todo el bocadillo.
Pan. Mahonesa. Sabor de pavo bajo el sabor dominante del pastrami. Solido pero no convincente. Hizo una mueca y se metio el ultimo trozo de pan, ya sin carne, en la boca.
Por un momento, y no mas, se sintio deslizar en una zanja espiritual, un pequeno y tranquilo albanal de desesperacion. Simplemente abandonar, dejarlo correr todo, abrir los brazos a la oscuridad, arrojar toda la responsabilidad al pais, a la esposa e hijo, a si mismo. Terminar el juego…, eso era todo, ?no? Retirar su pieza del tablero, observar como el tablero quedaba limpio, empezar un nuevo juego. Descansar. Sorprendentemente, saliendo de aquel albanal, tomo fuerzas y valor del pensamiento de que, si realmente iban a ser barridos del tablero, entonces podria descansar, y por fin habria un final a todo.
A las dos y cuarto se detuvo ante la puerta, a un lado de la multitud de amigos y familiares que aguardaban. Las dobles puertas se abrieron y dejaron salir a hombres de negocios y mujeres con bien cortados trajes grises y marrones y aquel extrano tono de azul iridiscente que estaba tan de moda, ojos de pavo real lo llamaba Francine; tres ninos pequenos cogidos de la mano y seguidos por una mujer con una falda negra hasta la rodilla y una austera blusa blanca, y luego Harry, sujetando una valija de piel y con un aspecto mas delgado, viejo, cansado que nunca.
—Bien —dijo Harry despues de abrazarse y estrecharse las manos—. Me tienes a tu disposicion durante cuarenta y ocho horas como maximo, y luego el medico me quiere de vuelta para seguir clavandome mas agujas. Jesus. Tienes tan mal aspecto como yo.
En el pequeno coche del gobierno, serpenteando por el laberinto del aparcamiento de desnudo cemento, Arthur explico las circunstancias de su reunion con el presidente.
—Schwartz ha conseguido media hora en la agenda de Crockerman. Las cosas van a ser muy tensas. Se supone que esta tarde ha de estar en New Hampshire para un ultimo acto de la campana. Hicks, tu y yo estaremos en la Oficina Oval con el, sin que nadie nos moleste, durante esa media hora. Haremos todo lo que podamos para convencerle de que esta equivocado.
—?Y si no lo conseguimos? —pregunto Harry. ?Tenian sus ojos un color mas claro? Parecian menos castanos que pardos ahora, casi como si se hubieran destenido.
Arthur solo pudo encogerse de hombros.
—?Como te sientes?
—No tan mal como aparenta mi aspecto.
—Eso es bueno —dijo Arthur, intentando relajar aquel anonimo algo en su garganta. Sonrio tensamente a Harry.
—Gracias —dijo Harry—. Tengo una excusa, al menos. ?Hay alguien mas por ahi con el aspecto de extra de una pelicula de vampiros?
—?Cuanto pesas ahora? —pregunto Arthur. El coche salio a una acuosa luz solar. Habia amenaza de nieve.
—He vuelto a los pesos pluma. Peso lo que pesaba en la escuela secundaria. El dia de la graduacion.
—?Cual es el diagnostico?
Harry cruzo los brazos.
—Seguimos luchando.
Arthur le miro, fruncio los labios y pregunto:
—?Eso es una peluca?
—Lo adivinaste —dijo Harry—. Pero ya basta de toda esa mierda. Hablame de Ormandy.
Las grandes dobles puertas de la Oficina Oval se abrieron, y salieron tres hombres. Schwartz les hizo una inclinacion de cabeza. Arthur reconocio al presidente de la Comision de Valores y Divisas y al secretario del Tesoro.
—Una reunion de emergencia —murmuro Schwartz despues que hubieron pasado. Hicks alzo una ceja interrogativa—. Estan pensando en poner en ejecucion la Seccion 4 de la Ley Bancaria de Emergencia y la Seccion 19-A de la Ley de Valores y Divisas.
