delanteras alzadas como para defenderse. Reuben retrocedio de nuevo contra una aspera verja de tablas, a dos o tres metros de distancia, a unos seis metros de la calle. Miro a la izquierda, dispuesto a echar a correr.

Algo plateado destello sobre las tablas de la verja. Reuben chillo y se aparto con brazos y hombros, pero el destello le siguio, aposentandose sobre su hombro, donde no podia verlo claramente. Lo sacudio de un manotazo y sintio sus pesadas y resistentes patas agarrarse y perder presa sobre su camisa. La arana cayo en el fango con un chapoteo y un resonar como de plomo.

—?Oh, Jesus, socorro! —chillo Reuben. La calle mas alla estaba vacia de peatones. Un coche paso a velocidad moderada, pero su conductor no le oyo—. ?Socorro!

Echo a correr. Otras dos aranas le cortaron el paso e intento detenerse, resbalo sobre humedo hielo. Cayo de espaldas sobre la tierra y el fango. Gimio, rodo sobre si mismo, sin aliento, y alzo la cabeza. Una arana aguardaba, con las patas delanteras alzadas a menos de treinta centimetros de su rostro, una pequena linea de luminosidad verde brillando entre ellas, alla donde hubieran debido estar sus ojos. Su cuerpo era liso, una forma ovoide alargada. Sus patas eran finas y esbeltas como joyas.

No es ninguna broma.

Nadie hace cosas asi.

Se enfrento a la cosa, sintiendo que el aliento volvia a el en entrecortados jadeos y que le hormigueaban los brazos a causa de la caida. Algo se movio en su espalda, pellizcandole suavemente, y no pudo alcanzarlo para apartarlo de un manotazo. No pudo gritar de nuevo; no quedaba suficiente aire en sus pulmones. Luego el peso y las patas estuvieron sobre su pelo. Algo agudo rozo su cuero cabelludo. Como un aguijon.

Reuben gimio y hundio la cabeza en el fango, los ojos cerrados, el rostro convertido en una mascara de terror. Al cabo de unos minutos se dio cuenta de que se alzaba y se apoyaba contra la verja, con movimientos poco coordinados. Nadie acudio en su ayuda, y si alguien le vio no se detuvo. Seguia estando al lado de la tienda de licores. Estaba sucio y mojado y parecia un simple borracho. Tal vez un policia acudiera a investigar, pero nadie mas.

Sentia mucho frio, pero ya no estaba asustado. Habia una intensa vibracion en su craneo que lo tranquilizo. Reuben decidio bruscamente luchar para serenarse y envaro todo su cuerpo, golpeando la cabeza tan duramente contra la verja que la madera crujio.

Aquello lo relajo. La parte de su cabeza que aun pensaba le impulsaba a la cautela. Notaba sabor de sangre en su boca. Asi es como se siente un animal en la selva cuando llega la gente del zoo, penso.

La vibracion continuo, ascendiendo y menguando, calmandole incluso contra el frio y la humedad que le calaban hasta los huesos. Intento varias veces ponerse en pie, pero no tenia control sobre sus miembros; le hormigueaban como si estuvieran dormidos.

Sintio arrastrarse algo detras de su cabeza. Una arana descendio delicadamente por la parte delantera de su chaqueta, con sus patas alzando la arrugada solapa del bolsillo, a su costado. La cosa desaparecio dentro del bolsillo, doblando las patas mientras entraba. El bulto que hacia dentro apenas era apreciable.

Sus piernas dejaron de hormiguear. Reuben se puso en pie con un esfuerzo, vacilando torpemente hacia delante y hacia atras. Se palpo y no hallo ninguna herida, ni sangre ni huellas de abrasiones, y solo unas pocas magulladuras ligeras. Cuando su mano se dirigio a su bolsillo lo penso mejor —o mas bien algo le urgio a ir con cuidado—, y aparto lentamente el brazo. Con la mano tendida hacia delante, sin ningun objetivo concreto, tembloroso y desconcertado, Reuben miro a su alrededor en busca de mas aranas. Habian desaparecido.

