Arthur solo pudo agitar la cabeza.

33

23 de noviembre

Minelli habia pasado la noche tendido en un sofa junto a las amplias ventanas panoramicas. Ahora estaba alli, la cabeza colgante, roncando suavemente. Edward apreto el nudo del cinturon de la bata de bano que habia tomado prestada de Stella y paso junto al sofa para detenerse detras de los cristales. Mas alla de un patio de cemento y un estanque para peces ahora seco en forma de L, la escarcha blanqueaba varias hectareas de amarillenta hierba invernal.

Ir alli habia sido una buena idea. Shoshone era un pueblo pacifico, aislado, sin hallarse desgajado de la civilizacion. Durante algunos dias al menos podrian descansar, hasta que las multitudes de reporteros los hallaran de nuevo. Los pocos habitantes del pueblo que sabian de su regreso se preocupaban muy mucho de que nadie supiera que estaban alli. Pasaban la mayor parte del dia dentro de la casa, y solo Bernice respondia al telefono.

Oyo a Minelli agitarse a sus espaldas.

—Te perdiste el espectaculo —dijo Minelli.

—?El espectaculo?

—Durante toda la noche. Como un desfile de luciernagas.

Edward alzo una ceja.

—No estoy bromeando, y no estoy loco. Ahi encima de las montanas, durante toda la noche. Claro como una campana. El cielo relumbro.

—?Meteoros?

—He visto meteoros, y eso no lo eran.

—El fin del mundo, sin duda —dijo Edward.

—Sin duda —hizo eco Minelli.

—?Como te sientes?

—Descansado. Mejor. Debi darle malos momentos a todo el mundo ahi atras.

—Ellos nos dieron malos momentos —corrigio Edward—. Yo tambien estaba empezando a volverme un poco loco.

—Locos. —Minelli agito la cabeza y lanzo a Edward una dubitativa mirada de soslayo—. ?Como esta Reslaw?

—Sigue durmiendo. —El y Reslaw habian compartido uno de los dormitorios.

—Esa gente es realmente encantadora. Me gustaria haber tenido una madre como Bernice.

Edward asintio.

—?Vamos a quedarnos aqui y a seguir imponiendo nuestra presencia, o vamos a regresar a Texas? — pregunto.

—Al final vamos a tener que enfrentarnos igualmente a la musica —dijo filosoficamente Minelli—. La prensa aguarda. Vi un poco la television esta noche. Todo el pais se esta volviendo loco. De una forma tranquila, de acuerdo, pero loco.

—No les culpo.

Sono el telefono.

—?Que hora es? —pregunto Minelli. Edward miro su reloj.

—Las siete y media.

Tras el segundo timbrazo, el telefono quedo en silencio.

Lo miraron aprensivamente.

—Bernice debe haber respondido desde el dormitorio de atras —dijo Minelli.

Unos minutos mas tarde aparecio Stella, seguida por su madre, las dos vestidas informalmente con pijamas de franela y batas estampadas con flores. Bernice les dirigio una sonrisa.

—?Desayuno, caballeros? Este va a ser un largo dia.

—Era la CBS —explico Stella—. Siguen husmeando.

—No vamos a poder seguir enganandoles mucho tiempo —dijo Bernice.

Edward contemplo el tranquilo y helado campo. Una camioneta de reparto aparcada a un lado de la carretera tenia en su interior a dos hombres con chaquetas marrones y sombreros de cowboy…, gente del lugar que habia jurado impedir que los «fisgones» metieran sus camaras y sus narices en la intimidad de la familia Morgan. Incluso a un centenar de metros de distancia, parecian formidables.

Stella agito la cabeza.

—No se que decir. No hicimos nada importante. Yo no lo hice, al menos. Ustedes encontraron la roca.

Edward se encogio de hombros.

—?Y que podemos decir al respecto?

Reslaw, vestido con unos tejanos y una camisa de manga larga a rayas azules y blancas, salio del pasillo, paso junto al piano vertical en una esquina de la habitacion.

—?Alguien dijo algo acerca del desayuno?

—Esta en marcha —dijo la senora Morgan.

—?Saben? —murmuro Edward—, creo que probablemente fue una mala idea venir aqui. Para ustedes dos. Todos necesitamos descansar, pero su madre ha pasado por malos momentos tambien.

Bernice Morgan se dirigio rigidamente hacia la cocina.

—En realidad fue mas bien excitante —dijo—. No habia tenido una pelea asi desde hacia anos.

—Ademas, hablo con el presidente —anadio Stella, sonriendo.

—Todo esto me hace avergonzarme de ser democrata —dijo la mujer—. Mike y los muchachos estan montando guardia. Lo unico que tengo que hacer es asegurarme de que no se excedan en su celo. Pueden quedarse tanto tiempo como quieran.

—Por favor, quedense —dijo Stella, mirando a Edward—. Tengo que hablarles. A todos ustedes. Todavia me siento confusa. Deberiamos ayudarnos los unos a los otros a salirnos de esto.

—?Que hay de los fuegos artificiales? —pregunto Minelli—. Quiza ya haya algo en las noticias.

Se estiro y bajo los pies del sofa, luego se puso en pie y cruzo el suelo de linoleo y las amplias alfombras navajo hasta la sala de estar, a unos pocos pasos de la mesa con el sobre de marmol de la zona del comedor. Se sento frente a la television. Lentamente, como si quemara, la conecto, luego se echo hacia atras, humedeciendose los labios. Edward lo estudio con preocupacion.

—Solo dibujos animados —dijo suavemente Minelli.

Sin cambiar de canales, se echo hacia atras para mirar, como si hubiera olvidado su proposito original. Edward avanzo y cambio de canales por el, buscando las noticias. En el canal que transmitia noticias las veinticuatro horas del dia un locutor estaba terminando una historia sobre un conflicto entre la Republica Dominicana y Haiti.

—Nada —dijo Minelli, pesimista—. Quiza vi visiones.

Luego:

—Algunos astronomos en Francia y California han ofrecido varias explicaciones acerca de la actividad meteorica sin precedentes de la ultima noche en el cinturon de asteroides del sistema solar. En todo el hemisferio occidental, claramente visibles a simple vista en las zonas de cielo claro, pudieron apreciarse una serie de brillantes explosiones a todo lo largo de la ecliptica, el plano ocupado por la orbita de la Tierra y la mayoria de las orbitas de los planetas solares. Desde su telefono de Los Angeles, el asesor del equipo operativo del presidente Harold Feinman dijo que puede que se necesiten dias para analizar los datos y saber lo que ha ocurrido realmente en el espacio profundo, mas alla de la orbita de Marte. Cuando se le pregunto si habia alguna conexion entre la actividad meteorica y la supuesta nave espacial y los alienigenas de la Tierra, Feinman declino hacer ningun comentario.

—Es un hombre demasiado listo para admitir que es un idiota —dijo Minelli—. Asteroides. Jesus.

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