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Debajo de la bahia de San Francisco, horas despues de abordar el arca, la joven que los habia guiado a la barca de pesca —su nombre era Clara Fogarty— iba de un lado para otro entre las veinte personas que se apinaban en la sala de espera y hablaba con ellas, respondiendo preguntas, intentando que mantuvieran la tranquilidad. Ella misma no parecia demasiado tranquila; fragil, al borde de derrumbarse.
—Voy a ir a visitar las zonas donde nos instalaremos —le dijo a Francine.
—?La red te ha dicho esto?
—No —respondio, mirando hacia un lado, frunciendo ligeramente el ceno—. Alguien distinto. Una voz que nunca habia oido antes. Voy a conocer a alguien.
Francine se seco el rostro con las manos y le beso. Arthur alzo a Marty con un
—Volvere dentro de poco.
Se detuvo junto a Clara Fogarty en la escotilla central del lado opuesto al que habian entrado. La escotilla —poco mas que una linea en la superficie de la pared— se abrio y la cruzaron rapidamente, antes de tener una impresion clara de lo que habia al otro lado.
Un pasillo amplio y brillantemente iluminado, que se curvaba
—?Gravedad artificial? —le pregunto Clara Fogarty.
—No lo se —respondio.
Echaron a andar a una silenciosa peticion. Permanecian erguidos con relacion al suelo, sin ninguna sensacion extrana excepto la visual. Al extremo del pasillo les aguardaba otra escotilla abierta; mas alla se divisaba una calida semioscuridad. Entraron en una camara similar a la sala de espera.
En el centro de aquella camara se alzaba un pedestal de unos treinta centimetros de alto y un metro de ancho. Sobre el pedestal reposaba algo que tras un primer examen Arthur tomo por una escultura. Tenia aproximadamente la mitad de su altura, y estaba modelado como un cuadrado y robusto torso y cabeza humanos…, mas bien, de hecho, como una cuadrada y ligeramente aplastada muneca de ceramica china. Aparte un ligero y no dividido pecho, carecia de todo rasgo superficial. Su color era similar al del cobre tratado termicamente, con remolinos oleosos y tornasolados arcos iris. Su piel era reluciente pero no reflexiva.
Sin ninguna advertencia, se alzo suavemente unos pocos centimetros por encima del pedestal y se dirigio a ambos en voz alta:
—Me temo que pronto vuestro pueblo ya no sera mas salvaje y libre.
Arthur habia oido aquella misma voz en su cabeza hacia unos pocos minutos, llamandoles a traves de las escotillas.
—?Quien eres? —pregunto.
—No soy vuestro mantenedor, pero soy vuestro guia.
—?Estas vivo? —No sabia que otra cosa preguntar.
—No estoy biologicamente vivo. Soy parte de esta nave, la cual a su vez sera pronto parte de una nave mucho mas grande. Estais aqui para preparar a vuestros companeros para mi, a fin de que pueda darles instrucciones y cumplir con mis propias instrucciones.
—?Eres un robot? —pregunto Clara.
—Soy un simbolo, disenado para ser aceptable sin suscitar impresiones erroneas. En cierto modo, soy una maquina, pero no soy un trabajador servil. ?Me comprendes?
La voz del objeto era profunda, autoritaria, y sin embargo no masculina.
—Si —dijo Arthur.
—Algunos de entre vuestro grupo pueden ser presas del panico si son expuestos ante mi sin preparacion. Y sin embargo es esencial que me conozcan y confien en mi, y confien en la informacion e instrucciones que yo les de. ?Queda comprendido esto?
—Si —respondieron ambos al unisono.
—El futuro de vuestro pueblo, y de toda la informacion que hemos recuperado de vuestro planeta, depende de como interactuemos nosotros con vosotros. Vosotros debeis disciplinaros, y debeis educaros acerca de realidades mayores de las que la mayoria estais acostumbrados a enfrentar.
Arthur asintio, con la boca seca.
—?Estamos dentro de una de las arcas?
—Lo estais. Esas naves se uniran entre si una vez esten todas en el espacio. Ahora hay treinta y una de esas naves, y a bordo de veintiuna de ellas, quinientos humanos en cada. Las naves contienen tambien gran numero de muestras botanicas, zoologicas y otros especimenes…, en muchos casos no completos, pero si de forma recuperable. ?Queda esto claro?
—Si —dijo Arthur. Clara asintio.
—La mayor parte de mis comunicaciones anteriores con vosotros no fueron a traves del habla, sino mediante lo que vosotros podriais llamar telepatia, mientras habeis estado siendo dirigidos por la red. Mas tarde, cuando haya mas tiempo, este engorroso metodo sera en su mayor parte abandonado. Ahora, cuando volvais entre vuestros companeros, hablare a traves de vosotros, pero vosotros tendreis que frasear y dar enfasis a mis palabras. Tenemos muy poco tiempo.
—?Ya ha empezado? —pregunto Clara.
—Ya ha empezado —dijo el objeto.
—?Y nos iremos pronto?
—Los ultimos pasajeros y especimenes para esta nave estan siendo cargados ahora.
Arthur recibio impresiones de cajas de cromadas aranas siendo cargadas desde pequenas barcas a traves de la entrada de superficie del arca. Las aranas contenian los frutos de semanas de busqueda y recogida de muestras: material genetico de miles de plantas y animales a lo largo de toda la Costa Oeste.
—?Como podemos llamarte? —pregunto Arthur.
—Vosotros elaborareis vuestros propios nombres para mi. Ahora debeis regresar a vuestro grupo y llevarles a sus aposentos, que se hallan a lo largo de este pasillo. Tambien debeis pedir al menos a cuatro voluntarios que sean testigos del crimen que se esta cometiendo en estos momentos.
—?Vamos a ser testigos de la destruccion de la Tierra? —pregunto Clara.
—Si. Es la Ley. Si me disculpais, tengo otras presentaciones que hacer.
Retrocedieron de la semioscura habitacion y contemplaron como la escotilla se cerraba silenciosamente.
—Muy eficiente —dijo Arthur.
—«La Ley» —sonrio tensamente Clara—. En estos momentos estoy mas asustada de lo que nunca lo estuve en la barca. Ni siquiera se los nombres de toda esa gente.
—Empecemos —dijo Arthur. Cruzaron el curvado pasillo. La escotilla del lado opuesto se abrio, y vieron un grupo de rostros ansiosos. El olor del miedo floto hacia ellos.
70
Irwin Schwartz penetro en la sala de situacion de la Casa Blanca y casi tropezo con la primera dama. La mujer retrocedio rapidamente con una nerviosa inclinacion de cabeza y un temblor en las manos, y el entro. Los nervios de todo el mundo estaban a flor de piel desde la evacuacion de la noche antes y el rapido regreso del presidente a la capital. Nadie habia dormido mas de una o dos horas desde entonces.
El presidente estaba de pie junto a Otto Lehrman ante las pantallas de datos de alta resolucion montadas