individuo humano y vosotros, lo que seais y donde esteis. ?No somos mas que un hormiguero para vosotros? Os tomais la molestia de crear un ser artificial… —Estaba convencido de ello, aunque las pruebas no eran absolutas —. Nos ofreceis dos historias, quiza mas. ?Que les estais diciendo a los rusos en Mongolia? ?Les estais contando que el universo funciona sobre principios socialistas? Hace algunos anos pensamos…, pensamos que la llegada de algo como vosotros iba a cambiarnos a todos. Os habeis aprovechado de eso. Pareceis conocernos mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. ?O se trata simplemente de que podeis predecir nuestro comportamiento? Si sois superiores, entonces, ?por que nos torturais? ?Cuantas civilizaciones habeis destruido?

No esperaba una respuesta. El interior gris facetado de aquella pseudocatedral resplandecia a su alrededor, silencioso e implacable, irreal pese a su intenso escrutinio.

—Vais a devorar la Tierra, y a escupirla, y a moverla de sitio —prosiguio, con voz temblorosa. Su rabia era casi abrumadora; deseaba aplastar cosas. Se retiro al tunel con cierto apresuramiento, para alcanzar el exterior antes de que su decoro se desvaneciera por completo y se echara a llorar de frustracion.

Una vez recorrido el retorcido tunel y de nuevo en pie bajo el sol del desierto, se encontro frente a Rogers y dos sargentos, y el llorar quedo de nuevo fuera de cuestion.

—Su luz roja ha desaparecido —dijo, empezando a quitarse su equipo—. No ha cambiado nada mas.

—?Cual fue su sensacion, senor? —pregunto suavemente Rogers.

—Como si yo no importara absolutamente nada —dijo Artnur.

El oficial sonrio en hosco asentimiento y le ayudo a quitarse la camara.

PERSPECTIVA

Editorial del New York Times, 30 de noviembre de 1996:

La eleccion del presidente William D. Crockerman puede revelarse como un error colosal. De haber sido ofrecidos a la nacion todos los hechos acerca de la situacion actual —hechos relativos a la existencia de otro dispositivo alienigena en el Valle de la Muerte, en California—, y haber sido informados de la actitud del presidente hacia esos dispositivos alienigenas, ?cuantos norteamericanos hubieran votado a un presidente que parece aceptar una inmediata destruccion con los brazos abiertos?

Quiza no haya esperanzas. Quiza la Tierra este condenada. Pero que el presidente de los Estados Unidos admita la derrota y nos anime a todos a rezar nuestras plegarias es —y no vacilamos en emplear la palabra— pura y simple traicion.

El equipo redactor del Times es unanime en recomendar que el Comite de la Camara Judicial investigue las acciones del presidente electo, y vote si recomienda o no el impeachment.

31

Reuben Bordes necesito tres semanas para enfrentarse a la muerte de su madre, y eso ocurrio de una forma extrana y lugubremente comica.

Su padre, tan alto como Reuben pero cada vez mas orondo a nivel de la cintura, se hundio por completo, su tosco y barbudo rostro gris olivaceo por el dolor y la tension, y se pasaba todo el tiempo hundido en un sillon de la sala de estar, dormitando delante del aparato de television apagado.

Era mision de Reuben cuidar de que la casa estuviera limpia y hacer todas las cosas del modo que su madre hubiera deseado. Acepto esto como una tarea en nombre de los dos. Su padre se recuperaria. La vida seguiria adelante. Reuben estaba seguro de ello.

Un miercoles, exactamente tres semanas despues del funeral, Reuben extrajo la vieja aspiradora y la conecto a un herniado enchufe de la pared. El enchufe amenazaba con caerse, pero resistio lo suficiente para que Reuben pisara con su pie desnudo el boton de contacto y pusiera el aparato en marcha. Luego paso metodicamente la aspiradora por la desgastada alfombra de dibujo oriental y los suelos de madera, apartando las sillas y la mesita de cafe cuando era necesario. Paso la aspiradora en torno a su padre, que le sonrio e intento decir algo, inaudible con el ruido. Reuben le dio unas palmadas en el hombro al pasar.

