Arthur—, y lo del Huesped.
—La historia se hara publica dentro de poco, de uno u otro modo —dijo Crockerman—. Debe mantenerse en secreto hasta que hayan pasado las elecciones y la investidura, pero luego… —Alzo tres dedos de su presa en el borde del escritorio y se encogio ligeramente de hombros.
—No estamos en absoluto seguros de su enfasis, senor… —Arthur hizo una pausa—. Rendirnos no le hara ningun bien al pais.
Crockerman apenas parpadeo.
—Rendirnos. Acomodacion. Son feas palabras, ?no creen? ?Pero que otra eleccion tenemos ante fuerzas sobrehumanas?
—No sabemos si son sobrehumanas, senor —dijo Harry.
—Nos llevaria miles, quiza millones de anos rivalizar con su tecnologia…, si de hecho podemos llamarla tecnologia. Piensen en el poder de destruir todo un satelite y enviar sus fragmentos para que colisionen con otros mundos…
—No sabemos si esos acontecimientos estan conectados —senalo Arthur—. Pero creo que podemos emularlos con un par de cientos de anos de progreso.
—?Y que importan, dos siglos o dos milenios? Pueden seguir destruyendo nuestro mundo.
—Eso es algo que no sabemos —dijo Schwartz.
—Ni siquiera sabemos de quienes hablamos cuando decimos «ellos» —apunto Hicks.
—Angeles, potencias, alienigenas. Sean lo que sean.
—Senor presidente —dijo Hicks—, no nos enfrentamos a la ira de Dios.
—Parece que nos enfrentamos a algo equivalente en fuerza, sea cual sea su fuente definitiva —dijo Crockerman—. ?Puede ocurrirle algo tan catastrofico a la Tierra sin la aprobacion de Dios? Nosotros somos Sus hijos. Sus castigos no son al azar, no cuando se aplican a tan enorme escala.
Hicks observo que el nombre de Dios era pronunciado por el presidente con la reverencia tradicional. ?Era aquello obra de Ormandy?
—No tenemos ninguna prueba de que la Tierra pueda ser destruida —dijo Harry—. Lo que necesitamos…, necesitamos alguna evidencia, algo que demuestre que disponen realmente del poder que afirman poseer. No tenemos esta evidencia.
—Han revelado sus intenciones con la suficiente claridad —dijo Crockerman—. La autodestruccion de los robots australianos demuestra que ellos traian el falso testimonio. Cuando sus mentiras fueron descubiertas y se vieron enfrentados a ellas, desaparecieron. Su mensaje de esperanza era un engano. Creo que yo ya lo sabia, lo sentia, antes de que me llegaran las noticias de Australia. Y Ormandy tambien lo sabia.
—Ninguno de nosotros tiene la menor fe en Ormandy —dijo Schwartz.
Crockerman se sintio claramente irritado ante aquello, pero mantuvo la calma.
—Ormandy no espera el respaldo de los cientificos. El, y yo, creemos que los asuntos han ido mas alla del control de nuestros medicos brujos particulares. No quiero mostrar ninguna falta de respeto hacia su trabajo y sus habilidades. Tanto el como yo comprendemos que hay un trabajo que hacer aqui, y que nosotros somos los unicos capaces de hacerlo.
—?Cual sera exactamente su trabajo, senor presidente? —pregunto Arthur.
—No un trabajo facil, se lo aseguro. Nuestro pais no cree en renunciar sin luchar. Lo reconozco. Pero no podemos luchar contra eso. Como tampoco podemos avanzar hacia nuestro destino ignorantes de lo que ocurre. Tenemos que enfrentarnos valerosamente a la musica. Ese es mi trabajo…, ayudar a mi pais a enfrentarse valientemente al final.
El rostro de Crockerman estaba palido y sus manos, aun aferradas al borde del escritorio, temblaban ligeramente. Parecia al borde de las lagrimas.
No se dijo nada durante varios largos segundos. Arthur tenia la impresion de que el shock, como una manta, le iba envolviendo lentamente.