—?Y cuales son esas?
—El cierre temporal de los bancos y las bolsas —dijo Schwartz—. Si el presidente pronuncia su discurso.
La secretaria del presidente, Nancy Congdon, aparecio en la puerta y sonrio a los cuatro hombres.
—Solo unos minutos, Irwin —dijo, cerrando silenciosamente.
—?Necesita una silla? —pregunto Schwartz a Harry. Harry nego suavemente con la cabeza. Ya estaba acostumbrado a que la gente se mostrara solicita.
La secretaria abrio las puertas y les invito a entrar.
La senora Hampton habia redecorado la oficina del presidente, colgando en las tres ventanas detras del enorme y muy ornamentado escritorio del presidente unas cortinas blancas y encargando una nueva alfombra ovalada verde con el sello presidencial. La habitacion parecia llena de luz, verdeante y primaveral pese al gris cielo invernal de fuera. A traves de las ventanas, Arthur capto un atisbo del Jardin de Rosas medio cubierto de nieve. Hacia un ano y medio desde que habia pisado por ultima vez la Oficina Oval.
Crockerman estaba sentado detras de su escritorio Victoriano, mirandoles por encima de un monton de documentos metidos en carpetas marrones. Algunas de las carpetas, observo Arthur, estaban etiquetadas DIRNSA: procedian de la Direccion de la Agencia Nacional de Seguridad. Otras venian de las oficinas del secretario del Tesoro y la Comision de Valores y Divisas.
—Hola, Irwin, Arthur… —Crockerman se puso en pie y se inclino por encima del escritorio para estrechar sus manos—. Trevor, Harry. —Senalo a las cuatro sillas de asiento de piel y respaldo de bejuco dispuestas delante del escritorio. Dirigiendose a Hicks en particular, dijo—: Sarah menciono que podia tener una entrevista con usted.
—Creo que todos estamos uniendo nuestras fuerzas, senor presidente —dijo Schwartz.
—?Se encuentra usted lo bastante bien para esto, Harry? —pregunto Crockerman, educadamente solicito.
—Si, senor presidente —respondio con suavidad Harry—. No me necesitan de vuelta con los ratones y los monos hasta pasado manana.
—Le necesitamos a usted aqui, Harry —dijo ansiosamente el presidente—. No podemos permitirnos perderlo ahora.
—No es eso lo que he estado oyendo, senor presidente —respondio Harry. Crockerman evidencio un cierto desconcierto—. No ha estado usted escuchando a ninguna de las personas en quienes confio y que le rodean, y mucho menos a mi.
—Caballeros —dijo Crockerman, alzando las cejas—. Creo que este es el momento de hablar abiertamente. Y me disculpo por haber estado inaccesible recientemente. El tiempo se ha convertido en algo precioso.
Schwartz se inclino hacia delante en su silla, uniendo las manos. Mientras hablaba, alzo lentamente los ojos de sus pies al rostro de Crockerman.
—Senor presidente, no estamos aqui para andarnos con rodeos. Les he dicho a Harry, y a Trevor, y a Arthur, que es preciso emplear alguna poderosa persuasion para que vuelva usted a un camino racional. Han venido preparados para ello.
Crockerman asintio y apoyo ligeramente las manos sobre el borde del escritorio, como si se preparara para echarse hacia atras en cualquier momento. Su expresion siguio siendo agradable, pero alerta.
—Senor presidente, la primera dama hablo realmente conmigo —dijo Hicks.
—En cambio, no habla mucho conmigo —dijo Crockerman llanamente—. O no muy a menudo, al menos. No comparte nuestras convicciones.
—Si —dijo Hicks—. O mejor dicho, no… Senor presidente, mis colegas… —Lanzo una mirada suplicante a Arthur.
—Suponemos que planea usted comunicarle al publico lo del aparecido del Valle de la Muerte —dijo