dejado tal como le habia dicho. Siempre me ha parecido que Johnson es un hombre muy serio y formal en lo que al trabajo se refiere y lo considero de total confianza. Me describio exactamente donde habia puesto cada corona, y estoy segura de que lo hizo como lo dijo. Pero, en cualquier caso, al dia siguiente se lo pregunte al senor Gotobed y el me dijo lo mismo.
«Claro que lo hizo -penso el senor Blundell-. Yo, en su lugar, habria hecho lo mismo. Si pudiera evitarlo, jamas le crearia problemas a un tipo con esta gata vieja».
– Comprendera mi sorpresa cuando, al dia siguiente, despues de la misa matinal, fui a ver si todo estaba en orden y me encontre que la corona de la senora Coppins estaba, no a un lado, donde deberia haber estado, sino encima del feretro, como si ella fuera alguien importante, y la mia estaba tirada en un rincon tapada, donde nadie podia ver ni la tarjeta. Como usted comprendera, me enfade muchisimo. No es que me importara donde habia ido a parar mi pequeno tributo, porque eso no tiene ninguna importancia, ademas la intencion es lo que cuenta. Estaba tan indignada por la insolencia de esa mujer, y todo porque un dia me parecio necesario comentarle el comportamiento de sus hijos en la oficina de Correos. Huelga decir que solo recibi de ella impertinencia.
– Eso ocurrio el 5 de enero, ?no es cierto?
– Fue a la manana siguiente del funeral, que era, como dice usted, el domingo 5 de enero. No la habria acusado si no hubiera tenido pruebas. Hable con Johnson otra vez y tambien hice algunas averiguaciones sobre Gotobed, y los dos estaban seguros de la posicion en que habian quedado las coronas la noche anterior.
– ?Y no es posible que fueran los ninos de la escuela que hubieran ido a jugar alli?
– Podria creer cualquier cosa de ellos. Siempre estan haciendo travesuras, y ya me he tenido que quejar varias veces a la senorita Snoot, pero en este caso el insulto era muy directo. Iba obvia y definitivamente dirigido a mi, y venia de esa mujer tan vulgar. De donde le vienen esos aires a la mujer de un simple granjero, no lo se. Cuando yo era pequena, la gente del pueblo sabia cual era su lugar.
– Cierto. Y estoy seguro de que todos eramos mucho mas felices entonces. Asi, senora, ?noto alguna otra cosa extrana aparte de esta?
– Y creo que ya fue bastante -respondio la senora Gates-. Desde entonces mantuve bien abiertos los ojos y, si hubiera sucedido algo similar, lo habria denunciado a la policia.
– Bueno -dijo el comisario levantandose para irse-. Ya ve, al final el tema ha llegado a nuestras manos. Hablare con la senora Coppins, y le garantizo que no volvera a suceder.
«?Vaya! ?Que vieja tan pesada! -penso el comisario mientras caminaba por la avenida bastante maltrecha a la sombra de los castanos de Indias recien plantados-. Supongo que tendre que hablar con la senora Coppins».
La senora Coppins era facilmente reconocible: una mujer menuda, con cara de bruja, el pelo claro y un par de ojos que presagiaban el caracter que escondia.
– Bueno -dijo-, la senora Gates tuvo la cara dura de decir que fui yo. Como si yo no tuviera mas trabajo que ir a mover su minusculo tributo. Se cree que es una dama. Ninguna dama de verdad perderia el tiempo pensando donde estaba o donde dejaba de estar su corona. ?Hablarme de ese modo a mi, como si yo fuera una perdida! ?Por que no ibamos a regalarle a lady Thorpe la mejor corona que pudieramos permitirnos? ?Ah! Era una mujer muy buena, una dama de verdad, y ella y sir Henry se portaron muy bien con nosotros cuando empezamos con esta granja. No es que estuvieramos atravesando por una epoca dificil, porque el senor Coppins siempre ha sido muy cauteloso, pero en aquel momento fue una cuestion de capital, y no habriamos podido aprovechar la ocasion si no hubiera sido por sir Henry. Obviamente, se lo devolvimos, y con intereses. Sir Henry dijo que no queria ningun interes, pero el senor Coppins insistio. Si, el 5 de enero, eso es, y estoy segura de que ninguno de mis hijos tuvo nada que ver con ese asunto, porque se lo he preguntado. No es que mis hijos vayan haciendo esas cosas por ahi, pero ya sabe como son los ninos. Ademas, es muy cierto que su corona estaba la noche anterior donde ella dice, porque vi con mis propios ojos como Harry Gotobed y el chofer la ponian alli, y ellos le diran lo mismo.
