Dios.
No un protector, a menos que se produjeran milagros.
Agito sus botas en el polvo del sendero.
—?Que demonios estoy buscando? ?Una revelacion? —Agito la cabeza y forzo una carcajada—. Ingenuo hijo de puta. Estas desentrenado; tus musculos de rezar, tus biceps de la iluminacion, estan bajos de forma. No puedes elevarte mas arriba que tu maldita cabeza.
La amargura en su voz le hizo estremecerse. ?Deseaba realmente una revelacion, una confirmacion, la seguridad de la existencia de un significado mas alla del final?
—Dios es lo que amas. —Lo dijo suavemente; era embarazoso darse cuenta de lo mucho que creia en ello. Sin embargo, nunca habia sido particularmente bueno en el amor, ni en el amor a la gente en todas sus formas ni en los otros tipos de amor, excepto quizas el amor a su trabajo—. Amo la Tierra.
Pero eso era mas bien amplio y vago. La Tierra ofrecia solamente obstaculos irreflexivos al amor: tormentas, deslizamientos de rocas, volcanes, terremotos. Accidentes. La Tierra no podia impedir el ser incontinente. Era facil amar a la gran madre.
El viento recogio y arrastro gotitas de bruma por encima de la cascada Vernal y por encima del bosque, depositandolas frias y ligeramente hormigueantes sobre su mejilla. Se paso la mano por sus mejillas y patillas, deseando que su padre estuviera con el, pese a que sabia (?se daba cuenta realmente de ello?) que toda la trama iba a desgarrarse muy pronto a su alrededor.
Esta vez, en el Yosemite, las cosas no habian sido como esperaba. Los recuerdos que recuperaba ahora eran los de un muchacho ignorante pero de ojo agudo, observando a un hombre y a una mujer interpretando espasmodicamente los papeles de madre y padre, de esposa y esposo, pero sin ofrecer ninguna conexion.
El muchacho habia sido incapaz de prever lo que ocurriria tras la separacion que era tan evidente pero que el se negaba obstinadamente a ver.
Fruncio los ojos.
—Eso —dijo— corta el jodido pastel. —Dio una palmada a un mosquito y reacomodo la mochila en su hombro, y empezo a bajar los humedos y oscuros escalones de piedra gris tallados a un lado de la cascada Vernal, para seguir luego el sendero encima del espumeante y violentamente crecido Merced.
Se detuvo con una ligera sonrisa, abandono el sendero y se irguio sobre un penasco de granito en el borde mismo del tumulto, contemplando los perdidos volumenes verdosos de agua debajo y entre las blancas burbujas. El rugir parecia disminuir; casi se sintio hipnotizado. Podia simplemente inclinarse hacia delante, avanzar un pie mas alla del borde, y todo terminaria muy rapidamente. Ningun suspense. Seria su eleccion.
De alguna forma, la opcion no parecia atractiva. Agito lentamente la cabeza y alzo la vista hacia los arboles del lado opuesto del torrente. Destellos plata brillaban entre los brotes y oscilaban a lo largo de los troncos. Necesito un momento para definir lo que estaba viendo. Los arboles estaban llenos de trepadoras aranas plateadas del tamano de punos. Dos de ellas se deslizaron a lo largo de una rama, llevando entre ellas lo que parecia ser un arrendajo muerto. Otra habia arrancado un trozo de corteza del tronco de un pino, dejando al descubierto una tira de blanca madera.
Penso en el Huesped, y no dudo de lo que veian sus ojos.
Edward estaba de vuelta en el valle, recien duchado y con unos tejanos y una camisa blanca limpios, a las cinco de la tarde, como habia prometido. El anfiteatro estaba mas lleno de lo que habia estado en la reunion de ayer. No estaba prevista ninguna musica; en cambio, habia un ministro de la iglesia, un psicologo, y un segundo guardia alineados delante del podio, aguardando su turno tras la presentacion de Elizabeth. Minelli gruno ante la alineacion de la Nueva Era, pero se quedo. Se estaba creando un lazo entre todos ellos, incluso entre aquellos que no habian hablado; estaban juntos en eso, y era mejor estar juntos que de otro modo, incluso aunque aquello significara sentarse ante un punado de pueriles oradores.
Edward miro pero no vio entre la audiencia a la rubia a la que su esposo habia dejado plantada.
61
Despues de tres dias de interrogatorios por agentes del FBI y de la Agencia Nacional de Seguridad, asi como seis horas de intensas preguntas por parte del secretario de la Marina, el senador Gilmonn habia sido dejado en libertad en su oficina y apartamento en Long Beach, California. Habia ordenado a su chofer que condujera hacia el este.
Nadie habia conseguido ni se habia sentido particularmente deseoso de acusarle de nada de concreto, pese a que el rastro de la flecha o maza o como quisiera llamarsele desde el U.S.S.
El encarcelamiento de Gilmonn, que hubiera sido un hecho
Y en resumen, ?que habian conseguido? Habian matado al teniente coronel Rogers y quiza a treinta fanaticos de la Fragua de Dios que se habian negado a abandonar el desierto en torno al aparecido. Habian hecho volar el aparecido en diminutos fragmentos. Sin embargo, pocos de los implicados en la conspiracion creian, ahora, que hubieran conseguido algo para siquiera posponer, y mucho menos eliminar, la sentencia de muerte que gravitaba sobre la Tierra.
Se detuvo de pie en la arena cerca de la carretera de grava que pasaba a unos tres kilometros del lugar del desintegrado aparecido, con los binoculares colgando de su cuello de una correa de cuero, el rostro chorreante de sudor bajo el ala de su sombrero. La limusina blanca que habia alquilado con su propio dinero aguardaba a unos pocos metros de distancia, con el chofer impasible tras sus gafas oscuras y su uniforme azul marino.
Los camiones del ejercito y del gobierno pasaban junto a la carretera cada pocos minutos, algunos de ellos llevando medidores de radiacion; muchos de ellos llevaban tambien, sabia, fragmentos del aparecido. No era participe de lo que estaban averiguando. Basicamente, su presencia era tolerada, pero ahora que la conspiracion habia conseguido lo que virtualmente todo el mundo deseaba, aquellos directamente implicados, aunque no acusados, estaban siendo arrinconados. Chivos expiatorios podia ser un calificativo demasiado fuerte…, o no podia serlo.
Gilmonn maldijo sin ningun recato a Crockerman por haberles obligado a todos a un insostenible e ilegal complot de disimulos y conspiraciones.
Y mientras tanto, en las profundidades de la Tierra, lo que algunos —principalmente geologos— habian llamado «los trenes de carga» y otros «los proyectiles» avanzaban hacia su cita. Ya no podian ser rastreados, pero pocos dudaban de que todavia estaban alli. El final podia ser asunto de dias o de semanas.
Gilmonn entro por la portezuela de atras de la limusina y se sirvio un escoces con soda del pequeno bar.
—Tony —dijo, accionando lentamente entre los dedos de su mano derecha la manecilla del cristal de separacion—, ?donde deseas estar cuando ocurra?
El chofer no dudo.
—En la cama —dijo—. Jodiendo hasta quedar sin aliento, senor.
Habian hablado mucho durante el viaje desde Long Beach. Tony llevaba solo seis meses casado. Gilmonn