vida, incluso preparandose para despegar.

Quiza le estaba ofreciendo un trato.

Desactiva la bomba, y te dejare salir.

Se aparto del cilindro, haciendo oscilar la antorcha a uno y otro lado por las inmediaciones. ?Por que se ha cerrado? ?Acaso ha permanecido activo durante todo el tiempo, observandonos, imaginando todo lo que haciamos?

Se apoyo contra la curva de la antecamara, cerca del tunel horizontal. Dieciseis minutos.

Dentro de cinco o seis minutos, probablemente no importaria que pudiera salir o no. No llegaria lo suficientemente lejos del aparecido como para sobrevivir a la onda de choque o a la dispersion de la metralla. No podia concebir ninguna masa, ni siquiera del tamano de una montana pequena, capaz de resistir el estallido en su interior de tres kilotones.

Rogers agito lentamente la cabeza, intentando concentrarse, impedir que su mente se extraviara. Podia desconectar el arma y ver si el camino estaba abierto de nuevo. Golpe por golpe. Hiereme en la espalda. Yo te herire en la tuya. Lo siento, todo fue un terrible malentendido.

Arrodillado al lado de la maza, tendio de nuevo la mano hacia el boton.

?Sabes? Esta es la primera vez que obtenemos realmente una reaccion de ti.

Penso en aquello, mordiendose el labio inferior, tensando y relajando los dedos sobre el interruptor.

—Quiza te sientas traicionado —dijo en voz alta—. Quiza por primera vez hemos llegado hasta ti.

De alguna forma, aquello no era convincente.

No podia decidirse a desconectar el interruptor. No podria volver a poner en marcha el temporizador si desconectaba el arma; el teniente no le habia indicado como hacerlo.

Catorce minutos.

El primer golpe de nuestro lado. Yo estoy a cargo de el.

Se sento al lado de la maza, tendio la mano para recoger la chaqueta antirradiacion y colocarla sobre sus rodillas. Vaya dilema.

El silencio dentro de la camara era absoluto.

—Si me estas escuchando, maldita sea, hablame —dijo—. Cuentame cosas de ti. —Rio quedamente, y aquel sonido le aterro mas que cualquier otra cosa, porque le dijo lo cerca que estaba realmente de accionar el interruptor. Podria ver de nuevo a su esposa y a su hijo si lo accionaba; no tendrian que recibir y leer la carta que habia dejado en su gaveta de mensajes. Pudo ver el rostro de Clare, toda vestida de luto, y le dolio el pecho.

El rostro de William, pura picardia de cinco anos de edad.

?Que pensaria de si mismo si desactivaba la bomba?

Su carrera estaria igualmente acabada. Habria fracasado en su accion contra el enemigo y puesto en peligro todo el esfuerzo de defensa. Otros habian arriesgado sus carreras, quizas incluso sus vidas. Rogers no deseaba, en estos momentos, analizar cuanta gente, arriba en la linea de mando, habia ayudado para conseguir aquella arma, y como debian sentirse en aquellos momentos, posibles traidores que habian quebrantado la ley, corriendo un terrible riesgo. Desafiando al presidente. Amotinados, rebeldes.

—Maldita sea, nos conoces tan bien —le dijo a la oscuridad—. Nos has enganado en todos sentidos, y ahora piensas que nos has enganado de nuevo. —Ninguna respuesta.

El silencio del espacio profundo. Eternidades.

Doce minutos.

?Cuantas veces habia tendido la mano, todo su cuerpo suplicante, y cuantas veces algo indefinido le habia obligado a echarse atras?

—No voy a tocar ese boton. Sal y desactivalo tu mismo. Quiza no luche contigo. ?Quiza tengamos ahora algo en comun!

Estaba respirando demasiado ansiosamente. Se cubrio la boca con las manos e intento detener cada bocanada de aire y frenar sus freneticos pulmones. El juicio del valor de uno, ?requeria la apariencia de la nobleza, o era suficiente un solo acto? Si al final de los —comprobo— once minutos, no era mas que un sollozante y gimoteante despojo tirado en el suelo, capaz tan solo de mantener su dedo alejado del boton, ?seguiria yendo al Valhalla de los senores de la guerra para alinearse junto a todos los heroes muertos? ?O seria echado de alli, enviado a las duchas? Lavate todo este hedor de miedo, soldado.

