A diez kilometros de distancia, el senador Gilmonn se puso las gafas ahumadas grises que le dio el teniente y miro hacia el desierto, al distante monticulo negro que era el aparecido. Los cultistas se habian diseminado por todo el desierto, la mayoria fuera de la zona, mas lejos que su pequeno grupo, pero algunos permanecian escondidos detras de montones de rocas y otros conos de escoria. No tenia ni idea de cuantos de los mas recalcitrantes iban a sobrevivir.
—No ha salido —dijo el teniente, quitandose unos auriculares de radio. Los observadores en las montanas no habian visto a Rogers abandonar el aparecido.
—Me pregunto que puede haberle ocurrido —murmuro Gilmonn—. ?Cree que la… puso?
Rayos de brillante luz roja brotaron bruscamente del falso cono de escoria, y el suelo del desierto se vio iluminado por un pequeno sol. Enormes fragmentos negros volaron retorciendose hacia arriba, en silueta contra la bola de fuego, desintegrandose, con los fragmentos mas pequenos volviendo a caer en humeantes arcos. El sonido fue un muro palpable, mas solido y doloroso que fuerte, y un violento estallido de pulverulento viento avanzo visiblemente sobre los matorrales y la arena y las rocas. Cuando les golpeo, tuvieron dificultades en mantenerse en pie.
El polvo se aclaro momentaneamente, y vieron alzarse una alta y esbelta columna de humo, de un feo y fascinante amarillo verdoso, manchado con rosas pastel y purpuras y rojos.
El teniente estaba sollozando.
—Dios mio, no salio. Querido Jesus. ?Vaya explosion! Como una maldita prueba subterranea.
El senador Gilmonn, demasiado aturdido para reaccionar, decidio simplemente no comprender. El teniente comprendio, y su rostro brillo con las lagrimas.
Fragmentos de roca y cristal y metal cayeron esparcidos en quince kilometros a la redonda durante los siguientes diez minutos. En un radio de diez kilometros, ninguno de los fragmentos excedia de un centimetro de diametro.
Buscaron refugio en los remolques y aguardaron fuera del alcance de la lluvia, y luego se alejaron del lugar en direccion al centro de descontaminacion de Shoshone.
49
La red entre los Poseidos estaba empezando a conectarse y unirse. Arthur podia sentir sus progresos. Esto le excitaba y le entristecia a la vez; el tiempo que pasaba con Francine y Marty podia estar llegando a su final.
Si ella no podia aceptar lo que habia ocurrido, tendria que continuar sin ellos.
Arthur no supo exactamente como se estaba tomando ella su revelacion hasta que, por la manana, la oyo hablar con Marty en la cocina. Acababa de terminar una minuciosa comprobacion de la camioneta familiar y se estaba secando las manos con una toalla de papel antes de cruzar la puerta oscilante.
—Papa va a tener un monton de trabajo muy pronto —estaba diciendo Francine. Arthur se detuvo detras de la puerta, con la arrugada toalla de papel en una mano, agitando la mandibula.
—?Podra quedarse con nosotros? —pregunto Marty.
No podia verles, pero estaba seguro de que Francine estaba junto a la fregadera, mirando hacia el centro de la cocina, donde estaba de pie el nino.
—Lo que esta haciendo es importante —dijo ella, sin responder a la pregunta de Marty. No sabia la respuesta.
—Pero ahora no esta trabajando para el presidente. El me lo dijo.
—Correcto —admitio Francine.
—Me gustaria que pudiera quedarse en casa.
—A mi tambien.
—?Va a ir a alguna parte sin nosotros?
—No entiendo lo que preguntas, Marty.
—Si va a dejarnos solos aqui cuando estalle la Tierra.
Arthur cerro los ojos. La toalla era ahora una apretada pelota en su puno.
—No va a dejarnos en ninguna parte. Simplemente… tiene que trabajar.
—?Pero por que trabajar si todo va a pararse?
—Todo el mundo tiene que trabajar. No sabemos si todo va a pararse. Ademas, esta trabajando para que quiza las cosas… no se paren. —El tono de su voz le hizo alzar la cabeza para impedir que las lagrimas resbalaran por sus mejillas.
—El senor Perkins dice que no hay mucho que podamos hacer.
—El senor Perkins deberia limitarse a su aritmetica —dijo Francine secamente.
—?Esta asostado papa?
—Asustado.
—Si, pero, ?lo esta?
—No mas que yo —dijo ella.
—?Que puede hacer para que las cosas no se paren?
—Ya es hora de llevarte a la escuela. ?Donde esta tu padre?
—?Maaaama! ?Puede?
—Esta trabajando con… cierta gente. Creen que quiza puedan hacer algo.
—Se lo dire al senor Perkins.
—No le digas al senor Perkins
Arthur retrocedio unos pasos para hacer un poco de ruido, cruzo la puerta, y tiro la apretada pelota de la toalla de papel al cubo de la basura debajo de la fregadera. Marty le miro con los ojos muy abiertos, los labios apretados, conteniendo la respiracion.
—?Todos listos?
Asintieron.
—?Has estado llorando, papa? —pregunto Marty.
Arthur no dijo nada, se limito a mirar fijamente a un punto indeterminado entre ellos.
—Somos un equipo, ?no es asi, carino? —dijo Francine, abrazandole y haciendo un gesto a Marty para que se acercara tambien. El muchacho no estaba en edad para mostrar mucho entusiasmo con el afecto fisico, pero se acerco y Arthur se arrodillo, un brazo en torno a la cintura de Francine, el otro rodeando a su hijo.
—Claro que lo somos —dijo.
Lo que recibio, por via de los mensajes, fue una especie de taquigrafia distinta a cualquier otra cosa que hubiera experimentado antes. El flujo de informacion llego como imagenes visuales truncadas, fragmentos de conversaciones habladas (a veces pronunciadas por voces separadas e identificables, a veces monotonas o completamente ininteligibles), y muy a menudo simplemente como recuerdos. No podia recordar haber recibido los recuerdos, pero estaban alli, e informaban de sus planes y acciones.
Aquella noche, mientras permanecia tendido en la cama al lado de su esposa, y la lluvia seguia golpeando suavemente el techo y las ventanas, supo que:
Lehrman, McClennan y Rotterjack habian formado una delegacion para informar al presidente de la destruccion del aparecido de la Caldera. (Lehrman era uno de los Poseidos.)
El presidente habia escuchado la informacion, proporcionada en su mayor parte por Rotterjack, y no habia