11. EL HIJO PRODIGO

Me desperte tras mi ultima racha de noches insomnes con la manta tirada al lado de la cama. Y sin embargo estaba sudando. Me levante, me duche, me afeite lentamente y subi al desvan antes de que el calor se hiciera insoportable.

El ambiente estaba muy cargado en el desvan. Abri las claraboyas, saque la cabeza y repase con los prismaticos la tierra que habia detras de la casa y el mar que tenia delante. El cielo seguia nublado; la luz parecia cansada y la brisa llegaba con un sabor rancio. Me puse a trastear un poco con la Fabrica, alimentando a las hormigas, a la arana y a la Venus, comprobando los cables y engrasando compuertas y demas mecanismos, mas que nada para quedarme tranquilo. Le quite el polvo al altar y volvi a colocar todo con cuidado, utilizando una regla para asegurarme de que los pequenos frascos y las demas piezas estuvieran dispuestas perfectamente simetricas sobre el.

Cuando volvi a bajar ya estaba otra vez sudando, pero no podia permitirme otra ducha. Mi padre estaba levantado y preparo el desayuno mientras yo veia algun programa matutino del sabado. Comimos en silencio. Aquella manana decidi hacer una ronda de reconocimiento por la isla, asi que fui al Bunker y agarre la Bolsa de Cabezas para poder realizar cualquier reparacion que necesitaran los Postes mientras hacia la ronda.

Tarde mas de lo normal en completar el circuito porque no dejaba de subir y bajar de las dunas mas cercanas para controlar los accesos. En ningun momento vi nada. Las cabezas en lo alto de los Postes de Sacrificio estaban en buen estado. Tuve que cambiar un par de cabezas de ratones, pero eso fue todo. Las otras cabezas y las cintas que hondeaban al viento estaban intactas. Encontre una gaviota muerta en la ladera de sotavento de una duna, al otro lado del centro de la isla. Me lleve la cabeza y enterre el resto del pajaro cerca de un Poste. Meti la cabeza, que ya empezaba a oler, en una bolsa de plastico que introduje a su vez en la Bolsa de Cabezas junto con las que tenia ya secas.

Oi, y despues vi, unos pajaros que levantaron el vuelo; alguien se acercaba por el camino, pero sabia que era la senora Clamp. Subi a lo alto de una duna para comprobarlo y la divise pedaleando por el puente en su vieja bicicleta de reparto. Cuando desaparecio detras de la duna que hay delante de la casa le eche otro vistazo a los prados y las dunas que hay mas alla, pero no vi nada, tan solo ovejas y gaviotas. En el vertedero se distinguia una humareda y en ese momento pude oir el monotono traqueteo de una maquina de diesel por la via ferrea. El cielo seguia nublado, pero luminoso, y el viento pegajoso e inestable. En alta mar se podian distinguir esquirlas doradas por el sol cerca del horizonte, donde el agua relampagueaba bajo los claros de las nubes; pero estaban lejos, muy lejos.

Termine la ronda de los Postes de Sacrificio y despues me pase como media hora cerca del viejo cabrestante dedicado tranquilamente a probar mi punteria. Coloque unas cuantas latas sobre la vieja carcasa oxidada del tambor, me aparte unos treinta metros y las derribe todas con mi tirachinas, utilizando unicamente tres bolas de acero adicionales. Cuando recupere todas las bolas de rodamientos excepto una volvi a colocar las latas en su sitio, regrese a mi posicion y lance piedras a las latas, aunque esta vez tuve que tirar catorce pedradas hasta que las derribe todas. Acabe lanzando el cuchillo al tronco de un arbol que hay junto al viejo cercado de las ovejas y comprobe con satisfaccion que calculaba bastante bien el numero de vueltas que daba en el aire antes de clavarse en el mismo lugar de aquella corteza tan descascarillada.

Al volver a casa me lave, me cambie de camisa y apareci en la cocina a tiempo para que la senora Clamp me sirviera el primer plato que, no se por que extrana razon, era un caldo humeante. Lo abanique con una rebanada de suave pan blanco mientras la senora Clamp se inclinaba sobre su cuenco y sorbia ruidosamente al tiempo que mi padre desmigajaba pan integral, como si fueran virutas de madera, en su plato.

—?Y como esta usted, senora Clamp? —le pregunte cortes.

—Oh, estoy muy bien —dijo la senora Clamp iniciando un fruncimiento de ceno, como un hilo enganchado que se desenhebrara de un calcetin. Acabo de fruncir el entrecejo y con el senalo la cuchara chorreante que tenia bajo la barbilla, como dirigiendose a ella—: Oh, si, estoy muy bien.

