manos, haciendo payasadas mientras su madre tomaba fotos con una Polaroid. Aquella vez habian ido en coche hasta la punta. Una hora mas tarde estaban camino de vuelta a casa, terminando asi la ultima epoca feliz de su infancia. La ultima vez, de nino, que habia sentido que podia haber sido feliz.
Acaricio el brazo de Betsy y le sonrio.
—La mejor vista del mundo —dijo.
—Con asiento de primera fila —reconocio Betsy, protegiendo sus ojos del alto y brillante sol. Permanecieron cerca del borde durante varios minutos, enlazados, luego se volvieron y regresaron a las tiendas para reunirse con Minelli e Ines.
La tarde paso lentamente, relajadamente. Minelli habia comprado un salami entero en la tienda y dos hogazas de pan; Ines habia subido una ancha cuna de queso cheddar.
—Estaba entero hace unos dias —dijo—. No pregunteis como dimos cuenta del resto. —Su sonrisa era firme, intantil y dulce a la vez.
Minelli paso latas de cerveza, calientes pero bien recibidas pese a todo, y comieron lentamente, hablando poco, escuchando los pajaros y el zumbido del viento por entre los arboles a sus espaldas. Cuando hubieron terminado, Edward extendio un saco de dormir sobre la hierba e invito a Betsy a echarse y a dormir un poco con el. La ascension no habia sido cansada, pero el sol era calido y el aire suave, y grandes y gordas abejas zumbaban trazando perezosas curvas a su alrededor. Habian comido bien, y la cerveza habia hecho que Edward se sintiera irresistiblemente sonoliento.
Besty se tendio a su lado, apoyando la cabeza en el hueco de su brazo.
—?Eres feliz? —le pregunto.
Edward abrio los ojos y miro hacia arriba, a las blancas nubes contra un brillante cielo azul.
—Si —dijo—. Realmente, soy feliz.
—Yo tambien.
A unas pocas docenas de metros, los otros campistas estaban cantando canciones folkloricas y melodias de los anos sesenta y setenta. Sus voces derivaban en el inmovil y calido aire, mezclandose finalmente con el viento y el zumbido de las abejas.
68
Walter Samshow celebro su setenta y seis cumpleanos a bordo del Glomar
La cocina del barco preparo un pastel de cumpleanos de dos metros de largo con la forma de una serpiente marina…, o un pez remo, segun se preguntara al cocinero o a Chao, que habia visto varios peces remos en su epoca, pero no serpientes de mar.
A las cinco de la tarde, el pastel fue cortado con cierta ceremonia bajo la lona extendida sobre la bovedilla. Trozos del grosor de Biblias fueron servidas en la mejor vajilla del barco, acompanados por champan o ponche no alcoholico para aquellos que estaban ostensiblemente de guardia.
Sand brindo en silencio por su companero, alzando a popa una copa de champan. Samshow sonrio y probo el pastel. Estaba intentando decidir que sabor correspondia al peculiar color lodo de la masa —alguien habia sugerido agar endulzada—, cuando el oceano brillo repentinamente a todo su alrededor con un resplandeciente verde azulado, incluso bajo el intenso sol.
Samshow recordo su juventud, de pie en la playa de Gape God la noche del cuatro de julio, aguardando los fuegos artificiales y lanzando sus propios petardos al agua en el momento en que su mecha estaba a punto de agotarse. Los petardos estallaban debajo de la superficie, con un silencioso
La tripulacion en la cubierta posterior guardo un repentino silencio. Algunos, que se habian perdido el fenomeno, miraron desconcertados a sus companeros.
En rapida sucesion, del horizonte septentrional al meridional, mas destellos iluminaron el horizonte.
—Creo —dijo Samshow con su mejor tono profesional— que estamos a punto de ver solucionados algunos misterios. —Se arrodillo para depositar su plato y su copa de champan sobre cubierta y luego se puso de nuevo en pie, con la ayuda de Sand, junto a la barandilla.
Al oeste, todo el mar y el cielo empezaron a rugir.
Una cortina de nubes y cegadora luz se alzo del horizonte occidental, luego se curvo lentamente como una serpiente presa del dolor. Un extremo de la cortina se deslizo sobre el mar en su direccion con una sorprendente rapidez, y Samshow se encogio, no deseando que todo terminara todavia. Deseaba ver mas; deseaba vivir mas minutos.
El casco se estremecio violentamente y los mastiles de acero y las cuerdas cantaron. La barandilla vibro dolorosamente bajo su mano.
El oceano se lleno con una luz continua, kilometros de agua ya no mas opaca que una gruesa superficie de cristal verde sostenida sobre un fuego.
—Son las bombas —dijo Sand—. Estan estallando. A todo lo largo de las fracturas…
El mar al oeste se ampollo en una capa de quiza un centenar de metros de grosor, barrida por la serpenteante cortina, estallando en franjas de liquido y espuma ascendentes y descendentes. Entre los fragmentos del descortezado mar —la piel de una burbuja inconcebible— se alzo una masiva, resplandeciente y transparente masa de supercalentado vapor, de quiza tres kilometros de ancho. Su superficie revelada se condenso inmediatamente en un palido hemisferio opalescente. Otras de tales burbujas rompieron la superficie y emergieron y se condensaron de horizonte a horizonte, convirtiendo el mar en un espumarajo verde menta. Las nubes de vapor ascendieron en retorcidas columnas hasta el cielo. El silbar y el rugir y el profundo agitar que sacudia las entranas se hicieron insoportables. Samshow clavo las manos sobre sus oidos y aguardo lo que sabia que iba a venir.
Una dispersion de fragmentadas burbujas de vapor estallo justo a unos pocos centenares de metros al este, con mas en el lado opuesto. La turbulencia se disperso en una alta pared de agua que atrapo al barco a lo largo y partio su espina dorsal, retorciendo su mitad de proa en el sentido de las agujas del reloj, su mitad de popa a la inversa; el metal chillo, los remaches saltaron como balas de canon, las planchas se desgarraron con un curioso sonido como de papel rasgado, las vigas y los tirantes restallaron. Samshow salio disparado por la borda, y durante un momento parecio suspendido en medio de la espuma y los restos flotantes. Sintio que todo aquello de lo que formaba parte —el mar, el cielo, el aire y la bruma a su alrededor— se aceleraban bruscamente hacia arriba. Una burbuja de vapor mucho mas grande broto a la superficie inmediatamente debajo del barco.
No hubo, por supuesto, tiempo para pensar, pero un pensamiento del instante antes permanecio clavado como una imagen estrobos-copica, congelada en su mente antes de que su cuerpo fuera hervido y aplastado en un instante en algo dificilmente distinguible de la espuma a su alrededor:
Alrededor de todo el planeta, alla donde las maquinas deposita-doras de bombas habian infestado las simas mas profundas del oceano, largas y sinuosas cortinas de ardiente vapor brotaron a las alturas atmosfericas y las atravesaron. Mientras los millones de vitreas columnas de vapor se condensaban en nubes, y las nubes golpeaban las frias masas superiores del aire y se convertian en lluvia, el aire que habia sido empujado a un lado volvia torrencialmente a su lugar con un violento tronar. Los tsunamis, los grandes maremotos, rodaron hacia fuera al ritmo de los turbulentos frentes concentricos en expansion de las altas y bajas presiones.
El fin habia empezado.
DIES IRAE