No queria el Valhalla. Queria a Clare y William. Queria decir adios con mas palabras de las que habia puesto en la carta. En persona.

—Por favor, Dios mio, dejame que mantenga la calma —dijo roncamente. Aplasto las manos una contra otra en un gesto de oracion, sujetando la punta de su nariz entre los dedos indices y cerrando los ojos. Quiza todo hubiera sido mejor si hubiera traido consigo una pistola—. Jesus Jesus Jesucristo.

No permitas que lo estropee. Buen Dios, manten mi mano lejos de ese boton. Golpeales, golpeales en pleno rostro. Dios, se que tu no tomas partido, pero soy un soldado, Dios, y esto es lo que tengo que hacer. Cuida de este planeta, Senor de todos nosotros, ayudanos a salvar nuestro mundo natal. Haz que esto signifique algo, por favor, Dios.

Nueve minutos. Se arrastro de vuelta por el tunel horizontal y vio que la obstruccion estaba todavia en su lugar. Para asegurarse de que era solida y no solo una ilusion, salto los tres metros y aterrizo de pie sobre el plano grisor, flexionando las rodillas para amortiguar el choque, golpeando con los codos y los antebrazos las paredes de la chimenea. Solido. Dio varias furiosas patadas. Nada. Hizo una mueca cuando el dolor de los talones ascendio por sus piernas, y volvio a subir el pozo y regreso a la antecamara.

Se nego a acercarse a mas de dos metros de la maza.

Otra salida.

No era probable.

Golpe por golpe.

—?Que estas haciendo, aprendiendo mas sobre nosotros, preparando otro experimento? ?Lo hare o no lo hare? —Se puso en pie al borde de la antecamara, agitando el haz de su linterna por las facetas catedralicias—. No puedo hallarle sentido a nada de esto. ?Por que viniste aqui? ?Por que no puedes simplemente dejarlo estar, permitirme volver con mi esposa y mi familia?

Demasiada charla, se dijo. No servia de nada hablar. No mas palabras, se juro a si mismo. Pero rompio inmediatamente su juramento. Romper los pequenos juramentos le serviria para mantener el grande.

—?Por que no hablamos? No voy a pulsar ese boton. No podre decirle a nadie lo que hablemos. Asi que dime algo, muestrame que sois exactamente.

Cinco minutos.

—He oido decir que puede que hayas cruzado toda esta galaxia, yendo de estrella en estrella. Formas parte de una maquina devora-dora de planetas. Eso es lo que dicen los periodicos. Hay mucha gente especulando. ?No sientes curiosidad acerca de lo que pensamos, acerca de lo que pensaria yo si supiera la verdad? Asi que hablame. —Dame algo a lo que poder aferrarme. Alguna razon—. ?No voy a tocar ese boton! La bomba va a estallar.

?Y si no estallaba?

?Y si se veia obligado a pasar las proximas semanas ahi dentro, muriendo de sed, todo para nada, porque los alienigenas habian hallado alguna forma de desactivar el arma? ?Y si su idea era mantenerlo alli dentro hasta que muriera de hambre, como castigo por haberlo intentado?

Tres minutos.

—Soy hombre muerto —dijo, y se dio cuenta de la verdad de aquello. Ya era un soldado muerto. No habia escapatoria, ninguna salida entre sus convicciones y su deber. Aquel pensamiento lo tranquilizo considerablemente, y se sento en el borde de la antecamara, como se habia sentado en una ocasion antes, las piernas colgando en la oscuridad—. Asi que, ?donde esta tu luz? —pregunto—. Muestrame tu pequena luz roja.

Ni siquiera sabria cuando ocurriria. No oiria nada, no veria nada.

Un minuto.

Los hombres congelados se calientan de nuevo

y los conejos se drogan a si mismos en las fauces del lobo

Вы читаете La fragua de Dios
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату