—No estuvo bien. Lo lamente profundamente. Creo que es la unica cosa entre nosotros dos que lamento realmente…

—Aparte robarme a Alma Henderson.

—Eso fue un favor. No. De veras. Y lo lamento especialmente ahora, porque…, voy a hacerlo de nuevo.

La sonrisa de Harry tuvo un asomo de desconcierto. La expresion de Arthur era mortalmente seria pero entusiasmada; sus brazos se agitaban como si sostuvieran algo, y alzo una mano para pellizcarse la mejilla, como hacia siempre cuando pensaba.

—De acuerdo —dijo Harry.

Arthur sintio que se le llenaban los ojos de lagrimas. La forma en que Harry aceptaba siempre todo lo que viniera de el, sin vacilar, con los ojos cerrados, puso un nudo en su garganta. Podria estar casado un millon de anos y ser imposible una relacion tan instantanea. Arthur sintio en aquel momento un afecto hacia Harry como jamas habia sentido nada parecido en su vida. Las lagrimas resbalaron por sus mejillas, e inspiro profundamente y se inclino hacia delante y le susurro algo al oido de su amigo.

—Cristo —dijo Harry cuando hubo terminado. Miro ansiosamente a Arthur. Uno de sus dedos tabaleo lentamente sobre el cobertor—. Ahora se que estoy sonando. —Parpadeo hacia la luz del sol filtrada por las nubes que entraba por las cortinas de la ventana—. No es posible… —Abandono la pregunta, y dijo—: ?Cuando te ocurrio?

—Esta manana.

Harry miro a la cortina.

—Ithaca. Ella puede decirmelo. He estado tan confuso. Ella dejo…

Arthur saco la arana de metal de su bolsillo y la tendio delante de Harry, descansando sobre la palma de su mano. La arana movio sus patas en una lenta e inquieta danza. Los ojos de Harry se abrieron mucho mientras hacia un esfuerzo por retroceder contra las almohadas.

—Cristo —repitio—. ?Que es eso? ?Que hace aqui?

—Es una miniatura de una sonda von Neumann —dijo Arthur—. Explora, recluta. Investiga. Reune muestras. Hace copias de si misma. —Devolvio la arana a su bolsillo—. El capitan Cook tiene sus propios enemigos —dijo.

—Asi que, ?que eres tu ahora, un esclavo?

Por un momento, Arthur no respondio.

—No lo se —dijo al fin.

—?Quien mas…?

Arthur agito la cabeza.

—Hay otros.

—?Y si no es mas que… otro engano? —pregunto Harry, cerrando de nuevo los ojos.

—No creo que lo sea.

—Estas diciendo que hay esperanzas.

La expresion de Arthur cambio a desconcierto.

—Esa no es la palabra que utilizaria. Pero hay un nuevo factor, si.

—Y esto es todo lo que sabes.

—Todo lo que se —admitio Arthur. Apoyo una mano sobre el brazo de Harry. Permanecieron inmoviles, en silencio, durante unos instantes, Harry pensando en todo aquello. El esfuerzo lo agoto.

—De acuerdo —dijo—. Te conozco desde hace el tiempo suficiente. Me lo has dicho para que pueda morir con alguna buena noticia en el corazon, ?verdad?

Arthur asintio.

—Ellos me dejaron que te lo dijera.

—Si.

Harry cerro los ojos.

—Te quiero, viejo compinche —dijo—. Siempre has conseguido salir con las cosas mas locas para mantenerme divertido.

—Yo tambien te quiero, Harry. —Arthur salio de la habitacion para llamar a Ithaca. Ella volvio a ocupar su asiento, sin decir nada.

—Imagino que debes… tener un monton de trabajo que hacer —dijo Harry—. No puedo pensar correctamente y…, estoy demasiado cansado para hablar mucho. —Hizo un gesto con un dedo: era hora de irse.

—Gracias por venir —murmuro Ithaca, tendiendole la cinta de la pequena grabadora. Arthur la abrazo fuertemente, luego se inclino sobre la cama y sujeto suavemente la cabeza de Harry entre sus manos.

Treinta anos. Todavia puedo reconocerle debajo de la mascara de la enfermedad. Sigue siendo mi querido Harry.

Arthur parpadeo, intentando alejar el calido flujo de sus ojos, intentando desear otro mundo donde su amigo no se estuviera muriendo —ignorando por el momento la propia enfermedad de la Tierra, ignorando lo general por lo particular, una escala mas humana de magia— y sabiendo que iba a fracasar. Intentando tambien memorizar algo que ya se estaba desvaneciendo: la forma del rostro de Harry, la disposicion de sus ojos, ligeramente oblicuos; incapaz de imaginar su febril rostro con su redondeada nariz y su alta frente y su pelo recio como paja, incluso sus enfermos rasgos, descomponiendose en una tumba.

—Te llevare conmigo alla donde vaya —dijo, y beso suavemente a Harry en la frente. Harry alzo lentamente una mano y la aferro en torno a la muneca de Arthur, apretando sus calientes labios contra su palma derecha.

—Lo mismo te digo.

Arthur abandono precipitadamente la habitacion, los ojos fijos hacia delante. En el aparcamiento, se sento tras el volante del coche de alquiler, aturdido, como si tuviera la cabeza llena de puntiagudas y pinchantes ramitas.

—Gracias por dejarme hacer eso. Me gustaria volver con mi familia, si hay tiempo.

Mientras el sol se alzaba sobre Los Angeles, nada le impidio regresar al aeropuerto y tomar el siguiente vuelo de vuelta a Oregon.

42

Hicks se reclino contra una enorme columna recubierta de marmol, observando a las docenas de personas que entraban y salian del vestibulo del hotel. La mayoria iban vestidas con trajes de calle y abrigos; el tiempo fuera era desapacible, y hacia una hora que habia caido una fria lluvia. Muchos otros, sin embargo, parecian mal equipados para el tiempo; eran recien llegados a la ciudad.

Gran parte del Washington oficial parecia haberse inmovilizado. Con el Senado, la Camara de Representantes y la Casa Blanca en abierto conflicto, consideraciones tan mezquinas como los presupuestos tenian que esperar. El turismo, sorprendentemente, se habia incrementado al menos de forma momentanea, y los hoteles de la mayor parte de la ciudad estaban completos. Ven a ver tu Capital convertida en un torbellino.

Al cabo de una hora seguia sin divisar todavia a Bordes, de modo que fue a comprobar si habia algun mensaje en recepcion. No habia ninguno. Sintiendose mas aislado que nunca, doliendole el estomago y con el cuello en tension, regreso a la columna.

Era notable observar como la vida seguia sin ningun cambio aparente. A estas alturas, la mayor parte de los habitantes de la Tierra eran conscientes de que el planeta podia hallarse bajo una sentencia de muerte. Muchos no poseian ni la educacion ni la capacidad mental para comprender los detalles, o juzgar por si mismos; confiaban en los expertos, que sabian tan poco como ellos. Pero incluso para aquellos con mas educacion e imaginacion la vida proseguia: los negocios (imaginaba los acontecimientos siendo discutidos en caros restaurantes ante esplendidas comidas), la politica casi como siempre (a pesar de las investigaciones de la Camara), y luego al final del dia de vuelta a la familia y la casa. Comer. Ir al cuarto de bano. Dormir. Hacer el

Вы читаете La fragua de Dios
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату