VISITA SECRETA DEL PRESIDENTE AL VALLE DE LA MUERTE
Detalles poco claros: ?puede haber alguna relacion con los alienigenas australianos?
La misma transmision no desmodulada que habia traido a Trevor Hicks a Furnace Creek habia conducido a otros periodistas, unas horas mas tarde, a similares conclusiones. Hicks habia encontrado el filon principal. Los otros habian tenido que conformarse con el testimonio de los habitantes de Shoshone y una llamada telefonica a Furnace Creek que les habia puesto en comunicacion con el apartamento de una doncella que solo hablaba espanol. Bernice Morgan no habia sido entrevistada.
El general Paul Fulton, comandante en jefe de las Operaciones del Transbordador de la Costa Oeste, estaba en el mismo vuelo con Arthur. Se acerco a el tan pronto como estuvieron en el aire y hubieron terminado su ascension a 8.500 metros.
—Ah, la buena vieja prensa libre —comento, ocupando el asiento de su lado—. Disculpeme, senor Gordon. No tuvimos tiempo de sentarnos y charlar un rato.
—?Vuelve usted para testificar?
—Ante algunos congresistas clave, ante el Comite de senadores de Actividades Espaciales…, solo Dios sabe lo que va a hacer Proxmire con esto. Incluso se me escapa como consiguio llegar hasta ese comite. El hombre es politicamente inmortal.
Arthur asintio. Tenia la sensacion de que su cerebro era como gachas. Habia esperado dormir durante todo el vuelo, pero Fulton parecia tener algo en mente.
—Muchos de nosotros estamos preocupados por la eleccion de Crockerman de ese Trevor Hicks. Es un escritor de ciencia ficcion…
—Solo recientemente —dijo Arthur—. En realidad es un escritor cientifico mas que decente.
—Si, y en realidad no discutimos la eleccion de Hicks, pero nos preguntamos acerca de la necesidad del presidente de ir mas alla del… grupo primario. Su estado mayor y sus asesores y su Gabinete. Los expertos asignados.
—Deseaba una segunda opinion. Menciono eso un par de veces.
Fulton se encogio de hombros.
—El Huesped lo impresiono.
—El Huesped me impresiono a mi tambien —dijo Arthur.
Fulton abandono bruscamente el tema.
—Habra dos de nuestros equivalentes australianos en Washington cuando lleguemos. Recien volados de Melbourne. Supongo que eran piezas de repuesto alli abajo. El hombre autenticamente importante, Quentin Bent, se ha quedado atras. ?Le conoce?
—No —dijo Arthur—. Hay un cierto abismo entre los hemisferios Norte y Sur, en el campo cientifico en general, pero sobre todo en astronomia. Aunque Pent no es astronomo. Es sociologo, creo.
Fulton parecia dubitativo.
—Su colega, el doctor Feinman…, ?sera capaz de resistirlo?
—Creo que si. —Arthur se dio cuenta de que estaba empezando a desagradarle el general Fulton, y se pregunto si aquello era razonable. Al fin y al cabo, el hombre solo estaba intentando reunir informacion.
—?Que es lo que tiene?
—Leucemia cronica.
—?Terminal?
—Sus medicos creen que es tratable.
Fulton asintio.
—Me pregunto si ese no es un buen diagnostico tambien para la Tierra.
Arthur no capto el significado.
—Cancer —ofrecio voluntariamente Fulton—. Cancer cosmico.
Arthur asintio reflexivamente y miro por la ventanilla, preguntandose cuando conseguiria algo de tiempo para llamar a Francine, para hablar con Marty, para tocar con los pies el mundo real.
18
El teniente coronel Albert Rogers tomo el mensaje recibido por radio y salio por la puerta de atras del remolque de comunicaciones, bajando los escalones metalicos de plancha corrugada hasta la blanca y crujiente arena. En realidad no deseaba pensar en las implicaciones de sus ordenes; pensar a un nivel tan esoterico no iba a hacerle ningun bien. El Huesped estaba muerto; Arthur Gordon habia ordenado que su equipo investigara el interior del cono. Rogers no iba a permitir que lo hiciera nadie excepto el.
Habia estado planeando aquella mision. Habia trazado diagramas incompletos del interior del aparecido en un pequeno bloc de notas, poco mas que suposiciones basadas en longitud, altura, anchura y el angulo y longitud del tubo que avanzaba a traves de la roca solida. Trepar por el tubo no presentaria ningun problema: aunque girara en vertical hacia arriba, podia considerar el asunto como trepar por el interior de una chimenea, la espalda contra un lado, las piernas formando tijera y los pies apretados contra el otro, ascendiendo centimetro a centimetro. Llevaria una grabadora video digital en miniatura, mas pequena que la palma de su mano, y una videocamara del tamano de un dedo montada en su casco. Una Hasselblad para fotos de alta resolucion y otra camara mas pequena, una Leica de 35 mm automatica, completarian su equipo. Dudaba que la investigacion tomara mas de un dia. Habia, por supuesto, la posibilidad de que el aparecido estuviera perforado en su interior como un panal. De alguna forma, lo dudaba.
Mientras un sargento y un cabo traian las provisiones que habia pedido del remolque de almacenamiento, trazo su itinerario y examino las medidas de emergencia con su segundo al mando, el mayor Peter Keller. Luego Rogers se coloco la mochila pectoral y las pesadas botas de escalada, enrollo tres largos de cuerda y los colgo de su cinturon, y se dirigio hacia el lado sur del aparecido.
Comprobo el reloj y ajusto el cronometro a cero. Eran las seis de la manana. El desierto estaba envuelto todavia en el gris del preamanecer, con altos cirros extendiendose de horizonte a horizonte en una fina capa. El desierto olia a limpio aire frio, con un asomo de resina seca.
—Deme un impulso —dijo Rogers a Keller. El mayor entrelazo los dedos de ambas manos para formar un apoyo y Rogers metio su pie izquierdo; con un «?hop!», Keller lo alzo hasta la boca del tunel. Rogers permanecio tendido por unos instantes de espaldas en el pozo que formaba angulo, contemplando la primera curva, a unos doce metros roca adentro.
—De acuerdo —dijo, pulsando el boton de su reloj para poner en marcha el cronometro—. Alla voy.
Habian rechazado la idea de desenrollar un cable telefonico y comunicarse directamente por el mientras trepaba. La grabadora video iba equipada con un pequeno micro de solapa, a traves del cual podria nacer observaciones orales; la camara video efectuaria una grabacion adecuada de lo que viera, momento a momento. Si se presentaban el momento y la oportunidad, tomaria fotos con las otras camaras.
—Buena suerte, senor —dijo Keller mientras Rogers iniciaba su ascension en angulo tunel arriba.
—Al infierno con eso —gruno Rogers para si mismo. Los primeros diez metros fueron faciles, un lento arrastrarse. En la curva, hizo una pausa para encender una luz en la oscuridad. El tunel formaba un angulo directo hacia arriba tras los primeros diez metros de inclinacion. Anoto esto en voz alta para el registro, luego miro hacia abajo por encima de su estomago y piernas, al camafeo del rostro de Keller. Keller hizo un «okay» formando un circulo con el indice y el pulgar. Rogers hizo parpadear dos veces su luz.
—Estoy metiendome en la barriga de una nave espacial alienigena —se dijo silenciosamente a si mismo, haciendo una mueca para relajar su tensa mandibula y sus musculos faciales—. Estoy arrastrandome hacia arriba, hacia lo desconocido. Eso es. No tengo por que tener miedo. —Y no lo tenia…, sentia una especie de calma energetica, casi una excitacion que lo abrumaba.