—?No esta esto muy caliente? —le dije, y me puse a canturrear. Segui abanicando la sopa mientras mi padre me lanzaba una mirada sombria.

—Es verano —me aclaro la senora Clamp.

—Ah, si —dije yo—. Lo habia olvidado.

—Frank —me dijo mi padre hablando de un modo en que apenas se le entendia, con la boca llena de verduras y de migas de pan—. Estoy seguro de que ya no te acuerdas de la capacidad de estas cucharas, ?verdad?

—?Un octavo de pinta? —sugeri inocentemente. Me lanzo una mirada furibunda y siguio sorbiendo su sopa. Yo no dejaba de abanicar la mia y tan solo me detenia para deshacer la capa marron de grasa que se formaba en la superficie de mi caldo. La senora Clamp seguia sorbiendo.

—?Y como van las cosas por el pueblo, senora Clamp? —le pregunte.

—Muy bien, por lo que yo se —informo la senora Clamp a su sopa. Yo asenti. Mi padre estaba soplando su cuchara llena—. El perro de los Mackie ha desaparecido, o eso he oido yo —anadio la senora Clamp. Yo alce las cejas levemente y esboce una sonrisa que expresaba preocupacion. Mi padre se detuvo y se quedo mirandome fijamente, y el sonido de la sopa que se le derramaba de su cuchara suspendida en el aire, cuyo extremo comenzo a inclinarse al oir las palabras de la senora Clamp, resono en la cocina como las gotas finales de un pis en la taza de un vater.

—?No me diga? —exclame sin dejar de abanicar la sopa—. Que pena. Menos mal que mi hermano no esta aqui porque si no seguro que le echaban la culpa. —Sonrei, mire a mi padre y despues volvi a mirar a la senora Clamp, que me observaba con los ojos entornados a traves del vaho que subia de su sopa. Finalmente la masa de la rebanada de pan con la que abanicaba mi sopa acabo sucumbiendo y se rompio en dos. Agarre a tiempo el trozo que se caia con la mano libre y lo deje en el plato del pan, al tiempo que alzaba la cuchara llena de sopa para probar un sorbito del caldo.

—Humm —solto la senora Clamp.

—La senora Clamp no ha podido conseguirte tus hamburguesas hoy —dijo mi padre tras aclararse la garganta en la primera silaba de «podido»— asi que hoy tienes carne estofada.

—?Esos sindicatos! —murmuro la senora Clamp asperamente, escupiendo sin querer en su sopa. Coloque un codo en la mesa, apoye la mejilla en un puno y la mire con extraneza. Como si nada. Ni siquiera levanto la vista, y finalmente me encogi de hombros y segui tomandome la sopa. Mi padre ya habia dejado la cuchara en la mesa, se habia enjugado el sudor del entrecejo con la manga y con una una estaba intentando sacarse un pedazo de lo que parecia ser una viruta de madera de entre las paletas superiores.

—Senora Clamp, ayer vi un fuego muy extrano junto a la casa nueva; lo apague, ?sabe? Estaba por alli, lo vi y lo apague —le dije.

—No presumas, muchacho —me dijo mi padre. La senora Clamp tenia la lengua fuera.

—Bueno, pues lo hice —dije sonriendo.

—Estoy seguro de que a la senora Clamp no le interesa.

—Oh, no, nada de eso —dijo la senora Clamp, moviendo la cabeza de arriba abajo con un enfasis un tanto extrano.

—?Lo ves? —le dije, tarareando mientras miraba a mi padre y asentia con la cabeza en direccion a la senora Clamp, que sorbia ruidosamente.

No abri la boca durante el segundo plato, que era un estofado, y tan solo en el postre de ruibarbo y natillas deje caer que habia notado un nuevo sabor en aquella mezcla de sabores, cuando de hecho estaba claro que la leche con que se habia preparado estaba totalmente pasada. Sonrei, mi padre gruno, y la senora Clamp siguio sorbiendo sus natillas y escupiendo los grumos de ruibarbo en la servilleta. Para ser sinceros, estaba poco hecho.

La cena me puso de buen humor y, aunque aquella tarde estaba resultando mas calurosa que la manana, me senti mas lleno de energia. No se veian ya manchas brillantes en alta mar y en la luz tamizada por las nubes habia un cierto espesor que tenia que ver con el aire cargado y la caida del viento. Sali afuera y di una vuelta corriendo a la isla, sin esforzarme; vi como la senora Clamp volvia al pueblo, camine en la misma direccion hasta

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