tenia el valor para demostrar mis convicciones, pense, debia equilibrar un poco la balanza. Mi prima fue, simplemente, el objetivo mas obvio y mas facil.

Como en las otras ocasiones, no le guardaba ningun rencor personal. Los ninos no son gente de verdad, en el sentido de que no son varones y hembras pequenitos, sino una especie aparte que (probablemente) se convertiran en lo uno o lo otro a su debido tiempo. Los ninos pequenos especialmente, antes de verse envueltos en la insidiosa y maligna influencia de sus padres y de la sociedad, son abiertamente asexuados y, por lo tanto, perfectamente dignos de aprecio. Me gustaba Esmerelda (aunque pensaba que su nombre era un poco empalagoso) y jugaba mucho con ella cuando venia a visitarnos. Era la hija de Harmsworth y de Morag Stove, mis medio tios por parte de la primera esposa de mi padre; era el matrimonio que se hizo cargo de Eric desde los tres a los cinco anos. A veces venian desde Belfast para pasar el verano con nosotros; mi padre se llevaba bien con Harmsworth y, como yo me ocupaba de Esmerelda, pasaban unas vacaciones bastante relajadas aqui. Me da la impresion de que a la senora Stove no le hacia mucha gracia que yo me ocupara de su hija ese verano, pues fue el verano siguiente de que yo volara por los aires al pequeno Paul en su mas tierna edad, pero a los nueve anos no habia duda de que yo era un nino feliz y bien adaptado, responsable y bien hablado y, siempre que salia a relucir el tema, indudablemente entristecido por el fallecimiento de mi hermanito. Estoy convencido de que la razon por la que los adultos que me rodeaban estaban absolutamente convencidos de mi inocencia era debido a que yo tenia la conciencia verdaderamente limpia. Llegue a montar la doble farsa de mostrarme ligeramente culpable por motivos que no venian al caso, y asi los adultos me decian que no me culpara a mi mismo por no haber podido prevenir a tiempo a Paul. Resultaba perfecto.

Ya habia decidido que intentaria asesinar a Esmerelda antes de que llegaran ella y sus padres a pasar las vacaciones. Eric estaba fuera en un crucero con el colegio, asi que estariamos solos, ella y yo. Seria un poco arriesgado, tan seguido despues de la muerte de Paul, pero tenia que hacer algo para equilibrar la balanza. Podia sentirlo en mis entranas, en mis huesos; tenia que hacerlo. Era como una comezon interior, como algo que no podia evitar, como cuando vas por la calle en Porteneil y golpeas sin querer un talon en un adoquin. Entonces tengo que golpear el otro talon en otro adoquin con una fuerza parecida al del primer talonazo para volver a quedarme a gusto. Lo mismo me pasa si me rozo un brazo contra una pared o una farola; tengo que rozarme tambien el otro brazo enseguida, o por lo menos rascarmelo con la otra mano. De otras muchas maneras como esas es como trato de mantener el equilibrio, aunque no tengo ni idea de por que. Es simplemente algo que se tiene que hacer; y del mismo modo, me tenia que deshacer de alguna mujer, inclinar ligeramente la balanza hacia el otro lado.

Aquel ano me habia dado por las cometas. Era 1973, supongo. Empleaba multitud de cosas para fabricarlas: cana, listones de madera y perchas de alambre, varillas de aluminio para tiendas de campana, y cubiertas de papel y de plastico y bolsas de basura y cordel y cuerda de nailon y bramante y toda clase de pequenas trabillas y hebillas y trozos de cordon electrico y de cintas de goma y pedazos de cable y alfileres y tornillos y clavos y piezas desmontadas de los barcos de modelismo y de diversos juguetes. Construi un carrete manual con doble manubrio con reten y espacio para medio kilometro de hilo en el tambor; elabore diferentes tipos de colas para las diferentes necesidades de las cometas, y docenas de cometas, grandes y pequenas, algunas de ellas de acrobacia. Las guardaba en mi cobertizo y, con el tiempo, tuve que sacar las bicicletas afuera y taparlas con una lona cuando la coleccion me desbordo.

Aquel verano lleve a menudo a Esmerelda a volar cometas. La dejaba jugar con una cometa pequena de un solo hilo mientras yo usaba una de acrobacia.Yo me ponia a hacer bucles en el aire con la mia alrededor de la de ella, o la hacia descender en picado hacia la arena desde mi puesto en lo alto de una duna, bajando la cometa hasta hacer muescas en altas torres de arena que habia construido y remontando el vuelo a continuacion, mientras la cometa iba dejando en el aire una estela de arena de la desmoronada torre. Aunque me llevo un tiempo conseguirlo y estrelle un par de ellas, una vez llegue a echar abajo una presa con una cometa. La hacia bajar en picado y, tras cada pasada, conseguia mellar el muro con una esquina de la cometa hasta llegar a hacerle una hendidura al muro de la presa por donde el agua acababa saliendo y haciendo que finalmente se desmoronara toda la presa y arrasara el pueblo de casitas de arena que habia debajo.

Y entonces, un dia estaba yo en lo alto de una duna, tirando contra la fuerza del viento que empujaba la cometa, agarrando y cobrando y calibrando y ajustando y torciendo, cuando uno de aquellos giros se me aparecio como un estrangulamiento alrededor del cuello de Esmerelda, y asi nacio la idea. Emplear las cometas.

