—No lo se —dijo Arthur.

Grant hizo una mueca y sacudio la cabeza.

—Me he preguntado muchas veces cuanto tiempo podriamos seguir manteniendo esto unido. Vamos a morir todos, ?verdad?, y no podemos hacer nada.

Arthur tuvo la impresion de estar respirando fragmentos de cristal.

—Cada cual se enfrenta a las cosas a su manera —dijo Grant—. Si permaneces en un coche, conduciendo, quiza todo pueda mantenerse unido. Pueda seguir funcionando. Si todos permanecemos en casa, quiza… tambien. Si, tambien.

Por favor, vosotros sois poderosos, vosotros sois como Dioses, suplico Arthur a los Jefes en la cima de la red, tomadnos a todos, rescatadnos a todos. Por favor.

Pero la informacion que ya le habia sido pasada convertia aquella plegaria en algo hueco. Y ni siquiera tenia una seguridad de que su propia familia fuera a ser salvada; ninguna seguridad en absoluto, solo una fuerte y vivida esperanza. Tendio la mano a Grant y se la apreto con fuerza.

—Siempre te he admirado —dijo Arthur—. No eres como yo. Pero quiero que sepas que siempre te he admirado, y a Danielle tambien. Sois buena gente. Estemos donde estemos, ocurra lo que ocurra, estareis en nuestros pensamientos. Y espero que nosotros estemos tambien en los vuestros.

—Lo estareis —dijo Grant, con la mandibula encajada. Danielle y Francine salieron por la puerta delantera, con Marty detras. Becky no salio, pero miro a traves de la ventana delantera, un pequeno fantasma radiantemente rubio.

Arthur se sento de nuevo tras el volante despues de asegurarse de que Marty se habia atado bien el cinturon de seguridad en el asiento de atras. Grant abrazo fuertemente a Danielle con un brazo y les dijo adios con el otro.

No hay nada tan diferente en esto, penso Arthur. Una simple familia despidiendose. Hizo retroceder la camioneta fuera del camino y maniobro en la estrecha calle, mientras miraba su reloj. Una hora para llegar alla donde debian llegar.

El rostro de Francine estaba mojado por las lagrimas, pero no emitia ningun sonido; miraba fijamente hacia delante, el brazo colgando flaccido fuera de la ventanilla.

Marty dijo adios con la mano, y se alejaron.

Los vientos procedentes del oceano habian empujado el viento de los incendios del este tierra adentro, y una vez desaparecida la bruma el aire era claro y azul. Arthur cruzo el puente de grises vigas San Francisco-Bahia de Oakland, casi vacio de trafico, tomo la rampa de la 480 hacia el Embarcadero, y giro al sur hacia la China Basin Street y el Central Basin.

—?Sabes donde vamos? —pregunto Francine.

Asintio; en cierto modo, lo sabia. Estaba siguiendo direcciones, pero tenia una imagen de un barco de pesca de quince metros. Habia veinte pasajeros sentados al sol en la cubierta de atras, aguardandoles.

Aparco el coche en el aparcamiento del Agua Vista Park.

—Iremos caminando desde aqui —dijo—. No esta lejos.

—?Y el equipaje? —pregunto Francine.

—?Y mis juguetes? —apostillo Marty.

—Lo dejaremos todo aqui —dijo Arthur. Abrio la puerta de atras y saco la caja que contenia los discos y papeles de Francine. Aquello era lo unico que insistiria en llevar. Dejo que Marty cargara con ella.

Estaba volviendo la excitacion; mas tarde podria sentir tristeza por los que quedaban atras. En estos momentos, parecia seguro que aquello que mas habia anhelado estaba ocurriendo. La red no estaba bloqueando su camino ni diciendole que volviera atras; estaba siendo animado a seguir adelante. Solo quedaban unos pocos minutos.

—?Vamos a tomar un barco? —pregunto Francine. Asintio. Ella alzo su bolso, y Arthur agito la cabeza: dejalo. Ella saco una carterita de plastico conteniendo fotos familiares de su interior y arrojo a un lado el resto, casi furiosa, el rostro contraido.

—?No vamos a cerrar el coche? —pregunto Marty. Arthur hizo que se alejaran apresuradamente, dejando abierta la puerta de atras de la camioneta.

