cabeza que colgar en un Poste. Por la carencia de movimientos aquel conejo parecia estar disecado, pero finalmente me di cuenta de que me miraba fijamente, sin parpadear, sin olisquear con su naricilla, sin doblar las orejas. Yo le devolvi la mirada y lentamente fui llevandome la escopeta al hombro, haciendo primero un movimiento y despues otro, como si fuera algo que se moviera empujado por el viento entre la hierba. Me llevo cerca de un minuto colocar la cabeza en la posicion adecuada, con la mejilla apoyada contra la culata, y aquella bestia seguia sin moverse ni un milimetro.

Aumentada cuatro veces por la mira telescopica, su inmensa cabeza bigotuda se dividia claramente en las cuatro partes de la reticula pareciendo aun mas impresionante aunque igual de inmovil. Frunci el ceno y levante la cabeza pensando de repente que a lo mejor era verdad que estaba disecado; quiza alguien se estaba riendo a mi costa. ?Los muchachos del pueblo? ?Mi padre? ?No seria Eric? ?Tan pronto? Fue una estupidez hacer aquello; movi la cabeza demasiado rapido para que pasara por un movimiento natural y el macho salio disparado pendiente arriba. Baje la cabeza y subi la escopeta al mismo tiempo y sin pensar. No tenia tiempo de volver a la posicion adecuada, inspirar y apretar suavemente el gatillo; fue levantarme y bang, y entonces, con todo el cuerpo desequilibrado y ambas manos en la escopeta, me cai hacia delante y di una vuelta en el suelo para proteger la escopeta de la arena.

Cuando levante la vista, con la escopeta entre los brazos, jadeando y la espalda llena de arena, no pude ver al conejo. Deje caer los brazos y me golpee las rodillas con la escopeta. «Mierda», murmure.

El macho no podia estar en una madriguera. Ni siquiera estaba cerca del terraplen donde estan las madrigueras. Estaba cruzando la llanura dando enormes brincos, directo hacia mi, y parecia agitar y sacudir la cabeza en el aire tras cada salto. Venia hacia mi como una bala, sacudiendo la cabeza, con los labios recogidos hacia atras, mostrando aquellos dientes largos y amarillentos que eran con mucho los mas grandes que jamas habia visto en un conejo vivo o muerto. Sus ojos parecian balas estriadas. Con cada brinco saltaban salpicaduras rojas de sus cuartos traseros; lo tenia encima y yo estaba alli tan tranquilo mirando, como si nada.

No tenia tiempo para recargar. En el momento en que empece a reaccionar ya no me quedaba tiempo mas que para actuar instintivamente. Mis manos dejaron el rifle suspendido en el aire a la altura de las rodillas y fueron en busca del tirachinas que, como siempre, llevaba colgado del cinturon, con el mango sujeto entre este y los pantalones de pana. Hasta mis perdigones de emergencia resultaban inutiles en ese momento; tendria al conejo encima en medio segundo, dirigiendose directamente a mi garganta.

Lo agarre con el tirachinas. Retorci el negro tubo de goma en el aire cruzando los brazos y cai hacia atras, pasandome al gran macho por detras de la cabeza y despues golpeandolo con las piernas y dandome la vuelta para ponerme al mismo nivel en donde habia caido el conejo, que pataleaba y forcejeaba con la energia de un gloton de America, con las patas extendidas sobre la pendiente de arena y el cuello atrapado en la goma negra. Retorcia la cabeza de un lado a otro tratando de alcanzar mis dedos con sus cortantes dientes. Yo le siseaba a traves de mis dientes y seguia apretando la goma alrededor de su garganta cada vez mas. El macho se revolvio violentamente, escupio, y emitio un sonido penetrante, que jamas imagine pudiera hacer un conejo, mientras pateaba furiosamente contra el suelo. Estaba tan desconcertado que mire a mi alrededor para asegurarme de que no hubiera senales de un ejercito de conejillos como aquella especie de doberman dispuestos a saltarme a la espalda y hacerme picadillo.

?Aquel maldito bicho se resistia a morir! La goma seguia estirandose y estirandose sin acabar de apretar, y no me atrevia a mover las manos por miedo a que me desgarrara un dedo o que me arrancara la nariz de un mordisco. Por la misma razon me resistia a embestirle con la cabeza; no estaba dispuesto a poner mi cabeza cerca de aquellos dientes. Tampoco podia llegar con una rodilla para romperle la columna porque, tal como estaba colocado, casi me estaba resbalando pendiente abajo y estaba claro que no podria sujetarme con una sola pierna en aquella superficie. ?Era de locos! ?Pero si no estaba en Africa! ?Era un simple conejo, no un leon! ?Que demonios estaba pasando?

Al final consiguio morderme retorciendo el cuello mas de lo imaginable y alcanzando mi dedo indice derecho justo en el nudillo.

Se acabo. Grite y tire con todas mis fuerzas, sacudiendo mis manos y la cabeza al tiempo que me lanzaba de espaldas y daba la vuelta sobre mi mismo, golpeandome una rodilla con la escopeta que habia dejado tirada sobre la arena.