—Hay otras alternativas, senor presidente. Podemos emprender alguna accion contra los aparecidos, tanto en Australia como en el Valle de la Muerte —dijo Harry.
—Estan aislados —senalo Schwartz—. Las repercusiones politicas… seran casi nulas. Aunque fracasemos.
—No podemos limitarnos simplemente a no hacer nada —indico Arthur.
—Ciertamente, no podemos hacer nada efectivo —admitio Crockerman—. Creo que seria cruel levantar falsas esperanzas.
—Mas cruel sera barrer todas las esperanzas, senor presidente —dijo Schwartz—. ?Piensa cerrar los bancos y los mercados de valores?
—Es algo que ha sido considerado seriamente.
—?Para que? ?Para preservar la economia? ?Con el fin del mundo a la vista?
—Para conservar la calma, para mantener la dignidad. Para hacer que la gente siga en sus trabajos y en sus hogares.
Ahora el rostro de Hicks estaba enrojecido.
—Esto es una locura, senor presidente —dijo—. No soy ciudadano de los Estados Unidos, pero no puedo imaginar a un hombre en su cargo…, con su poder y su responsabilidad… —Agito desesperanzado las manos y se puso en pie—. Puedo asegurarle que los britanicos no reaccionaran tan blandamente.
Crockerman tomo una carpeta marcada DIRNSA. Extrajo un grupo de fotografias envueltas en mylar y las esparcio sobre la mesa.
—No creo que hayan visto lo ultimo que nos ha llegado —dijo—. Nuestra gente de Seguridad ha estado muy atareada. La Oficina de Reconocimiento Nacional ha comparado las fotografias de los satelites terrestres de los ultimos dieciocho meses de casi todas las zonas del globo. Creo que fue usted quien inicio esa busqueda, Arthur.
—Si, senor.
—Han localizado una anomalia en la Republica Popular de Mongolia. Algo que no estaba alli hace un ano. Parece como un enorme penasco. —Empujo suavemente las fotografias a Schwartz, que las examino y las paso a Arthur. Arthur comparo tres fotofrafias, hermosas abstracciones realzadas por ordenador en gris azulado, marron, rojo y marfil. Un circulo blanco de aproximadamente dos centimetros y medio rodeaba un punto negro con forma de guisante en una de las fotografias. En las dos anteriores, por lo demas practicamente identicas, el punto negro estaba ausente.
—Esto forma una triada —dijo Crockerman—. Todas en zonas remotas.
—?Han hablado los alienigenas con los mongoles, los rusos? —pregunto Arthur. La Republica Popular de Mongolia, pese a una ficcion de autonomia, estaba controlada por los rusos.
—Nadie lo sabe todavia —dijo el presidente—. Si hay tres, es muy facil que haya mas.
—?Que tipo de… mecanismo supone usted que estan usando? —pregunto Harry—. Usted y el senor Ormandy.
—No tenemos la menor idea. No podemos adivinar los propositos de los agentes de un poder supremo. ?Y usted?
—Estoy dispuesto a intentarlo —dijo Harry.
—?Disolvera el equipo operativo? —pregunto Arthur.
—No. Me gustaria que siguieran ustedes estudiando, siguieran haciendo preguntas. Todavia soy capaz de admitir que podemos estar equivocados. Ni el senor Ormandy ni yo somos fanaticos. Debemos hablar con los rusos, y los australianos, y promover la cooperacion.
—?Podemos pedirle que posponga su comunicado, senor presidente? —pregunto Schwartz—. ?Hasta que estemos mas seguros de nuestra posicion?
—Han tenido ya ustedes casi dos meses. No se el dia exacto en que sera hecho publico el comunicado, Irwin. Pero una vez tenga claro cuando debo hablar, no voy a posponerlo. Debo seguir adelante con mis convicciones. En definitiva, para eso ocupo mi cargo.
Los cuatro hombres se detuvieron en el pasillo exterior, una vez finalizada la media hora, con copias del