Y asi se lo dijeron al comisario, despues de lo cual, la unica respuesta posible parecian los ninos de la escuela. En este punto, el senor Blundell busco la ayuda de la senorita Snoot. Afortunadamente, la senorita Snoot no solo estaba segura de que ninguno de los chicos estaba involucrado en el asunto («porque se lo pregunte a todos uno a uno, comisario, y me aseguraron que ellos no habian sido; ademas, el unico del que podia tener dudas es Tommy West y esos dias tenia el brazo roto porque se cayo de una verja»), sino que ademas contribuyo de un modo muy valioso e inesperado a determinar la hora en que debio cometerse la fechoria.
– Aquella noche teniamos ensayo con el coro y, cuando acabamos, sobre las siete y media aproximadamente, habia dejado de llover un poco y pense que podria acercarme a la tumba de mi querida lady Thorpe y volver a despedirme de ella; asi que me acerque hasta alli con mi linterna y recuerdo perfectamente haber visto la corona de la senora Coppins apoyada a un lado del feretro, porque pense que lucia muy bonita y que era una lastima que la lluvia la echara a perder.
El comisario se quedo satisfecho. Le costaba creer que la senora Coppins, o cualquier otra persona, hubiera salido la noche de un sabado gelido para mover la corona de la senora Gates. Seguramente era mucho mas razonable que lo que habia provocado el malentendido fuera el entierro del cadaver, y eso reducia las posibilidades de la hora del sacrilegio a algun momento entre las siete y media del sabado por la tarde y las ocho y media del domingo por la manana. Le dio las gracias a la senorita Snoot y, mirando el reloj, penso que todavia tenia tiempo para ir a ver a Will Thoday. Estaba casi seguro de que Mary estaria en casa y, con suerte, quiza tambien coincidiria con Will, que habria vuelto a casa a comer. Paso por delante de la iglesia. Condujo despacio y, cuando miraba el cementerio al pasar, vio a lord Peter Wimsey sentado de un modo reflexivo, aparentemente meditando entre las tumbas.
– ?Buenos dias! -grito el comisario, alborozado-. ?Buenos dias, milord!
– Hola -respondio Wimsey-. Venga un momento. Justo el hombre que queria ver.
El senor Blundell aparco el coche junto a la verja, salio quejandose (porque se habia engordado y le costaba) y avanzo por el camino.
Wimsey estaba sentado en una gran lapida y en las manos llevaba lo ultimo que el comisario se habria imaginado: un gran carrete de sedal al cual, del modo curioso y torpe aunque limpio y metodico del pescador, lord Peter estaba atando una pieza muy gruesa decorada con anzuelos salmoneras.
– ?Hombre! -dijo el senor Blundell-. Es un poco optimista, ?no cree? Por aqui solo hay pesca ordinaria.
– Muy ordinaria -dijo Wimsey-. Mientras usted hablaba con la senora Gates, ?donde cree que estaba yo? En el garaje, incitando a nuestro amigo Johnson a robar. Del estudio del senor Henry. ?Chist! ?Ni una palabra!
– Hacia muchos anos que no iba a pescar, el pobre -comento el senor Blundell con compasion.
– Bueno, mantenia los avios de pesca ordenados como si fuera cada dia -dijo Wimsey haciendo un nudo muy complicado y apretandolo con los dientes-. ?Esta ocupado o tiene tiempo para ver una cosa?
– Iba a casa de los Thoday, pero no hay ninguna prisa. Ademas, yo tambien tengo noticias.
Wimsey escucho atentamente la historia de las coronas.
– Me parece bien -dijo.
Se metio la mano en el bolsillo, saco un punado de pesos de plomo y clavo algunos a la pieza con los anzuelos.
– ?Que pretende pescar con eso? ?Una ballena?
– Anguilas.
Sostuvo el sedal con la mano y anadio otro peso de plomo.
El senor Blundell, sospechando algun tipo de sorpresa, lo observaba en silencio.
– Esto servira -dijo Wimsey-, a menos que las anguilas naden mas profundo de lo que alcanza este cayendo en picado. Ahora venga conmigo. Le he pedido las llaves de la iglesia al parroco. No sabia donde las habia dejado, como siempre, pero al final aparecieron entre las cuentas del Club de Costura.
Se dirigio hacia el arcon que estaba debajo de la torre y lo abrio.
– He estado hablando con nuestro amigo Jack Godfrey. Un tipo muy agradable. Me ha dicho que cambiaron todas las cuerdas en diciembre. Habia una o dos un poco gastadas y no querian correr ningun riesgo para el carrillon de Ano Nuevo, asi que las cambiaron todas, listas son las viejas, que las guardan por si pasara algo con las nuevas. Muy bien enrolladas y guardadas. Esta tan grande es la de