amor. Dar a luz. El esquema ciclico de siempre.

Un joven negro, alto y desgarbado, vestido con un chaqueton verde del ejercito, cruzo la puerta giratoria de la entrada, se detuvo, luego siguio andando, mirando atentamente a derecha e izquierda. Hicks se aferro a la seguridad de no moverse, no hacerse evidente, pero la cabeza del muchacho se volvio en su direccion y sus ojos se cruzaron. Bordes alzo tentativamente una mano, saludando, y Hicks asintio con la cabeza y se aparto de la columna con un empujon de su hombro.

El joven se le acerco rapidamente, con el chaqueton oscilando a sus costados. Una sonrisa azarada cruzo su rostro. Se detuvo a dos metros de Hicks y tendio la mano, pero Hicks agito irritadamente la cabeza, negandose a tocarle.

—?Que es lo que quiere de mi? —pregunto al muchacho.

Reuben intento ignorar el desaire de Hicks.

—Me alegra conocerle. Usted es un escritor, y he leido… Esta bien, olvidelo. Tengo que decirle algo, y luego volver al trabajo. —Agito pesaroso la cabeza—. Todos tienen que ponerse a trabajar intensamente. No hay mucho tiempo.

—?Todos quienes?

—Creo que sera mejor que hablemos donde nadie nos preste atencion —dijo Reuben, mirando fijamente a Hicks—. Por favor.

—?La cafeteria?

—Estupendo. Yo tambien tengo hambre. ?Puedo invitarle a comer? No me queda mucho dinero, pero podemos pedir algo barato para los dos.

Hicks agito la cabeza.

—Si me convence usted de que realmente se trata de algo interesante —dijo—, yo le invito a comer.

Reuben abrio la marcha hacia la cafeteria del hotel, vacia ahora que la hora de la comida ya habia pasado. Se sentaron en un rincon, y aquello parecio satisfacer la necesidad de intimidad del muchacho.

—Primero —dijo Hicks— tengo que preguntarle: ?va usted armado?

Reuben sonrio y nego con la cabeza.

—Tuve que venir tan aprisa como me fue posible, y ahora que estoy aqui me siento casi hundido.

—?Ha estado alguna vez en una institucion mental, o… asociado con cultos religiosos o cultos ufologicos?

De nuevo una negativa.

—?Es usted un fanatico Fraguista de Dios?

—No.

—Entonces digame lo que tenga que decir.

Los ojos de Reuben se fruncieron e inclino la cabeza hacia un lado. Agito unos momentos la boca antes de empezar a decir:

—Recibo instrucciones de lo que creo que son pequenas maquinas. Fueron dejadas caer por toda la Tierra hara un mes. ?Sabe?, como una invasion, pero no para invadir.

Hicks se froto una sien con un nudillo.

—Siga. Estoy escuchando.

—No son las mismas… que las que ustedes llaman las cosas que van a destruir la Tierra. Es dificil expresar con palabras todas las imagenes que me han mostrado. De todos modos, tampoco me lo han mostrado todo. Me pidieron simplemente que acudiera a usted y le diera algo, pero pense que no era justo. La forma en que vinieron a mi no fue justa tampoco. No tuve ninguna eleccion. Asi que ellos me dijeron, dentro de mi cabeza —se senalo la frente con un largo y poderoso indice—, me dijeron: De acuerdo, intentalo a tu manera.

—?Como se oponen ellos a esos enemigos?

—Los buscan alla donde van. Se dispersan entre las… estrellas, supongo. Naves sin nada vivo, no como usted y yo, dentro de ellas. Robots. Visitan todos los planetas que pueden, en torno a las estrellas, y… Aprenden acerca de esas cosas que devoran planetas. Y, siempre que pueden, las destruyen. —El rostro de Reuben era ahora sonador, los ojos enfocados en el vaso de agua que tenia delante.