En el cuarto de bano, mientras pasaba cuidadosamente la maquina sobre la casi nueva alfombrilla, la aspiradora empezo a tartajear. Creyo oler a metal sobrecalentado y electricidad. La desconecto con el pie descalzo, volco la maquina, retiro dos pasadores y extrajo la tapa metalica del fondo. No sin cierta sorpresa, contemplo los rodillos barredores y la correa de arrastre.

Densos mechones del fino y largo pelo de su madre se habian enredado en torno a los rodillos barredores, llenando la canal de la correa de arrastre e impidiendo su avance.

Reuben retiro delicadamente los pelos con unos dedos largos y espatulados, examinando los rotos mechones en sus palmas. Libero una densa marana e hizo ademan de echarlos al cubo de la basura. No llego a terminar el movimiento.

Se sento apoyado contra la puerta de la cocina, apretando el mechon contra su mejilla. Por un momento sus pensamientos se vieron invadidos por una aterciopelada nada.

Luego ocurrio. Su cabeza golpeo contra la puerta y lloro suavemente, no deseando que su padre le oyera, cubriendo finalmente sus sollozos con el sonido de la aspiradora funcionando de nuevo. Una vez retirados los cabellos de su madre, funciono suave y alegremente.

Warren, Ohio, se extendia condescendientemente bajo una vieja capa de nieve, parte de ella limpia, parte apelotonada en montones de un color amarronado sucio a los lados de las calles. Unos arboles esqueleticos se erguian contra el amarillento atardecer, y rafagas de frio e intenso viento saltaban en torno a el como perros invisibles, contentos de verle, satisfechos de tenerle alli. Reuben aferro los dos libros de la biblioteca bajo su brazo, uno sobre como pasar los examenes para entrar como funcionario en el Servicio de Correos, el otro conteniendo los relatos cortos de Paul Bowles. Reuben, que habia coqueteado con el islamismo a los quince anos —con gran horror de su madre—, se habia inclinado mas tarde hacia el atractivo de Africa y el Oriente Medio. Bowles le intrigaba mas aun que Doughty o T. E. Lawrence.

Reuben habia abandonado la escuela secundaria el ano antes de ponerse a trabajar. Su educacion formal habia sido irregular, pero su inteligencia, una vez enfocada, se habia convertido en algo devorador y casi aterrador. Cuando Reuben Bordes se centraba en una cuestion o un libro o un tema que le interesaban, su corto y ancho rostro se tensaba en una expresion intensa y fija y sus ojos se agrandaban hasta que parecia que iban a caersele de un momento a otro de la cabeza.

Era alto y fuerte y no le temia a nadie. Su camino a traves de las semioscuras calles, entre los sucios edificios de ladrillo y recorriendo las estrechas calles secundarias tras las grandes arterias comerciales, no era elegido por la logica o la linea recta. Reuben necesitaba retrasarse un poco. Regresar junto a su padre era algo necesario, pero no podia soportar la intensidad del dolor que captaba en su casa.

A medio camino, por entre los fangosos charcos junto a una tienda de licores, capto un destello plateado en las sombras al lado de un contenedor de basura. Siguio caminando y volvio la cabeza, pensando que no era mas que una botella rota. Pero el destello persistio. Regreso al contenedor de basura y miro entre las sombras. Una cosa brillante, parecida a un juguete, quiza el robot roto de algun nino, descansaba sobre un irreconocible monton de basura de color marron oscuro. Miro mas atentamente.

El juguete estaba posado sobre un raton o una rata pequena, muerta. Muy lentamente, el robot alzo una de sus seis brillantes patas articuladas, y luego volvio a dejarla caer. La pata perforo la piel del roedor.

Reuben se alzo y retrocedio unos pasos. Ya casi era de noche.

La forma en que la arana o lo que fuera habia alzado su pata —con una precision mecanica y una aceitada suavidad— lo asusto. No era un juguete. No era un insecto. Era algo con la forma de una arana y metalico, y habia atrapado y matado a un raton.

Con una lenta gracia, la arana se aparto del raton y se volvio para enfrentarse a Reuben, con las dos patas

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