—?Forma usted parte de la red? —pregunto Ian.

Mickey agito la cabeza.

—Yo no, gracias a Dios. Donovan si. Me ha hablado de ella, y me ha mostrado la arana. La maldita cosa no me mordio. Eso demuestra lo que valgo. Pense en llamar a los periodicos, pero, ?quien me iba a creer? ?A quien le importaria? Yo y Donovan llevamos trabajando los lagos desde hace treinta anos, primero pescando eperlanos, luego llevando pasmarotes, quiero decir turistas, de un lado para otro. Yo bautice la barca. Es un chiste.

Nadie lo entendio, asi que carraspeo.

—Les digo a la gente: «El naufragio del Edmund Fitzgerald». ?Recuerdan esa cancion? El buque cisterna se hundio. Una gran ola o alguna otra cosa partio su quilla, y se hundio sin dejar huella. Pero que demonios…, los pasmarotes no saben nada acerca de los lagos. Creen que los lagos son como charcos. Esos lagos son malditos oceanos, oceanos rodeados de tierra. Puedes ocultar cualquier cosa en su fondo, incluso ciudades enteras… —Les miro fijamente para dar mayor enfasis a sus palabras, con una ceja fina como una raya de lapiz alzada—. Asi que he estado pensando. No necesito hablar de lo que he estado pensando. Solo quiero dejar esto claro con ustedes, y con Donovan. Si la maldita arana no me muerde, cooperare, por supuesto, el es mi socio…, pero digo que al infierno con todo ello, y con todo lo demas.

Se dirigio a proa con la caja y el termo, agitando los hombros. La mujer comio delicadamente su unico donut, con el codo apoyado contra el respaldo del banco, mientras lo contemplaba alejarse.

—Bien, ?que han estado haciendo ustedes dos? —pregunto, de pronto amistosa y familiar.

Ian se sento a su lado, sujetando su taza de cafe, contra el suave bamboleo de la barca, en el hueco de su pierna doblada.

—Yo me he dedicado a entrar a saco en las bibliotecas del estado de Cleveland —dijo—. ?Y usted?

—Lo mismo en el Oeste —dijo ella—. Yo y otros seis. Dos de ellos hackers experimentados. Metieron un camion en el centro de almacenamiento de datos de la biblioteca principal y metieron cables por todo el edificio, y tomaron todo aquello a lo que pudieron echar mano.

—Yo envie grabaciones de la Libreria del Congreso a ese tipo de Virginia —dijo Reuben—. Y otras cosas. Reclute a Trevor Hicks. —Ni Ian ni la mujer sabian quien era Hicks—. ?Han conocido a algunos de los que estan por debajo de los jefes…, los humanos a los que oimos en la red, dando ordenes?

—Yo si —dijo la mujer—. Uno de ellos es mi esposo. Estabamos separados, preparandonos para el divorcio, cuando ambos fuimos poseidos. He tenido que trabajar con el, y recibir ordenes de el, durante los dos ultimos meses. Trabaja para el Departamento de Estado.

Cleveland ya no era visible al sur. No habia nada mas que un lago azul salpicado de hielo y una bruma que desaparecia aprisa de horizonte a horizonte. Llevaban en el agua mas de una hora.

—?Cree que hay alguien que haya conseguido todo el cuadro de lo que ocurre? —pregunto Ian—. Algun humano, quiero decir.

—Si lo hay, yo no lo conozco —dijo Reuben.

—Mi esposo da ordenes, pero no lo sabe todo.

Ian se chupo los restos de donut y azucar de los dedos.

—Espero que tengan cuarto de bano en este cascaron —dijo, y se dirigio a popa.

Los motores de la barca se detuvieron con un grunido gutural. El agua habia empezado a agitarse ligeramente y, mientras la barca iniciaba un lento giro, Reuben sintio que se le revolvian las tripas. Voy a lamentar esos donuts.

—Bien —dijo Donovan por el altavoz de la cabina de pilotaje—, se supone que este es el lugar. ?Alguien ha recibido algun mensaje?

