sus superficies, carecian de rasgos distintivos; no habia aparatos sensores visibles, ni rejillas para producir sonidos, ni brazos extensibles. Nada.

Bent se inclino hacia delante.

—Bienvenidos. Este es nuestro decimoquinto encuentro, y esta vez he invitado a tres huespedes a que asistan a el. Mas adelante asistiran otros. ?Se encuentran ustedes bien? ?Todo es satisfactorio?

—Todo es satisfactorio —respondio el robot del centro. Su voz era ambiguamente de tenor, ni masculina ni femenina. Las inflexiones y el acento australiano asumido eran perfectos. Arthur pudo imaginar facilmente a un joven culto y prospero detras de aquella voz.

—Esos caballeros, David Rotterjack, Charles Warren y Arthur Gordon, han viajado desde nuestra nacion aliada, los Estados Unidos de America, para hablar con ustedes y formularles importantes preguntas.

—Nuestra bienvenida al senor Rotterjack y al senor Warren y al senor Gordon. Aceptaremos todas las preguntas.

Rotterjack parecia asombrado. Puesto que era claramente incapaz de hablar el primero, Arthur miro directamente al shmoo del centro y dijo:

—Tenemos un problema.

—Si.

—En nuestro pais hay un dispositivo similar al suyo, camuflado como un cono de escoria volcanica. De ese dispositivo emergio un ser biologico. —Relato concisamente los acontecimientos subsiguientes, maravillandose de su aparente tranquilidad—. Resulta claro que la historia de ese ser contradice la de ustedes. ?Podrian explicarnos, por favor, esas contradicciones?

—Tampoco tienen sentido para nosotros —dijo el robot de en medio. Arthur controlo un ansia repentina de alzarse y echar a correr; el tono de la maquina era suave, completamente controlado, de alguna forma superior —. ?Esta seguro de sus hechos?

—Tan seguro como podemos estarlo —dijo Arthur, sintiendo que su urgencia de huir era reemplazada por la irritacion, luego por la furia. Realmente estan empleando practicas obstruccionistas. ?Maldita sea!

—Esto es muy desconcertante. ?Tiene imagenes de esos acontecimientos, o algun otro tipo de informacion registrada que podamos examinar?

—Si. —Arthur coloco su maletin sobre la mesa y extrajo un fajo de fotos a color. Extendio las fotos delante de los shmoos, que no hicieron ningun movimiento aparente para examinarlas.

—Hemos registrado su evidencia —dijo el robot central—. Seguimos estando desconcertados. ?Esto quiza sea atribuible a alguna friccion entre sus naciones?

—Como ha dicho el senor Bent, nuestras naciones son aliadas. Hay muy poca friccion entre nosotros.

La habitacion permanecio en silencio durante varios segundos. Luego Rotterjack dijo:

—Creemos que ambos dispositivos, el suyo y el objeto con forma de cono de escoria de California, estan controlados por el mismo… grupo de personas. ?Pueden demostrarnos ustedes que estamos equivocados?

—?Grupo? ?Implica usted que el otro, si existe, es controlado por nosotros?

—Si —dijo Arthur. Rotterjack asintio.

—Esto no tiene sentido. Nuestra mision aqui es clara. Les hemos dicho a todos sus investigadores que deseamos introducir a los humanos suave y eficientemente a las culturas y tecnologias de otras inteligencias. No hemos hecho gestos amenazadores de ningun tipo.

—Efectivamente, no lo han hecho —dijo apaciguadoramente Bent—. ?Es posible que haya facciones entre los suyos que se opongan a sus acciones? ?Alguien que este intentando quiza sabotear su trabajo?

—Esto es poco probable.

—?Pueden ofrecer alguna otra explicacion? —pregunto Bent, claramente frustrado.

—Ninguna explicacion se nos aparece como evidente. Nuestro aparato no esta equipado para desmantelar mundos.

Arthur extrajo otro fajo de fotos y las esparcio delante de los robots.

