agujero de un ojo y apague la vela que habia dentro de la calavera del perro. Seguia deslumbrado, pero llegue hasta la salida tanteando las paredes entre la oscuridad y el humo. Sali afuera y deje que el humo y los gases escaparan al aire humedo; espirales de color azul y gris surgieron a jirones de mi pelo y de mis ropas mientras permanecia alli quieto, respirando hondo. Cerre los ojos un momento y despues volvi al Bunker para arreglarlo un poco.

Cerre la puerta y eche el pestillo. Volvi a casa a comer y me encontre a mi padre cortando maderos de la playa en el patio trasero.

—Un buen dia —dijo, secandose el sudor de la frente. Era humedo y no particularmente calido, y el se habia quitado la chaqueta.

—Hola —dije yo.

—?Fue todo bien ayer?

—Todo bien.

—No volvi hasta muy tarde.

—Ya estaba dormido.

—Ya pense que te habrias dormido. Supongo que querras comer algo. Si quieres, ya lo preparare yo hoy.

—No, no te preocupes. Puedes seguir cortando lena ya que te has puesto. Ya preparo yo la comida. —Bajo el hacha y se restrego las manos contra los pantalones sin quitarme la vista—. ?Todo tranquilo ayer?

—Oh, si —asenti con la cabeza sin moverme de donde estaba.

—?No paso nada?

—Nada especial —le asegure dejando mis cosas en el suelo y quitandome la chaqueta. Agarre el hacha—. De hecho todo estuvo demasiado tranquilo.

—Muy bien —dijo, aparentemente convencido, y se metio en la casa. Yo empece a levantar el hacha para seguir partiendo lena.

Despues de comer me fui al pueblo con Gravel, que es como llamo a mi bicicleta, y algun dinero. Le dije a mi padre que volveria antes de la cena. Cuando estaba a mitad de camino de Porteneil comenzo a llover, asi que me detuve para ponerme el impermeable. Cayo un buen chaparron pero consegui llegar sin contratiempos. El pueblo se veia gris y vacio bajo la mortecina luz de la tarde; unos coches pasaban como una exhalacion por la carretera que va al norte, algunos con las luces encendidas, haciendo que todo se tornara mas tenebroso a su paso. Primero fui a la armeria y ferreteria a ver al viejo Mackenzie para comprarle otro de sus tirachinas americanos de caza y unos perdigones para la escopeta de aire comprimido.

—?Y como estamos hoy jovencito?

—Muy bien, ?y usted?

—Bah, voy tirando. Ya ves —me dijo moviendo lentamente su cabeza canosa de un lado a otro, con sus amarillentos ojos y cabellos bastante macilentos bajo la luz electrica de la tienda. Siempre nos decimos las mismas cosas. A menudo me quedo en la tienda mas tiempo del previsto porque huele muy bien.

—?Y como le va a ese tio tuyo? No lo he visto desde… bueno, hace tiempo.

—Muy bien.

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