El raton seguia exanime al lado del contenedor de basura. A Reuben se le permitio arrodillarse y examinar el pequeno cadaver.

Habia sido limpiamente disecado, con sus brillantes organos purpura, marron y rosa colocados a un lado, e incisiones hechas aqui y alla, como si hubieran sido retiradas muestras.

—Tengo que irme casa —dijo Reuben, a nadie y a nada en particular.

Se le permitio terminar su camino a casa.

32

Arthur se vio retrasado inesperadamente tres dias en Las Vegas para hablar informalmente con tres miembros del Comite de la Camara Judicial del Congreso. En su primera noche de vuelta a casa, de nuevo con su familia y el rio y el bosque, se sento en la gruesa alfombra de la sala de estar, con las piernas cruzadas en la posicion del loto. Francine y Marty se sentaron en el divan tras el. Marty se habia encargado de encender personalmente el fuego en la chimenea, prendiendo los troncos cuidadosamente colocados con una cerilla larga.

—Esto es lo que esta ocurriendo realmente, por todo lo que se —dijo, apoyandose en sus brazos y dandose la vuelta sin descruzar las piernas para enfrentarse a ellos. Y se lo conto.

El calefactor se puso en marcha a medianoche y arrojo aire caliente sobre Arthur y Francine mientras permanecian tendidos en la cama, el uno en brazos del otro. Francine tenia la cabeza apoyada en su hombro. Arthur podia sentir el movimiento de sus ojos mientras miraba a la oscuridad. Acababan de hacer el amor y habia sido muy bueno, y contra todas sus persuasiones intelectuales Arthur se sentia bien, relajado, tranquilo. No se habian dicho ni una palabra durante los ultimos quince minutos.

Finalmente, ella alzo la cabeza.

—Marty…

Sono el telefono.

—Oh, Cristo. —Se aparto de el. Arthur cogio el auricular.

—Arthur, aqui Chris Riley. Siento despertarte…

—Estabamos despiertos —dijo Arthur.

—Si. Esto es casi una emergencia, creo. Hay unos tipos en Hawai que querrian hablar contigo. Han oido que yo sabia tu numero. Puedes llamarles ahora, o si quieres yo…

—Me gustaria no establecer comunicacion con nadie, Chris, al menos durante un par de dias.

—Creo que esto puede ser muy importante, Arthur.

—De acuerdo. ?De que se trata?

—Por lo poco que me han dicho, puede que hayan encontrado…, ya sabes, eso de lo que habla toda la prensa, el arma que los alienigenas pueden utilizar contra nosotros.

—?Quienes son?

—Uno es Jeremy Kemp. Es un engreido hijo de puta y resulta un infierno tratar con el, pero es un excelente geologo. Los otros dos son oceanografos. ?Has oido hablar de Walt Samshow?

—Creo que si. Escribio un libro de texto que estudie en la universidad. Es bastante viejo, ?no?

—El y otro tipo llamado Sand estan con Kemp en Hawai. Dicen que vieron algo mas bien extraordinario.

—De acuerdo. Dame su numero de telefono. —Encendio la luz de la mesilla de noche.

—Samshow y Sand estan a bordo de un barco en Pearl Harbor. —Riley le dio el numero y el nombre del barco—. Pide por Walt o David.

—Gracias, Chris —dijo Arthur, y colgo.

—?No piensas descansar? —pregunto Francine.

—Hay unas personas que creen haber encontrado el arma de los alienigenas.

—Jesus —dijo suavemente Francine.

—Sera mejor que les llame ahora. —Salto de la cama y se dirigio al estudio para utilizar el telefono de alli. Francine le siguio unos minutos mas tarde, envuelta en su bata.

Cuando termino la llamada, se volvio y vio a Marty de pie a su lado, frotandose los ojos.

—Voy a tener que ir a San Francisco este fin de semana —le dijo—. Pero todavia estare un par de dias con vosotros.

—?Me ensenaras como usar el telescopio, papa? —pregunto Marty, sonoliento—. Quiero ver lo que esta ocurriendo.

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