campana se consiguieron con las donaciones publicas para la conmemoracion del jubileo de la Reina.
Hombro: JUBILATE. DEO. OMNIS. TERRA.
Cintura: REFUNDIDA. EN. EL. ANO. DEL. JUBILEO. DE. LA. REINA. POR. JOHN. SASTRE. E. HINKINS. Y. B. BONNINGTON. VIGILANTES. DE. LA. IGLESIA.
Wimsey le dio vueltas a esta informacion durante un rato, aunque no saco ninguna conclusion. Las fechas, los pesos y las inscripciones, ?escondian algo que pudiera servir como guia para encontrar un tesoro enterrado? Se hablaba extensamente de
Era domingo por la manana. Cuando levanto la cabeza de los libros, oyo las campanas que anunciaban la misa matutina. Se fue corriendo al recibidor y se encontro con su anfitrion dandole cuerda al reloj de su abuelo.
– Siempre le doy cuerda cuando suenan las campanas del domingo por la manana -le explico el senor Venables-. Porque si no, me olvidaria. Me temo que no soy nada metodico. Espero que no se sienta obligado a ir a misa solo porque es nuestro huesped. Siempre les recalco a mis invitados que son libres de hacer lo que les parezca mejor. ?Que hora tiene? Las diez y treinta y siete, bueno, entonces, pondremos las manecillas a las once menos cuarto. Siempre se retrasa un cuarto de hora durante la semana y asi, avanzandolo un poco cada vez que le doy cuerda, conseguimos que a media semana vaya a la hora. Si recuerda que los domingos, los lunes y los martes va adelantado, los miercoles va a la hora, y los jueves, los viernes y los sabados va retrasado, podra fiarse de el.
Wimsey respondio que estaba seguro de eso y se giro y se encontro con Bunter a su lado, con el sombrero en una mano y dos volumenes con tapas de piel de oraciones en la otra.
– Ya ve, padre, que tenemos toda la intencion de ir a misa. En realidad, he venido preparado: himnos A y M. Espero que sea lo que necesitamos.
– Me he tomado la libertad de verificarlo de antemano, milord.
– Claro, Bunter, siempre lo haces. ?Que le pasa, padre? ?Ha perdido algo?
– Yo… eh… es muy extrano. Juraria que las habia dejado aqui. ?Agnes! ?Agnes, querida! ?Has visto las amonestaciones en algun lugar?
– ?Que sucede, Theodore?
– Las amonestaciones, querida. Las amonestaciones del joven Flavel. Se que las llevaba encima. Siempre las escribo en una hoja de papel, ?sabe, lord Peter? Es muy pesado cargar con el registro hasta el facistol. Pero ?donde…?
– Theodore, ?no estan encima del reloj?
– Querida, no creo que… ?Dios mio! Tienes razon. ?Como me ha podido pasar? Las habre dejado alli inconscientemente cuando he ido a coger la llave. Es muy extrano, pero el pequeno contratiempo esta solucionado gracias a mi mujer. Siempre sabe donde lo dejo todo. Creo que sabe mejor lo que pienso que yo mismo. Bueno, ahora debo irme a la iglesia. Me voy temprano porque tengo que hablar con el coro. Mi mujer les indicara cual es nuestro banco.
El banco de los Venables estaba convenientemente situado para observar toda la iglesia, se hallaba en la parte trasera de la nave norte. Desde alli, la senora Venables veia el porche sur, por donde entraba la congregacion, y al mismo tiempo controlaba con un ojo admonitorio a los ninos de la escuela que estaban en el pasillo norte y les fruncia el ceno a los que se giraban a echar un vistazo o hacian muecas. Lord Peter, que observaba placidamente a los que lo miraban de reojo, tambien vigilaba el porche sur. Habia una cara en particular que estaba ansioso por ver. Y, de hecho, alli estaba. William Thoday entro y, con el, una mujer delgada y austeramente vestida que iba acompanada de dos ninas pequenas. Supuso que debia de tener unos cuarenta anos, aunque, como suele suceder con las mujeres de los pueblos, casi se habia quedado sin dientes y parecia mayor. Sin embargo, aun pudo ver en ella la sombra de la elegante y bonita sirvienta que habia sido hacia dieciseis anos. Wimsey penso que tenia una cara honesta, aunque la expresion fuera tensa y casi inquieta; el rostro de una mujer que habia pasado malas epocas y que estaba a la expectativa, con una anticipacion nerviosa, del proximo golpe que la vida le tenia preparado. Posiblemente, ademas, estaba preocupada por su marido. No tenia buen aspecto. El tambien parecia que habia adoptado una actitud de defensa frente a la vida. Sus ojos preocupados iban de un lado a otro de la iglesia y luego volvian a posarse, con una curiosa mezcla de recelo y de afecto protector, en su mujer. Se sentaron inmediatamente enfrente del banco de los Venables, de modo que Wimsey, desde su rincon, podia observarlos sin tener que desviar la mirada. Sin embargo, tuvo la sensacion de que Thoday sentia su mirada escudrinadora y la evitaba. Por lo tanto, aparto la vista y la clavo en los angeles del techo, mas bonitos que nunca banados por aquella suave luz primaveral que entraba a traves de los cristales rojos y azules de las ventanas de la nave.
En el banco de los Thorpe solo habia un hombre derecho de mediana edad que, como le susurro la senora Venables al oido, era el tio de Hilary Thorpe que habia venido desde Londres. El ama de llaves, la senora Gates, y los demas sirvientes de la Casa Roja se sentaron en el pasillo sur. En el banco de delante de Wimsey habia un hombre robusto y bajo con un impecable traje negro que, como mas tarde le informo la senora Venables, era el senor Russell, el director de pompas funebres del pueblo y primo de Mary Thoday. La senora West, la encargada de la oficina de Correos, llego con su hija y saludo a Wimsey, a quien recordaba de su ultima visita, con una sonrisa y un gesto entre una reverencia y una inclinacion de cabeza. En aquel momento, las campanas cesaron de sonar, excepto la de los ultimos cinco minutos, y los campaneros bajaron de la torre para tomar asiento. La senorita Snoot, la profesora, choco con un voluntario, el coro salio de la sacristia haciendo mucho ruido con los zapatos con tachuelas y el parroco se situo tras el altar.
El servicio estuvo exento de incidentes, excepto cuando el senor Venables volvio a perder las amonestaciones, que el tenor del coro tuvo que ir a buscar a la sacristia y cuando, en el sermon, hizo una pequena y solemne alusion al desafortunado forastero cuyo funeral tendria lugar al dia siguiente. En ese punto, el senor Russell asintio con la cabeza con aire de importancia y aprobacion. El trayecto del parroco hasta el pulpito estuvo marcado por un fuerte crujido que hizo que la senora Venables dijera en un tono desesperado:
– Eso es el carbon, otra vez. Gotobed es muy descuidado.
Al final, Wimsey se vio abandonado con la mujer del parroco en el porche sur mientras los demas se saludaban.
El senor Russell y el senor Gotobed salieron juntos, charlando animadamente, y este ultimo presento a lord Peter.
– ?Donde lo van a poner, Harry? -pregunto el senor Russell, pasando rapidamente de la ceremonia a los negocios.
– En el lado norte, junto a Susan Edwards -contesto el sacristan-. Hicimos el agujero anoche. Quiza quiera verlo, lord Peter.
Wimsey mostro su interes en ver donde enterrarian al difunto y dieron la vuelta hasta el otro lado de la iglesia.
– Lo pondremos en un ataud de olmo -dijo el senor Russell, una vez hubieron admirado las dimensiones de la tumba-. Por derechos, deberia haber venido a la parroquia, ese es el trato, pero el parroco me dijo: «Pobre hombre. Pongamoslo en un lugar bonito, yo lo pagare». Y yo he cortado las maderas a la medida y asi nos evitaremos cualquier situacion desagradable. Obviamente, una procesion seria lo que le corresponderia, aunque no me lo piden muy a menudo y no se si la habria preparado a tiempo. Ademas, cuanto antes vuelva a estar bajo tierra, mejor. Y una procesion implica un trabajo muy duro para los portadores. Lo llevaran seis hombres, porque no queremos dar una imagen de falta de respeto hacia el difunto, asi que le he dicho al parroco: «No, senor. La vieja carretilla, no. Deben llevarlo seis hombres, como a cualquiera de nosotros». Y el parroco ha estado de acuerdo conmigo. ?Ah! Me atreveria a decir que vendra mucha gente al entierro y no me gustaria que pensaran que lo hemos hecho a desgana o sin cuidado.
– Me parece bien -comento el senor Gotobed-. Me he enterado de que va a venir un grupo de St Stephen en el camion de John Brownlow. Para ellos sera un espectaculo bastante raro.
– El parroco ha mandado una corona -continuo el senor Russell-, y la senorita Thorpe, otra. Y habra muchas