uniforme, encaladas—. Tengo algo importante que preguntarle. En privado. Este parece ser un lugar tan bueno como cualquier otro.
—Si, senor.
—?Hay alguna forma de destruir al aparecido? —pregunto Arthur.
Rogers se envaro.
—Esa opcion no ha sido mencionada, senor.
—?Podria hacerlo usted?
El rostro del coronel era un campo de batalla de emociones en conflicto.
—Mi equipo puede hacer casi cualquier maldita cosa, senor, pero necesitaria ordenes especificas incluso para discutir una opcion asi.
—Esto es extraoficial —dijo Arthur.
—Incluso extraoficialmente, senor.
Arthur asintio y aparto la vista.
—Solo voy a estar aqui unas pocas horas —dijo—. Tiene usted sus ordenes…, pero, francamente, yo no tengo ninguna orden especifica. Y creo que mi autoridad supera a la suya aqui, ?estoy en lo cierto?
—Si, senor, excepto en lo que contradiga las ordenes directas del presidente.
—Usted no tiene ninguna orden que le obligue a impedirme entrar en el aparecido, ?verdad?
Rogers se lo penso unos instantes.
—No, senor.
—Me gustaria hacerlo.
—No es dificil, senor —dijo Rogers.
—Solo es dificil cuando eres el primero, ?no?
Rogers sonrio debilmente.
—Seguire sus instrucciones —indico Arthur—. Digame lo que necesito saber, y que tipo de equipo sera necesario.
PERSPECTIVA
El representante Dale Berkshire recomendo hoy, ante todo el Congreso, que el Comite de la Camara Judicial inicie las audiencias sobre las acciones del presidente electo Crockerman respecto a la nave espacial del Valle de la Muerte. «Hay una fuerte inclinacion entre mi gente hacia el
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Mary, la oficial de servicio, les saludo por el intercom con una sonrisa en su voz.
—Arriba y alegrense —dijo—. Van a salir hoy. Acabo de oirselo decir al coronel Phan.
Edward llevaba varias horas despierto. Habia sido incapaz de dormir mucho durante el ultimo par dedias. El frio y nitido olor a plastico del aire del cubiculo llenaba todo su cuerpo; no podia recordar cual era el sabor del autentico aire. Minelli se habia mostrado peor que de costumbre, balbuceando a veces, lloriqueando otras, y la furia de Edward se habia ido acumulando en su interior, impotente, calida y sin embargo anestesica, refrenandole mas que empujandole a la accion. Las acciones no se resolvian en nada.
—Es usted una mentirosa, Mary, Mary —dijo Minelli—. Estamos prisioneros de por vida. —Un psicologo de las Fuerzas Aereas habia hablado con Minelli y habia llegado a la conclusion de que el hombre sufria una «fiebre extrema de cabina». Lo mismo que todos los demas.
—?Ya no somos un riesgo para la seguridad? —pregunto Reslaw.
—Supongo que no. Estan ustedes sanos, y el anuncio del presidente hace todo lo demas completamente innecesario, ?no creen?
—He estado pensando en eso desde hace dias —dijo Reslaw.
A las diez de la manana aparecio el coronel Phan con el general Fulton. Las cubiertas de las ventanas de las camaras de aislamiento fueron retiradas y Fulton les saludo solemnemente a todos, disculpandose por todos los inconvenientes. Minelli no dijo nada.
—Hemos anunciado su salida —dijo Fulton—, y hemos dispuesto la celebracion de una conferencia de prensa a las dos de esta tarde. Tenemos ropas nuevas para ustedes, junto con todos sus objetos personales confiscados.
—Un traje barato y diez pavos en el bolsillo —dijo Minelli.
Fulton sonrio hoscamente.
—Son libres de decir ustedes lo que quieran. No tiene sentido que empleemos practicas obstruccionistas; tuvimos razones perfectamente justificadas para hacer todo lo que hicimos. Espero, incluso ahora, que sepan ver ustedes esas razones. No espero simpatia por su parte.
Edward se mordio suavemente los labios, los ojos fijos en la gorra de Fulton. Luego miro en direccion a la ventana de Stella, y la vio de pie a la blanca luz fluorescente, demacrada, casi fantasmal. Habia perdido mucho peso. Lo mismo le habia ocurrido a Reslaw. Minelli, sorprendentemente, se habia puesto casi rollizo.
—Me he tomado la libertad de hacer que el Land Cruiser del senor Shaw fuera revisado a conciencia en nuestros talleres. Se le ha cambiado el aceite, se le ha practicado una puesta a punto al motor, y se le ha colocado un nuevo juego de neumaticos. Creo que esto es lo menos que podemos hacer. Tambien se han dispuesto unas compensaciones monetarias por el tiempo que han pasado aqui. Si necesitan alguna atencion medica dentro de los proximos anos, nosotros nos haremos cargo tambien de ello. Supongo que alguno de ustedes, o varios, presentaran algun tipo de demanda contra nosotros. —Fulton se encogio de hombros—. Pueden hacerlo. Las puertas de sus estancias se abriran en cinco minutos. Si estan ustedes de acuerdo, me gustaria darles las gracias personalmente a cada uno de ustedes y estrechar sus manos. Mi gratitud es sincera, pero no exijo que ustedes correspondan.
—Vaya a estrecharle la mano al jodido presidente —rugio Minelli—. Oh, Cristo, dejeme salir de una vez.
Fulton se dirigio con el supervisor de guardia hacia el pasillo que contectaba con las celdas, el rostro ceniciento.
—Este asunto… se ha convertido en el mas desafortunado incidente… de toda mi carrera —dijo, con los ojos medio cerrados.
Media hora mas tarde, los cuatro cautivos se hallaban bajo la luz del sol, parpadeantes, junto a las paredes de cemento del Laboratorio de Recepcion Experimental. Edward se preocupo de permanecer al lado de Stella. Parecia fragil, excesivamente tranquila, el rostro tenso y obsesionado como el de un nino hambriento.
—?Se encuentra bien? —pregunto Edward.
—Quiero irme a casa. Estoy limpia, pero deseo tomar una ducha en casa. ?Tiene sentido todo esto?
—Tiene mucho sentido —dijo Edward—. Todos deseamos librarnos de los piojos de la prision.
Ella sonrio ampliamente, luego abrio los brazos de par en par y los alzo hacia el cielo, agitandose en un extatico movimiento felino.
—Dios —murmuro—. El sol.
Minelli se cubrio los ojos con una mano para protegerse del sol y extendio la otra mano, con la palma hacia arriba, para captar sus rayos.