—Creo que si. —Miro por encima del respaldo de su asiento a Marty. El nino estaba reclinado en el asiento de atras, los ojos cerrados, la cabeza colgando ligeramente a un lado, la boca abierta.

—Gracias a Dios se ha dormido —dijo Francine—. Nos asustaste terriblemente a los dos.

—?Os asuste? —pregunto Arthur, sintiendo que su debilidad se quebraba ante un repentino resurgir de la rabia—. Jesus, si hubierais sentido lo que yo senti…

—Por favor —dijo Francine, con el rostro terriblemente serio—. Ya hemos llegado. Ahi esta Grant.

Abrio la portezuela de la camioneta y bajo. Arthur siguio en su asiento, confuso, luego cerro los ojos por un momento, buscando tentativamente la red, intentando averiguar lo que habia ocurrido. Habia habido muy poco por la radio, mas alla de los repetidos informes de algun desastre desconocido en Seattle; habia sido hacia menos de una hora.

Medio habia esperado que las superpotencias se lanzaran a una guerra nuclear; quizas algunos miembros de la red estuvieran impidiendo ahora que esto ocurriera. Pero tenia que tener fe. Por el momento, estaba desconectado del circuito de comunicaciones de la red.

Arthur tomo en brazos a un murmurante Marty. Grant les condujo a un dormitorio con una amplia cama de matrimonio y una cama plegable. Danielle —estaba dormida en aquellos momentos, les dijo Grant— habia hecho las camas y habia preparado toallas para ellos, asi como una cena ligera a base de sopa y fruta en la encimera de la cocina. Francine metio a Marty en la cama plegable y se reunio con Grant y Arthur en la cocina.

—?Has oido lo que ha ocurrido? —pregunto a Grant.

—No… —La camisa y los pantalones de Grant estaban arrugados y su canoso pelo alborotado; al parecer habia echado una cabezada en el sofa, despertandose al oir acercarse su vehiculo.

—Vimos un resplandor en el norte —dijo Arthur.

—Arthur cree que fue Seattle —dijo Francine. Su mirada era casi un desafio: Adelante, cuentanos lo que sabes. Dinos como lo sabes.

Arthur la miro con desanimo. Entonces se le ocurrio: ella estaba de nuevo entre familia. No tenia que confiar exclusivamente en el. Podia airear algunas de sus propias dudas y tensiones; Marty estaba dormido y no oiria. Comprendio muy bien aquello, pero le seguia doliendo. Por encima del dolor que habia sentido antes, aquella pequena traicion era casi mas de lo que podia soportar.

—Lo oimos por la radio —dijo Arthur, tomando el camino facil—. Algo le ocurrio a Seattle.

Francine asintio, el rostro sin sangre, los dientes apretados.

—La radio —dijo.

—?Que, por el amor de Dios? Tengo un hermano en Seattle —exclamo Grant.

El sonido en el aire de la muerte de Seattle resono en las ventanas de la casa. Grant alzo cautelosamente la vista al techo. Arthur miro su reloj y asintio.

—Ha sido borrado del mapa —dijo Arthur—. Toda el area metropolitana.

—?Jesucristo! —exclamo Grant, saltando de su taburete. Se dirigio al telefono de la pared al extremo de la cocina y tecleo con dedos temblorosos.

—No oimos eso por la radio —dijo suavemente Francine, con los hombros hundidos. Miro al suelo, mas alla de sus manos cruzadas.

—Parece que no hay comunicacion —dijo Grant. Se dirigio a la sala de estar y conecto la television—. ?Donde lo oisteis?

—Vimos el resplandor hara unos cincuenta minutos —respondio Francine, mirando con aire culpable a Arthur. El adelanto una mano, agitando los dedos, y ella la sujeto, cubriendose el rostro con su otra mano. Se estremecio, pero no broto ninguna lagrima.

La voz del comentarista les llego a traves del caro sistema de sonido de Grant, resonante y autoritaria, pero con algo mas que un asomo de miedo.