—Entonces, ?por que no vinieron antes? Puede que ahora ya sea demasiado tarde.

—Exacto —dijo Reuben, alzando la vista hacia Hicks—. Eso es lo que me dijeron. Es demasiado tarde para salvar la Tierra. Casi todo el mundo y todas las cosas van a morir.

Pese a su escepticismo, aquellas palabras golpearon duramente a Hicks, frenando su sangre, haciendo que sus hombros se hundieran.

—Es horrible. Llegaron demasiado tarde. Tuvieron que detenerse en aquella luna, aquel lugar de agua y hielo…, Europa. Se convirtieron en cientos de miles, millones, de ellos mismos, de naves, para dispersarse. Utilizan el hidrogeno del agua como energia. Fusion.

»No es solo la Tierra la que esta siendo devorada. Los asteoides tambien. Y en realidad hay mas peligro, supongo, de que esos devo-radores de planetas se alejen de los asteroides. Es mas facil alejarse del Sol. Algo… Maldita sea, me gustaria saber mas de lo que me han mostrado. Lucharon contra ellos en los asteroides. Ahora pueden enfocarse en la Tierra… ?El problema es que no pueden explicarmelo todo con palabras que yo pueda comprender! Ignoro por que me eligieron a mi.

—Siga.

—No pueden salvar la Tierra, pero pueden salvar parte de ella. Animales y plantas importantes, germenes, alguna gente. Me han dicho que quizas uno o dos mil. Tal vez mas, depende de las posibilidades.

La camarera trajo lo que habian pedido, y Hicks se inclino hacia delante.

—?Como?

—Naves. Arcas, como la de Noe —dijo Reuben—. Supongo que las estan construyendo en estos momentos.

—Esta bien. Hasta ahora, de acuerdo —dijo Hicks. Maldita sea…, ?me esta convenciendo realmente!—. ?Como hablan con usted?

—Voy a meterme la mano en el bolsillo y le mostrare algo —dijo Reuben—. No es un arma. No se asuste. ?De acuerdo?

Hicks dudo, luego asintio.

Reuben extrajo la arana y la deposito sobre la mesa. Desplego sus patas y se irguio con la resplandeciente linea verde de su «rostro» apuntada hacia Hicks.

—Supongo que la gente se esta encontrando con estas cosas por todas partes —dijo Reuben—. Una de ellas llego hasta mi. Tambien me asusto mortalmente. Pero en estos momentos no puedo decir que este haciendo nada contra mi voluntad. Casi me siento como un heroe.

—?Que es? —pregunto suavemente Hicks.

—No tiene nombre —dijo Reuben. Tomo la arana y volvio a guardarla en su bolsillo cuando se acerco la camarera. Deposito la comida sobre la mesa. Hicks no presto atencion a su pescado al horno. Reuben volvio a sacar la arana y la coloco entre ellos—. No la toque a menos que este de acuerdo, ya sabe, en formar parte de todo esto. Le picara, por decirlo asi. —El muchacho empezo a comer vorazmente su hamburguesa.

?Picar? Hicks se retiro un par de centimetros de la mesa.

—?Es usted de Ohio? —consiguio decir finalmente.

—Hummm. —Reuben agito la cabeza hacia delante y hacia atras, satisfecho—. Dios, es bueno comer de nuevo. No he comido nada en dos dias.

—?Estan en Ohio?

—Estan en todas partes. Reclutando.

—Y ahora quieren reclutarme a mi. ?Por que? ?Porque… me han oido por la radio?

—Tiene que hablar usted con ella, con ellos —dijo Reuben—. Como le he dicho, a mi no me lo han contado todo.

La arana no se movia. No parece un juguete. Es tan perfecta, una joya de fantasia.

—?Por que hacen esto?

El muchacho agito la cabeza, con la boca llena.

—Dejeme…, bien, con riesgo de poner palabras en su boca, dejeme ver si comprendo lo que me esta

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