Acabe tendido sobre la escasa hierba que hay en la falda de la colina, con los nudillos palidos de estrangular al conejo, sacudiendolo delante de mi cara con el cuello agarrado por la fina linea negra del tubo de goma, atado ahora como un nudo en una cuerda negra. Yo seguia temblando, asi que no podria decir si las vibraciones que sacudian aquel cuerpo eran debidas a el o a mi. Entonces la goma cedio. El conejo se estampo contra mi mano izquierda mientras el otro extremo de la goma me latigueaba la muneca derecha; mis brazos salieron disparados en direcciones opuestas y chocaron contra el suelo.

Estaba tendido de espaldas, con la cabeza apoyada en el terreno arenoso, con la mirada fija en el lado donde yacia el cuerpo del macho, al final de una negra linea curva, enredado con el mango del tirachinas. El animal no se movia.

Levante la vista al cielo y, apretando el puno de una mano, comence a golpear el suelo. Volvi a mirar el conejo, me levante y me arrodille junto a el. Estaba muerto; cuando lo levante, la cabeza se le cayo para atras, tenia el cuello roto. El anca izquierda estaba completamente roja de sangre donde le habia alcanzado un perdigonazo. Era grande; del tamano de un gato montes; el mayor conejo que jamas he visto. Estaba claro que habia pasado demasiado tiempo sin vigilar los conejos pues, de haber sido asi, ya habria notado la presencia de una bestia como aquella.

Me chupe el hilillo de sangre que brotaba de mi nudillo. ?Mi tirachinas, mi posesion mas preciada, el Destructor Negro, destruido por un vulgar conejo! Supongo que podria haber corrido un tupido velo y conseguir una nueva banda de goma, o llevarselo al viejo Cameron para que me hiciera un apano en su ferreteria, pero jamas volveria a ser el mismo. Siempre que levantara el tirachinas para apuntar a un blanco —vivo o muerto— volveria a tener presente este momento. El Destructor Negro estaba acabado.

Me sente en la arena y eche un vistazo rapido a los alrededores. Seguia sin haber rastro de conejos. No me extranaba. No habia tiempo que perder. En casos como este solo se puede reaccionar de una manera.

Me levante, cogi la escopeta, que estaba medio enterrada en la arena de la pendiente, subi hasta la cima de la colina, mire alrededor y decidi arriesgarme a dejar todo tal como estaba. Cargue la escopeta en mis antebrazos y sali corriendo a Velocidad de Emergencia, corriendo a todo trapo por el camino de vuelta a la isla, confiando en la suerte y en la adrenalina para no dar un mal paso y acabar tirado en el suelo, jadeante y con una fractura multiple de femur. En las curvas cerradas utilizaba el peso de la escopeta para mantener el equilibrio; la tierra y la hierba estaban secas, asi que no era tan arriesgado como parecia. Corte por un atajo del camino, subi por una duna y baje por el otro lado, alli donde asoma al exterior la tuberia de agua y electricidad antes de cruzar la ensenada. Salte por encima de los salientes metalicos y aterrice con ambos pies sobre el cemento, corriendo a continuacion por encima de la estrecha tuberia hasta llegar a la isla.

Una vez en la casa me fui directamente a mi cobertizo. Deje la escopeta, revise la Mochila de Guerra y me pase la cincha por encima de la cabeza atandome rapidamente el cordon de sujecion a la cintura. Cerre el cobertizo detras de mi y sali a paso ligero hasta el puente mientras iba recobrando el aliento. Una vez pasada la estrecha verja en mitad del puente, me puse a correr de nuevo.

En los Territorios del Conejo todo estaba tal como lo deje: el macho estrangulado en el suelo con el tirachinas roto, la arena levantada y revuelta en el lugar en donde me cai de espaldas. El viento seguia moviendo la hierba y las flores, y no habia senal de animales por los alrededores; ni siquiera las gaviotas habian divisado la carrona. Me puse enseguida manos a la obra.

Lo primero que hice fue sacar de la mochila una bomba metida en un tubo metalico de veinte centimetros. Hice un tajo en el ano del macho. Comprobe que la bomba estuviera en buen estado, especialmente que los cristales blancos de la mezcla explosiva estuvieran secos; a continuacion anadi una mecha en una pajita de plastico y una carga del explosivo alrededor del agujero horadado en el tubo negro y lo sujete todo junto con cinta aislante. Introduje todo aquello dentro del cuerpo aun caliente del conejo y lo deje medio sentado, como en cuclillas, mirando las madrigueras del terraplen. Despues cogi otras bombas mas pequenas y las fui colocando en las entradas de las madrigueras, hundiendo seguidamente los techos de las entradas para obstruirlas, dejando unicamente unas pajitas con mecha asomando al exterior. Llene la botella plastica de detergente con gasolina y cebe la mecha, dejandolo todo en lo alto del terraplen en donde estaban la mayoria de las entradas de las madrigueras. Volvi entonces a la primera de las madrigueras cegadas y encendi la mecha con mi encendedor

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