Lo considere con toda la tranquilidad del mundo, sin dejar de volar la cometa desde la duna, como si nada hubiera ocurrido excepto la computacion maquinal de mi cerebro que guiaba la cometa, y me parecio razonable. Y mientras pensaba en ello, aquella idea cobro vida propia, germinando, tal cual, y alcanzando las proporciones de lo que finalmente concebi como la nemesis de mi prima. Entonces, recuerdo que esboce una sonrisa forzada y lleve la cometa acrobatica en un vuelo rasante por encima de la hierba y del agua, de la arena y la espuma de las olas, corriendola con el viento para, con un tironazo brusco, esquivar a la nina poco antes de que la golpeara en lo alto de la duna en donde estaba sentada sosteniendo en la mano su cometa, a la que daba tirones espasmodicos, conectada con el cielo. Se volvio hacia mi, sonrio y solto una risotada chillona, entornando los ojos ante la luz del verano. Yo tambien me rei mientras seguia controlando, con igual presteza, tanto aquella cosa en las alturas del cielo, como la otra, que iba germinando en mi cerebro bajo las alturas.

Construi una cometa enorme.

Era tan grande que ni siquiera cabia en el cobertizo. La hice de viejos postes de aluminio de tienda de campana, algunos de los cuales ya los habia conseguido hacia tiempo en el desvan y otros los habia encontrado en el vertedero del pueblo. El entelado fue al principio de bolsas de basura, pero despues lo sustitui por tela de tienda de campana, tambien del desvan.

Para el hilo emplee sedal de pesca naranja de gran resistencia enrollado en un tambor especialmente fabricado para el carrete, que habia reforzado y que se encajaba en un arnes de pecho. La cometa tenia una cola elaborada con tiras de papel de revistas como Armas y municiones, que en aquel tiempo recibia regularmente. En la lona del armazon pinte una cabeza de perro de color rojo porque todavia no me habia enterado de que yo no era del signo del Can. Mi padre me habia contado hacia anos que yo habia nacido bajo el signo astral del Can Mayor porque Sirio era en aquel momento mi ascendente. Bueno, aquello era solo un simbolo.

Una manana sali muy temprano; acababa de amanecer y no se habia despertado nadie. Me fui al cobertizo, saque la cometa, camine un trecho por las dunas, la ensamble, clave una clavija de tienda de campana en el suelo, amarre el nailon alli, y estuve un rato volando la cometa con el hilo muy corto. Hasta con aquel viento suave me hacia sudar y forcejear, y las manos se me fueron calentando a pesar de los recios guantes de soldador que llevaba puestos. Me convenci de que la cometa serviria y la volvi a dejar en su sitio.

Aquella tarde, con el mismo viento —ahora mas fresco— banando la isla en direccion al mar del Norte, Esmerelda y yo salimos como siempre, deteniendonos un momento en el cobertizo para recoger la cometa desmontada. Me ayudo a llevarla mientras nos alejabamos por las dunas, portando cumplidamente las cuerdas y el carrete apretados contra su pechito liso y dandole vueltas al trinquete, hasta que llegamos a un lugar que quedaba fuera de la vista de la casa. Era un alto cabezo de duna que miraba de frente a las lejanas costas de Noruega o Dinamarca, con hierba como cabellos que crecieran puntiagudos por encima del ceno.

Esmerelda se puso a buscar flores mientras yo iba construyendo la cometa con una lentitud solemne apropiada al caso. Recuerdo que ella les hablaba a las flores como si tratara de convencerlas de que salieran, para asi cogerlas en un ramillete, arrancadas y apretadas. El viento agitaba su rubia cabellera frente a su rostro mientras ella caminaba, se agachaba, gateaba y hablaba, y yo seguia ensamblando la cometa.

Finalmente la cometa estaba lista, completamente montada y tirada en el suelo como una tienda de campana caida sobre la hierba, verde sobre verde. El viento serpenteaba a su alrededor y la hacia flamear; el sonido de pequenos latigazos que la hacian removerse y parecer que estaba viva; la cara de perro amenazante. Desenrolle el hilo naranja de nailon y ate algunos cabos al armazon, deshaciendo los nudos, uno a uno.

Llame a Esmerelda para que viniera. Sostenia un ramillete de florecillas y me hizo esperarla pacientemente mientras me las iba describiendo una por una, inventandose los nombres que habia olvidado o que nunca habia sabido. Acepte la margarita que amablemente me ofrecio y me la puse en el bolsillo izquierdo del pecho de la chaqueta. Le dije que ya habia terminado de construir la nueva cometa y que podia ayudarme a probarla con el viento. Ella estaba emocionada y deseando agarrar los hilos. Le dije que quiza la dejara, pero que yo mantendria siempre el control. No queria soltar las flores de la mano y le dije que quiza tambien podria llevarlas.

Esmerelda exclamo ohhh y ahhh acerca del tamano de la cometa y del fiero perrito pintado en ella. La cometa yacia sobre la hierba ondulada por el viento como una impaciente manta raya que encrespara su aletas.

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