—Yo no —dijo la mujer, poniendose en pie y sacudiendose las migas de donut de su vestido.

—Cristo —comento secamente Donovan.

Llevaban diez minutos dando lentos giros cuando Ian canturreo:

—?Por ahi resopla!

Habia subido a la cubierta superior, y ahora estaba inclinado sobre la barandilla al lado de la cabina de pilotaje, senalando hacia el este. Reuben y la mujer volvieron a proa y miraron hacia donde senalaba, y vieron como un bloque gris mate, aproximadamente de la forma y tamano de un remolque, surgir del agua. El piloto puso en marcha los motores y acerco la barca a la protuberancia.

—?Que es? —exclamo Ian—. ?Un submarino?

—No lo se —dijo Reuben, medio echandose a reir. Se sentia excitado y mas asustado que nunca. El rostro de la mujer era una rigida mascara, con los ojos muy abiertos y la mirada fija.

La barca llego a unos pocos metros del bloque gris. Las pequenas olas producidas por la proa chapotearon en su costado.

Una escotilla cuadrada casi tan alta como Reuben se abrio en la lisa superficie mate al nivel de la cubierta inferior.

—Es un ascensor —dijo la mujer—. No, una escalera. Se supone que tenemos que entrar. Tu, yo, y el —Se senalo a si misma, a Reuben, y a Ian en la cubierta superior—. Nadie mas.

—Lo se —dijo Reuben. Al menos, no se balancea.

Donovan se situo junto al portalon de babor y lo abrio mientras el piloto acercaba tanto como se atrevia la barca al bloque. Mickey coloco una corta pasarela en el portalon y la empujo hasta la entrada del bloque. Era relativamente segura, pero no mas. La mujer cruzo primero, impaciente, azotada por el viento, sujetandose fuertemente a la unica barandilla en uno de los lados de la pasarela; luego la siguio Reuben, y finalmente Ian.

La mujer descendia ya por una escalera en espiral en el interior del bloque cuando Reuben se detuvo en la entrada. Miro hacia abajo tras ella. Ian llego tras el.

—?Es eso? —pregunto.

—Es eso —afirmo Reuben.

—Entonces sera mejor que bajemos.

Bajaron. Sobre sus cabezas, la escotilla se cerro con un suave suspiro.

59

El suelo estaba locamente inclinado, el humo ascendia por entre las planchas y las losas, habia vapor y grumos de roca por todas partes, y las paredes parecian estar desmoronandose a su alrededor. Se sintio repentinamente alzado y grito.

Arthur se sento bruscamente en la cama y parpadeo a la no familiar habitacion. Marty estaba de rodillas en la cama de al lado, gritando histericamente.

Francine rodeo a Arthur con sus brazos.

—No es nada —murmuro—. No es nada. —Le solto y se arrastro fuera de las mantas para abrazar a Marty—. Papa ha tenido una pesadilla —dijo—. Todo esta bien.

—Estaba ahi —exclamo Arthur—. Lo he sentido. Oh, Dios.

Marty estaba inmovil ahora. Francine volvio a su cama y se tendio a su lado.

—Pensaba que pretendian ayudarte con tus suenos y todo eso —dijo, un poco amargamente.

—Me hubiera gustado que bloquearan ese —dijo el—. Me hubiera gustado…

—Chissst —dijo suavemente Francine, rodeandole de nuevo con sus brazos. Estaba temblando—. Ya es bastante malo tener que vivir esto. ?Por que tenemos que sonarlo tambien?

—?Tu tambien lo has sonado?

Ella agito negativamente la cabeza.

—Pero lo hare. Se que lo hare. Todo el mundo lo hara, a medida que se vaya acercando. —Sus estremecimientos se convirtieron en algo mas. Sus dientes castanetearon mientras lo abrazaba. Arthur acaricio su rostro con los dedos y la abrazo mas fuerte, pero eso no la consolo. Se agito violentamente, sin lagrimas, silenciosa, los musculos de su cuello agarrotados por el esfuerzo de no emitir ningun sonido, para no asustar a Marty.

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