diciendo. Hay dos tipos distintos de maquinas en nuestro sistema solar. ?Correcto?
Reuben asintio, con la boca aun llena.
—Uno de los dos tipos desea convertir planetas en mas maquinas. Todo esto ya se nos ha dicho. Ahora, ?hay otro tipo opuesto que esta disenado para destruir esas maquinas?
—Exacto —dijo Reuben, despues de tragar—. Amigo, tenian razon en escogerle.
—Asi que estamos enfrentandonos a sondas von Neumann, y sondas asesinas. —Senalo la arana—. ?Como pueden estos bonitos juguetes destruir las maquinas que devoran planetas?
—Eso solo es una pequena parte de la accion —dijo Reuben.
Hicks tomo su tenedor y arranco un poco de carne a su pescado.
—Increible —dijo.
—Usted lo ha dicho. Al menos usted lo esta aprendiendo a la manera lenta y facil. A mi, esa cosa casi me hizo saltar la cabeza en pedazos.
—?Que mas sabe usted?
—Bien, veo cosas; a veces muy claras, a veces muy turbias. Algunas cosas ya han ocurrido, como la llegada de las maquinas que quieren salvarnos. Destruyeron la luna de Jupiter para construir mas de ellas mismas y para obtener energia. Pero la caballeria llego un poco tarde…, inmediatamente despues de que los indios ocuparan el fuerte. —Se encogio de hombros—. Despues de que los aparecidos bajaran a la Tierra. Supongo que es estupido hacer chistes sobre esto, pero mi cabeza esta llena de locura, y no quiero que todo esto me vuelva loco. Algunas de las cosas que veo todavia no han ocurrido, como el que la Tierra sea pulverizada en pequenas rocas, como los asteroides. Y luego esas naves espaciales extrayendo los recursos minerales de las rocas, devorandolas, construyendo mas maquinas.
—?Que aspecto tienen esas maquinas?
—Eso no esta demasiado claro —dijo Reuben.
—?Como va a ser destruida la Tierra?
Reuben hizo una pausa y alzo un dedo.
—Al menos de dos formas. Esto esta bastante claro. Espero poder hallar las palabras adecuadas. Hay cosas, bombas, zumbando en torno a la Tierra. Creo que esto es conocido, ?no?
—Quiza —dijo Hicks.
—Y hay maquinas que se arrastran en lo profundo del oceano. ?No hay zanjas en el oceano?
—Fosas.
—Si, eso es. Arrastrandose por las fosas oceanicas. Convierten el agua en gases, hidrogeno y oxigeno, creo… H20. El oxigeno asciende burbujeando. Esas maquinas convierten el hidrogeno en mas bombas H. Y luego depositan esas bombas a lo largo de las fosas, miles de ellas. Por toda la Tierra. Creo que haran estallar todas las bombas a la vez.
Hicks se quedo mirando al muchacho.
—Me gustaria que hablara usted de todo esto con algunas otras personas —dijo.
El muchacho parecio inquieto.
—Todo lo que se supone que debo hacer es darle a usted esto —senalo la arana—. Hasta ahora, ?tiene sentido todo lo que le he dicho?
Hicks contemplo la plateada maquina.
—Me esta asustando mortalmente.
—?Tan bien he sabido expresarme?
—Se ha ganado su comida. Si voy a hacer una llamada telefonica, ?estara usted aqui cuando vuelva?
—Pidame otra hamburguesa. Me quedare aqui todo el dia.
—Suya es —dijo Hicks. Hizo una sena a la camarera. Reuben volvio a guardarse la arana en el bolsillo.
Fuera de la cafeteria, cerca de la entrada de los servicios de caballeros, Hicks encontro una cabina telefonica. Habia insertado su tarjeta en la ranura y tomado el auricular cuando se dio cuenta de que no tenia ni la menor idea de a quien llamar. Tenia una vaga nocion de hablarles a Harry Feinman o a Arthur Gordon, pero no sabia donde estaban, y probablemente le tomaria horas localizarles. Ademas, se decia que Feinman estaba muy enfermo, quiza muriendose. El equipo operativo se habia dispersado a los cuatro vientos tras el discurso del presidente.
Dudo, volvio a colgar el auricular y se quedo contemplando una palmera en una maceta al lado de la cabina, mientras se mordisqueaba una una.
Podia tomar la arana del muchacho y abrirse —hacerse vulnerable— a lo que fuera que el muchacho estaba experimentando. Pero no estaba muy claro lo que todo aquello significaba. ?Renunciaria a su libre albedrio, se convertiria en un agente de lo que fuera que controlaba las aranas? Quiza las aranas se controlaban a si mismas…, mas ejemplos de inteligencia mecanica.
No habia ninguna forma de saber si estaban o no controladas por las maquinas que amenazaban la Tierra. Otra capa de engano.
Hicks busco la seguridad de los servicios de caballeros y se encerro en uno de los cubiculos. Despues de orinar, siguio de pie detras de la puerta, intentando controlar sus estremecimientos.
Cerro los ojos y vio una lluvia de enormes astronaves irradiando hacia fuera, dejando a sus espaldas los restos de un sistema solar arruinado. ?Llegaria a convertirse el Sol en parte de aquella enfermedad estelar?
Trasteo con la cerradura sin conseguir abrirla hasta despues de varios intentos, y salio, tropezando casi con un anciano caballero bien trajeado con un baston.
—Vaya dia ventoso que hace ahi fuera —dijo el caballero, haciendo una inclinacion de cabeza y medio volviendose para seguir a Hicks con sus amables ojos.
—Si, es cierto —dijo Hicks junto a la puerta, haciendo una pausa y volviendose hacia el.
El caballero le hizo otra inclinacion, y sus miradas se cruzaron.
El anciano caballero sonrio y se metio en el cubiculo que Hicks habia abandonado.
Hicks regreso a la cafeteria y ocupo de nuevo su asiento.
—?Cuanta gente ha sido reclutada hasta ahora?
Reuben habia devorado casi toda su segunda hamburguesa.
—No me lo han dicho —respondio.
Hicks dio una palmada delante de el.
—?Tiene usted la sensacion de ser poseido?
Reuben fruncio los ojos.
—Honestamente, no lo se. Si no me mienten, nos estan ayudando a todos nosotros, y prefiero estar haciendo esto que cualquier otra cosa. ?No haria usted lo mismo?
Hicks trago saliva con un esfuerzo.
—?Conserva su libre albedrio?
—El suficiente como para discutir. A veces aceptan mis consejos. A veces ni siquiera escuchan, y entonces me manejan, de modo que supongo que no tengo todo el control. Pero parecen saber lo que estan haciendo, y como digo, no hay tiempo suficiente para explicarselo a todo el mundo.
—Es usted extraordinariamente persuasivo —dijo Hicks.
—Gracias. Y gracias de nuevo por la comida. —Reuben unto una patata frita en el ketchup y la alzo como si saludara con ella antes de metersela en la boca.
—?Donde esta la arana?
—De vuelta a mi bolsillo.
—?Puedo llevarmela conmigo y pensarmelo, despues de hablar con algunas personas?
—No, amigo; si toca la arana, ella va a…, ya entiende. Le tendra. Me siento obligado a decirselo.
—Entonces, realmente, no puedo aceptar bajo esas circunstancias —dijo Hicks.
