—En absoluto. Una masa de materia superdensa, probablemente un agujero negro. Golpeando el oceano, cayendo al fondo de la fosa Ramapo,
—Increible —dijo Sand, agitando la cabeza, aun sonriendo.
—De acuerdo. Ambos tenemos anomalias. Mi gente posee un perfil de fenomeno nuclear que no es tal, y ustedes tienen un registro dentado en sus instrumentos. —Kemp alzo su vaso—. Brindemos por los misterios compartidos.
Sand habia sacado su bloc de notas electronico y estaba atareado entrando cifras.
—Un agujero negro de ese tamano seria una fuente intensa de rayos gamma, ?no?
—No lo se —dijo Kemp.
Sand se encogio de hombros.
—Pero es tan denso y tan pequeno que cae directamente al centro de la Tierra. En realidad, pasa del centro a causa de las fuerzas de Coriolis, y asciende por el otro lado. Es una pequena draga muy efectiva. Para ella es como atravesar tenue aire.
Kemp asintio.
—Cuando alcanza el nucleo, esta viajando a unos diez kilometros por segundo. ?Pueden imaginar ustedes la onda de choque que brota de esa cosa? Toda la Tierra resonaria como una campana…, sus microsismos. El calor liberado seria increible. No se como calcularlo… Necesitariamos a alguien versado en dinamica de fluidos. Su periodo, el tiempo que tarda en «orbitar» en su bucle cerrado en torno al centro de la Tierra, seria de unos ochenta, noventa minutos.
—El sonido que hiciera, ?no se perderia en el ruido de fondo? —pregunto Samshow, sintiendose anos desfasado.
—Oh, lo estamos oyendo, si —dijo Kemp—. Charloteando como un nino travieso. ?Puede prestarme un momento su bloc de notas?
A reganadientes, Sand se lo tendio. Kemp tecleo cifras durante unos instantes.
—Si despreciamos los efectos de la friccion, saldria exactamente por las antipodas de su punto de entrada. Pero no se si llegaria a hacerlo, debe estar absorbiendo materia y soltando parte de sus rayos gamma, creando un plasma, o quiza… Infiernos, no lo se. Supongamos que el nucleo posee poco efecto de retencion sobre el. Quiza no llegue a romper la superficie…
—Pero la onda de choque si —dijo Sand.
—Correcto. Asi que tenemos que observar tremendos efectos en… —Kemp fruncio el ceno.
—El Atlantico sur —dijo Samshow—. Treinta al sur y cuarenta al oeste. A unas mil cien millas nauticas al este de Brasil, en algun lugar a lo largo de la latitud de Porto Alegre.
—Muy bien —dijo Kemp, con su sonrisa fija ahora—. Algun fenomeno sismico alli, y luego de vuelta a la fosa Ramapo ochenta o noventa minutos mas tarde. Y de nuevo, y de nuevo, hasta que su movimiento se vea frenado por la resistencia que encuentra y termine descansando directamente en el centro de la Tierra. ?Se dan cuenta ustedes de lo que puede hacer un agujero negro en el centro de la Tierra?
Samshow, repentinamente alterado, se puso en pie y cruzo la abierta puerta corredera a la terraza. Miro a lo lejos de la jungla nocturna detras de la casa de la senora Fusetti, tranquila excepto el ruido de la fiesta y el sonido de los insectos.
—?Como demonios puede haber llegado algo asi a la Tierra? ?Como no lo han detectado nuestros radares, nuestros satelites?
—No lo se —dijo Kemp.
—Definitivamente hay alguna relacion, Walt —dijo Sand—. Nuestros gravimetros trabajaban perfectamente. —Se unio a Samshow en la terraza.
—La fiesta esta llena de conversaciones acerca del anuncio del presidente —dijo Kemp, de pie en la abierta puerta—. He estado pensando…
Sand abrio mucho los ojos.
—Oh, Jesus —dijo—. Ni siquiera se me habia ocurrido…
—?Que? —pregunto Samshow.
—Puede que no sea solo una fantasia —dijo Kemp—. Ustedes tienen un fenomeno que no pueden rastrear, la llegada de un meteoro que no pueden explicar, y nosotros tenemos ondas de compresion que tampoco podemos explicar. Y el presidente tiene a sus alienigenas.
—Hey, espere —interrumpio Samshow—. No tenemos ninguna informacion del Atlantico sur.
—?Podria este agujero negro, o lo que sea, causar un dano sustancial a la Tierra? —pregunto Sand.
—Podria terminar devorandola, tragarla por completo —dijo Kemp.
—Entonces sera mejor que se lo digamos a alguien —murmuro Samshow.
Kemp y Sand le miraron como ninos castigados por haber sido atrapados haciendo cosas feas.
—?No deberiamos hacerlo? —pregunto Samshow—. ?Quien va a ir a San Francisco, a la convencion de la Sociedad Geofisica Americana?
—Yo voy a ir —dijo Kemp.
—A mi me gustaria ir tambien —dijo Samshow, actuando ahora por instinto. Sand le miro con una cierta confusion. Quizas ahora sentia deseos de echarse atras, despues de haber llevado las cosas demasiado lejos y ver que el Viejo se las estaba tomando en serio—. ?Podemos presentar el asunto, David?
—Yo…, desearia intentar antes algunos calculos.
—Evidentemente, no tenemos la experiencia necesaria —dijo Samshow—. Pero alguien alli la tendra.
—De acuerdo —dijo Kemp—. Conozco a la persona adecuada. Jonathan Post estara alli.
La Caldera estaba ahora rodeada por tres cercas de alambre concentricas, la mas interna de ellas electrificada. Las tropas patrullaban el perimetro en jeeps y helicopteros. Mas alla de las barricadas, centenares de curiosos se sentaban ociosos en sus coches, jeeps y camionetas, con los binoculares enfocados en el negro monticulo a ocho kilometros o mas de distancia. Gente a pie no dejaba de dar vueltas en torno a la zona prohibida, sin que ninguno de ellos hallara una forma de acercarse mas a ella.
Una sala de prensa provisional —poco mas que una cabana sin aire acondicionado— se alzaba junto a la puerta principal de la Caldera. Alla, nueve periodistas preseleccionados aguardaban en abyecto aburrimiento alguna noticia.
Excepto los ubicuos helicopteros, el lugar permanecia tranquilo. El cono de escoria se erguia negro y purpura al firme sol de ultima hora de la manana, penascos y flujos de lava todavia en su lugar, sin nada cambiado, todo silencioso y eterno.
Cuando las palas y las turbinas del helicoptero que le traia desde Las Vegas redujeron su marcha, Arthur salto al suelo y se acerco al teniente coronel Rogers cruzando la salina arena y la grava de la franja de aterrizaje. Rogers le saludo con un apreton de manos, y Arthur le tendio una carpeta.
—?Que es esto? —pregunto Rogers mientras caminaban a solas hacia el remolque electronico.
—Son ordenes indicandoles a usted y a sus hombres que permanezcan alejados del aparecido y que no hagan nada por alterar el lugar —dijo Arthur—. Las recibi en Las Vegas. Proceden de la oficina del presidente.
—Ya tengo ordenes al respecto —dijo Rogers—. ?Para que enviar mas?
—El presidente desea asegurarse de que las comprende —dijo Arthur.
—Si, senor. Digale…
—No nos comunicamos regularmente —senalo Arthur. Miro a su alrededor, y apoyo una mano en el hombro de Rogers—. Dentro de unos dias vamos a tener este lugar lleno de senadores y congresistas. Los subcomites del Senado son algo inevitable. Comites de vigilancia del Congreso. Cualquier cosa que usted pueda imaginar.
—He oido a ese senador de Louisiana, cual es su nombre… Mac algo.
—MacHenry.
—Eso —dijo el coronel, agitando la cabeza—. Lo he oido por la radio. Pidiendo el
—Eso es problema del presidente —dijo friamente Arthur—. MacHenry no es el unico. —Se detuvieron a veinte metros del remolque. Se habia practicado un sendero entre la franja de aterrizaje y el complejo de equipamiento del Ejercito. Aburridos soldados habian orillado el sendero con piedras de lava de un tamano