No necesitas posesiones. No traigas nada encima excepto tus ropas. Vacia tus bosillos de monedas, llaves, todo. Solo vosotros mismos.

Arrojo sus llaves y monedas, billetera y peine, al asfalto.

Cruzaron una puerta abierta en medio de una verja de cadena y penetraron en un largo y amplio muelle, con los suavemente bamboleantes mastiles de las barcas de pesca alineados a ambos lados.

—Apresuraos —urgio.

Francine empujo a Marty delante de ella.

—Todo esto para un paseo en barca —dijo.

Al extremo del muelle, la barca que habia visualizado les aguardaba. Habia efectivamente unas veinte personas de pie y sentadas en la parte de atras. Una mujer joven con unos tejanos destenidos y una chaqueta con capucha les guio hasta la rampa, y subieron rapidamente a bordo, ocupando sus lugares en la parte de atras. Marty se apoyo en un monton de gastadas y malolientes redes. Francine se sento sobre un torno.

—De acuerdo —exclamo la joven—. Ese es el ultimo.

Solo entonces se atrevio Arthur a dejar escapar el aliento. Miro a su alrededor, al resto de la gente que ocupaba el bote. La mayoria eran mas jovenes que el; habia cuatro ninos en el grupo, ademas de Marty. No habia pasajeros viejos. Mientras contemplaba sus rostros, se dio cuenta de que muchos de los que habian sido implicados en la red no estaban siendo recompensados por su trabajo: muchos miembros de la red habian sido dejados atras; en cambio, muchos que no pertenecian a la red, como Marty y Francine, estaban alli.

Nadie parecia tener la menor idea de donde se dirigian. La barca hendio las rizadas aguas de la bahia y se encamino hacia el norte. El sol arrojaba un bienvenido calor, pero los vientos que soplaban en la bahia arrastraban consigo la mayor parte de el.

La joven que les habia guiado fue acercandose a cada uno de ellos, con la mano tendida.

—Las joyas, por favor —dijo—. Anillos, relojes, collares. Todo. —Todo el mundo le entrego sus pertenencias sin ninguna queja. Arthur se quito el anillo de boda e hizo una inclinacion de cabeza a Francine para que hiciera lo mismo. Marty entrego su reloj de pulsera Raccoon sin quejarse. Estaba muy serio y muy quieto.

—?Sabe donde vamos? —pregunto un hombre joven vestido con traje de calle a la mujer mientras le tendia su Rolex de oro.

—Cerca de Alcatraz —dijo ella—. Eso es lo que me ha dicho el capitan.

—Quiero decir, despues de eso.

Ella nego con la cabeza.

—?Lo ha entregado todo todo el mundo?

—?Nos devolveran nuestras cosas? —pregunto una menuda mujer asiatica.

—No —respondio la joven de los tejanos—. Lo siento.

—?Van a venir con nosotros Becky y tia Danielle y tio Grant? —pregunto solemnemente Marty, contemplando las gaviotas deslizarse sobre la estela de la barca.

—No —respondio Francine, tomando la palabra de labios de Arthur—. Nadie mas viene con nosotros.

—?Vamos a abandonar la Tierra? —pregunto Marty. Los adultos a su alrededor se estremecieron visiblemente.

—Chisst —dijo la joven, alejandose de ellos—. Espera y veras.

Arthur alargo una mano y pellizco suavemente el lobulo de la oreja de Marty entre el indice y el pulgar. Chico listo, penso. Contemplo el agua, notando como las pequenas olas golpeaban ritmicamente contra el casco de la barca. Varias personas estaban empezando a marearse. Un hombre de barba canosa y piel bronceada de unos cuarenta anos se dirigio a la cabina de pilotaje y regreso con bolsas de plastico.

—Usenlas —dijo asperamente—. Todo el mundo. No necesitamos a nadie mas mareado de lo necesario, y por supuesto no necesitamos reacciones en cadena.

Arthur contemplo la linea del horizonte de la ciudad, parpadeando ante la salada espuma que flotaba en el aire. Todo ese trabajo. Por todo el mundo. Miles de anos. Ni siquiera podia empezar a

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