terriblemente fria, y miles de fuegos de campamento iluminan la hierba y la arena en torno al lugar declarado por el gobierno como Emplazamiento de Seguridad Nacional. En medio de este lugar, alzandose contra las nubes de estrellas como un gran monticulo negro, se halla el denominado Aparecido, la imitacion de un volcan extinto que se ha enterrado en la imaginacion nacional del mismo modo que los objetos de Kemp se han enterrado en el nucleo de la Tierra y en nuestras pesadillas. La gente ha venido aqui de todo el mundo, y es mantenida alejada del lugar por barricadas de alambre de espino. Todo el mundo parece haber venido a adorar el lugar, o simplemente a permanecer sentado en silencio bajo el calido sol del desierto y a mirar. ?Que significa esto para todos ellos, para nosotros? Si desearan arrasar el lugar, ?seria capaz el Ejercito de mantenerlos a raya?
Entre ellos hay aproximadamente diez mil creyentes en la Fragua de Dios, con sus distintos profetas y guias religiosos. La rama americana de este culto ha surgido en apenas tres semanas, sembrada en el fertil suelo religioso del Sur y el Oeste americanos por las brutales e inexorables palabras del presidente. He hablado con esas personas, y comparten las convicciones del presidente. La mayor parte son cristianos fundamentalistas, que ven todo esto como el Apocalipsis predicho en la Biblia. Pero muchos proceden de otras fes, otras religiones, de todo el mundo. Dicen que permaneceran aqui hasta el final. Como me dijo un ocultista: «Esto es el centro. Asi es como son las cosas. Olvide Australia. El Fin del Mundo empieza directamente aqui, en el Valle de la Muerte.»
38
El teniente coronel Rogers, vestido con un traje civil, con gorra y cazadora y pantalones de pana, las manos en los bolsillos de la cazadora, permanecia de pie al borde de la pista de aterrizaje de Furnace Creek. Un brunido avion privado LearFan Special de ocho pasajeros se detuvo a unos veinte metros mas alla, con sus dos Helices gemelas cortando el aire en un cada vez mas lento chop-chop-chop. Las luces de aterrizaje del aparato se apagaron y su puerta lateral se abrio. Dos pasajeros —un hombre y una mujer— descendieron casi inmediatamente, miraron a su alrededor en la oscuridad, luego se acercaron a Rogers.
—El presidente se niega a ver a ninguno de nosotros —dijo el hombre. Vestido con un recien puesto gaban aun marcado por los dobleces, traje negro y camisa de seda, era muy corpulento, entrando ya en la edad madura, y completamente calvo. La mujer era esbelta, habria cumplido recientemente los cuarenta anos, y tenia unos ojos grandes y atractivos, una afilada barbilla y unos labios gruesos. Ella tambien llevaba un gaban, y debajo un traje pantalon de color oscuro.
—?Que es lo que planea su grupo ahora? —pregunto la mujer.
Rogers se froto reflexivamente la mandibula.
—Mi grupo…, todavia no ha fijado sus planes —dijo—. No estamos acostumbrados a este tipo de actividad.
—El Congreso y los comites estan realmente tras los talones de Crockerman. Puede que consigan derribarlo —dijo el hombre—. Todavia no hemos conseguido que McClennan y Rotterjack se unan a nosotros. Leales hasta el final. —El corpulento hombre calvo fruncio los labios. La lealtad mas alla del pragmatismo era algo que no conseguia comprender—. Aun asi, puede que sea demasiado tarde. ?Ha hablado con el equipo operativo?
—Vamos a mantenerlos fuera de esto durante tanto tiempo como sea posible —dijo Rogers—. Hable con Gordon, e incluso fue el quien me apunto este tipo de plan, pero no sabemos quienes de ellos apoyan esta clase de decision y quienes no.
—?Tiene usted el saco de dormir? —pregunto la mujer.
—No, senora.
—?Sabe donde poder conseguirlo, si llega el momento? Oak Rid-ge esta en mi distrito…
—No lo conseguiremos de fuentes civiles —dijo Rogers.
—?Y que hay de los codigos, las complicaciones, la autorizacion que necesitara…, la cadena de mando? — insistio la mujer.
—Eso es asunto nuestro. Nos ocuparemos de ello. Si llega el momento.
—Ellos tienen la pistola humeante, maldita sea —dijo el hombre—. Ya nos han disparado con ella.
—Si, senor. He leido los periodicos.
—El almirante deberia saber —indico el hombre, con el aire de querer llevar la conversacion a una conclusion— que nuestro grupo no puede hacer mas en un periodo razonable de tiempo. Si queremos derribar al presidente, tomara meses. No podemos detener o retrasar la investidura. La recomendacion del Comite de la Camara Judicial tomara semanas. El juicio puede prolongarse luego durante medio ano. El podra resistir al menos durante todo ese tiempo. Eso situa la pelota en nuestro campo.
Rogers asintio.
—?Saben como deben actuar? —pregunto la mujer.
—Ni siquiera sabemos si podemos, o si debemos hacerlo en caso de poder. Todo esta en el aire.
—Hay que tomar pronto decisiones —insistio ella—. Todo el mundo esta demasiado alterado…, esto es demasiado extraordinario para seguir manteniendolo secreto mucho tiempo.
Rogers estuvo de acuerdo. La pareja regreso a su LearFan Special, y las helices del aparato empezaron a girar mas aprisa de nuevo, con una suavidad fantasmagorica. Rogers regreso a su camioneta y se alejo del aeropuerto mientras el avion desaparecia zumbando en la oscuridad y el silencio de la encapotada noche.
En torno al falso cilindro de escoria, a una distancia de varios centenares de metros, los soldados patrullaban por los bien iluminados senderos del desierto en jeeps y a pie. Mas alla de las patrullas y las cercas, a un par de kilometros del objeto de su interes, los civiles se agrupaban en camionetas y coches y remolques. Incluso a aquella hora, ya casi de madrugada, los fuegos ardian en medio de amplios circulos de hipnotizados espectadores. Las roncas risas de un lado se veian contrarrestadas por los cantos evangelicos de otro. Rogers, maniobrando su camioneta por el cercado corredor de acceso al lugar, se pregunto si dormian alguna vez.
39
A las dos de la madrugada sono el telefono de su mesilla de noche, y Arthur se desperto de inmediato y cogio el auricular. Era Ithaca Feinman. Llamaba desde el hospital en Los Angeles.
—Esta ocurriendo rapido —dijo con voz queda.
—?Tan pronto?
—Lo se. El dice que esta luchando, pero…
—Vendre… —miro su reloj— esta misma manana. Puedo estar ahi a las ocho o las nueve, quizas antes.
—Dice que lo siente, pero que te quiere a su lado —dijo Ithaca.
—Salgo inmediatamente.
Colgo y se dirigio a la sala de estar en busca de Francine, que habia dicho que no tenia sueno y se habia quedado sentada en el sillon de la sala de estar, con la cabeza de Gauge en su regazo, preocupada por algo, no estaba segura de que.
—Harry se esta acabando, o al menos asi lo cree Ithaca.
—Oh, Dios —dijo Francine—. ?Vas a ir alli?
—Ahora mismo.
Ella trago saliva con dificultad.
—Ve a verle. Dile… Dile adios por mi si realmente… Oh, Arthur, —Su voz era un tembloroso suspiro—. Esta es una epoca horrible, ?no crees?
Casi estaba llorando.