—… informes de Seattle y Charleston de que ambas ciudades han sido destruidas por lo que parecen ser explosiones nucleares, pero hay informes contradictorios de la no existencia de radiacion. Todavia no tenemos ninguna idea de lo que ocurrio realmente, aunque resulta claro que al menos esas dos ciudades costeras, en las costas Este y Oeste, han sido arrasadas por un desastre sin precedentes. El gobierno ha emitido comunicados de que nuestra nacion no se halla todavia en estado de guerra, lo cual conduce a algunas fuentes a afirmar que las explosiones no fueron causadas por misiles nucleares, al menos no procedentes de la Union Sovietica. De hecho, grandes destellos producidos sobre las ciudades de San Francisco y Cleveland han conducido a algunas personas a especular que la destruccion de la Tierra se ha iniciado, y que estamos siendo testigos…

—Diselo —murmuro Francine, con voz muy baja—. Cuentaselo. Te creo. Realmente te creo. Necesitan saberlo.

Arthur agito la cabeza. Ella volvio a cubrirse el rostro con las manos, pero su temblor habia cesado.

—No puedo decirselo, y tu no debes hacerlo —indico Arthur—. Solo les haria mas dano.

Danielle aparecio en la puerta, envuelta en un camison largo de seda y una bata de felpa echada por encima.

—?Que ha ocurrido? —pregunto.

Francine la abrazo y la condujo a la sala de estar. Arthur contemplo los tazones de sopa sin tocar, pensando: Todavia no… Pero ya no puede faltar mucho.

65

Una llamada en la puerta de su tienda de lona desperto a Edward a las ocho de la manana. Miro su reloj y se puso los pantalones, luego abrio la puerta, para encontrarse con Minelli y una mujer regordeta de pelo negro vestida con una camiseta negra y unos tejanos negros. Minelli le tendio una mano.

—Felicitame —dijo—. He encontrado a Ines.

—Felicidades —dijo Edward.

—Ines Espinoza, este es mi amigo Edward Shaw. Tambien se dedica a las rocas. Edward, Ines.

—Encantada de conocerle —dijo Ines.

—Nos conocimos ayer por la noche en el baile. Lastima que no estuvieras alli.

—Me sentia deprimido —dijo Edward—. No podia soportar la compania.

—Corre por ahi una historia acerca de insectos robot. Ines dice que vio un punado de ellos detras de Yosemite Village. ?Que crees que pueden ser?

—Yo tambien vi algunos —dijo Edward—. Aguardad un momento. Me visto y prepararemos el desayuno.

Sobre unas tostadas y unos huevos duros hechos en el hornillo Coleman, Edward les conto lo que habia visto junto al Sendero de las Brumas. Ines asintio y le miro con unos grandes ojos castanos, obviamente feliz de ver confirmada su historia.

—?Que crees que pueden ser?

—Demonios, si los bastardos pueden fabricar falsos alienigenas, tambien pueden construir aranas robot. Estan explorando la Tierra. Tomando muestras de todo antes de hacerla saltar.

Ines se echo a llorar espontaneamente.

—Hey, no hablemos mas de esta mierda —dijo Minelli—. Es sensible, ?sabes? Su viejo resulto muerto en una Harley en la carretera hara un par de dias. Ella salio despedida y se salvo. —Ines sollozo y se seco los ojos con la mano, revelando una fea herida y un hematoma en el antebrazo—. Hizo el resto del camino hasta aqui haciendo autostop. Es un encanto. —Minelli la abrazo, y ella le devolvio el abrazo.

Un hombre bajito y casi tan flaco como un esqueleto, con una frente alta y cuadrada, paso junto a la roca donde estaban desayunando. Llevaba un bate de beisbol casi tan grande como el, y parecia obcecadamente pensativo.

—?Que ocurre, hombre? —pregunto Minelli.

—Acabo de oirlo por la radio. Los alienigenas arrasaron con atomicas Seattle y Charleston y Shanghai la otra noche. Yo naci en Charleston. —Siguio sendero abajo, haciendo oscilar indolentemente el bate.

Ines hipo espasmodicamente.

—?Y usted que piensa hacer? —le pregunto Minelli al hombre que se alejaba.

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