—Hace medio ano, un satelite del planeta que llamamos Jupiter…, ?estan ustedes familiarizados con Jupiter?

—Si.

—Su sexta luna, Europa, desaparecio. Desde entonces no hemos sido capaces de localizarla. ?Pueden explicarnoslo?

—No, no podemos. No somos responsables de ningun fenomeno a tan gran escala.

—?Pueden ayudarnos a resolver esos misterios? —pregunto Bent, con un asomo de desesperacion en su voz. Estaba experimentando claramente la misma sensacion de temor que desde hacia tiempo se habia apoderado de todos los asociados con el aparecido de la Caldera. Las cosas no mejoraban. La falta de explicaciones en aquel estadio podian ser el equivalente a una provocacion…

—No tenemos explicacion para ninguno de estos acontecimientos. —Luego, en tono mas conciliador—: Son desconcertantes.

Bent miro a Arthur: No estamos yendo a ninguna parte.

—Quiza debieramos empezar con nuestra planificacion regular del dia.

El robot no hablo durante varios segundos. Visiblemente nervioso, Bent tenso sus crispadas manos sobre la mesa.

—Es posible que exista un problema de comunicacion —dijo el robot al fin—. Quiza todas esas dificultades puedan ser superadas. La sesion de hoy no es importante. Cancelaremos esta reunion y volveremos a reunirnos mas tarde.

Sin otras palabras, ignorando las educadas observaciones de Quentin Bent, los shmoos se levantaron, retrocedieron de la mesa y cruzaron la portilla. El calor del desierto golpeo de nuevo a los hombres en el remolque antes de que la portilla volviera a cerrarse.

Desconcertados por el repentino fin de la entrevista, se quedaron mirandose simplemente los unos a los otros. Bent estaba al borde de las lagrimas.

—De acuerdo —dijo, poniendose en pie. Miro al monitor de television colgado alto en un rincon. Las camaras reflejaban el regreso de los shmoos a la Roca—. Veremos…

Un repentino crujido y un fuerte rugir sacudio el remolque. Arthur cayo de su silla en una aparente camara lenta, golpeo contra la silla de Rotterjack, y penso mientras caia: Ya ha empezado. Aterrizo en el suelo sobre manos y posaderas y se puso rapidamente en pie, aferrandose a una pata de la mesa. Bent senalaba hacia el monitor, que aun funcionaba pese a que vibraba intensamente en su soporte. Los shmoos habian desaparecido.

—Han estallado —dijo—. Lo vi. ?Lo ha visto alguien mas…, ahi en la pantalla? ?Simplemente estallaron!

—Jesus —dijo Rotterjack.

—?Alguien les esta bombardeando? —pregunto Forbes, mirando agudamente a Rotterjack y Arthur.

—Solo Dios lo sabe —murmuro Bent. Salieron fuera del remolque y siguieron al desorganizado grupo de cientificos y soldados sendero abajo, hacia donde habian sido vistos por ultima vez los shmoos. A cincuenta metros de distancia en direccion a la Roca habia tres crateres en el suelo, cada uno de un par de metros de diametro. Los robots no habian dejado ninguna huella de su presencia…, ni fragmentos ni marcas de quemaduras.

Quentin Bent se inclino sobre el lugar con las manos en las rodillas, sollozando y maldiciendo mientras contemplaba a traves de la cegadora luz del mediodia que inundaba la llanura hacia la Roca.

—?Que ocurrio? Por todos los infiernos, ?que ocurrio?

—No ha quedado nada —murmuro Forbes. French asintio vigorosamente, el rostro rojo como una remolacha. Ambos miraron a los americanos: era culpa suya.

—?Lo sabe usted? —pregunto con voz fuerte Bent, volviendose hacia Arthur—. ?Es esto algun maldito truco norteamericano?

—No —dijo Arthur.

—Aviones, cohetes… —Bent se mostraba casi incoherente.

—No hemos oido ningun avion… —dijo French.

—Se destruyeron a si mismos —murmuro Arthur suavemente, caminando alrededor de los crateres,

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