sabido algo de el ultimamente?

– La semana pasada recibimos una postal suya desde Hong Kong -dijo Mary-, pero no decia gran cosa. Solo que estaba bien y enviaba un beso para las ninas. En este viaje no ha enviado mas que postales, y debe estar realmente ocupado, porque es un hombre de escribir cartas casi cada dia.

– Quiza vayan cortos de personal -comento Will-, Ademas, en ese trabajo ahora atraviesan una epoca de preocupacion, porque temen no tener suficiente carga y no poder cumplir. Supongo que es por esta dichosa depresion.

– Si, claro. ?Cuando esperan que vuelva?

– Que yo sepa, no va a venir en una temporada -respondio Will. El comisario lo miro muy serio, porque le parecio detectar un tono casi de satisfaccion en la respuesta-. Quiero decir, que si el comercio esta bien, no podra. Vera, su barco no realiza lineas regulares. Va donde haya mercancias, como lo llaman ellos, de un puerto a otro donde haya algo que recoger.

– ?Ah! Ya lo entiendo. ?Como se llamaba el barco?

– Hannah Brown. Forma parte de la flota de Lampson & Blake de Hull -explico la mujer-. Si le pasara algo al capitan Woods, le darian el mando a Jim, ?verdad, Will?

– Eso dice el -contesto Will muy secamente-. Aunque yo no contaria con nada en estos dias.

El contraste entre el entusiasmo de la mujer y la falta de este del hombre era tan evidente que Blundell extrajo sus propias conclusiones.

«De modo que Jim ha estado creando problemas entre ellos, ?no? -penso Blundell-. Eso explica muchas cosas. Aunque no me ayuda demasiado. Sera mejor que cambie de tema».

– Asi que no vio nada raro en la iglesia aquella noche, ?no es cierto? -dijo-. ?Luces que se movian? ?Nada de eso?

– No me movi del lado de la cama de Will en toda la noche -respondio la senora Thoday mirando insegura a su marido-. Estaba tan enfermo que si le hubiera dejado un minuto, habria empezado a desvestirse y a querer levantarse. Ademas, cuando no estaba preocupado por el carrillon, pensaba en el viejo problema… ya sabe.

– ?El asunto Wilbraham?

– Si. Estaba muy confundido pensando que… que… que se estaba celebrando aquel horrible juicio y que tenia que estar a mi lado.

– ?Ya basta! -grito Thoday de repente empujando el plato con tanta violencia que el cuchillo y el tenedor cayeron encima de la mesa-. No quiero que te preocupes por eso nunca mas. El tema esta muerto y enterrado. Si me vino a la cabeza cuando no las tenia todas, no pude evitarlo. Pero Dios sabe que yo seria el ultimo a recordarte ese episodio si pudiera evitarlo. Deberias saberlo.

– No te estoy echando la culpa a ti, Will.

– Y no quiero que vuelva a tratarse el tema bajo mi techo nunca mas. ?Que pretende al venir a preocuparla de este modo, senor Blundell? Ya le ha dicho que no sabe nada de ese tipo que aparecio enterrado, y con eso esta todo dicho. Lo que haya podido hacer o decir cuando he estado enfermo no le importa a nadie.

– Ni lo mas minimo -admitio el comisario-. Siento mucho que haya salido el tema. Bueno, no los entretengo mas. No pueden ayudarme y ya esta. No voy a decirles que no es una decepcion, pero el trabajo de un policia esta lleno de decepciones, y debemos ver siempre el lado positivo de las cosas. Me voy y dejo que sus hijas entren a tomar el te con ustedes. Por cierto, ?que le ha pasado al loro?

– Lo hemos encerrado en la otra habitacion -respondio Will, con mala cara-. Le ha dado por gritar y escupirle a la gente en la cabeza.

– Eso es lo peor de los loros -opino el senor Blundell-. Pero es un gran charlatan. Jamas he oido uno igual.

Les dio las buenas noches y se fue. Las dos ninas Thoday, que durante toda la conversacion sobre asesinatos y entierros, poco apropiada para su sexo y temprana edad, habian estado jugando fuera, corrieron a abrirle la puerta.

– Buenas noches, Rosie -dijo el senor Blundell, que nunca olvidaba un nombre-. Buenas noches, Evvie. ?Como os va la escuela?

Sin embargo, con la voz de fondo de la senora Thoday llamandolas a tomar el te, el comisario solo recibio una breve respuesta.

El senor Ashton era un granjero de los de antes. Igual podria haber tenido cincuenta anos, que sesenta o setenta. Hablaba con una voz aspera, y se mantenia tan erguido que si se hubiera tragado un atizador, solo podria haber provocado indecorosas curvas y flexiones en su figura. Wimsey, mirandole de reojo las manos, con los dedos nudosos, concluyo que ese aspecto rigido era mas debido a la artritis cronica que a la austeridad. Su mujer era considerablemente mas joven que el; le sobraban los kilos donde a el le faltaban, era alegre mientras que el, sombrio; y habladora mientras que el siempre respondia con monosilabos. Acogieron con mucho carino a lord Peter y le ofrecieron un vaso de vino de primula casero.

– Ya no queda mucha gente que lo haga -dijo la senora Ashton-. Pero es la receta de mi madre y siempre digo que, mientras pueda, lo seguire haciendo. No soporto esos liquidos horribles que venden en las tiendas. Solo sirven para destrozarte el estomago y provocarte gases.

– Ugh -dijo el senor Ashton, asintiendo.

– Estoy de acuerdo con usted, senora Ashton -afirmo Wimsey-. Este vino es excelente. -Y lo era-. Otra amabilidad por la que tengo que darles las gracias.

Y luego les expreso su gratitud por la ayuda que le habian prestado con el coche a principios de enero.

– Ugh -repuso el senor Ashton-. Un placer, no es nada.

– Pero siempre oigo que el senor Ashton esta ayudando aqui y alla -continuo Wimsey-. Creo que he oido que fue usted el buen samaritano que recogio al pobre William Thoday en Walbeach el dia que se puso enfermo.

– Ugh -repitio el senor Ashton-. Fue una suerte que lo vieramos. ?Ugh! Hacia mal tiempo para un hombre enfermo. ?Ugh! Esta gripe es muy peligrosa.

– Horrorosa -comento su mujer-. Pobre hombre. Cuando salio del banco iba dando tumbos. Le dije al senor Ashton: «Mira que mala cara tiene Will. Estoy segura de que no esta en condiciones de conducir hasta casa». Y asi fue porque, cuando no habiamos recorrido ni un kilometro a la salida de la ciudad, vimos su coche que habia volcado, estaba apoyado sobre un lateral, y Will estaba alli bastante indefenso. Gracias a Dios que no cayo al sumidero y se mato. ?Y con todo ese dinero encima! Dios mio, Dios mio. Habria sido una perdida terrible. Estaba indefenso y desorientado, contando los billetes y tirandolos al suelo. Yo le dije: «Venga, Will, guardate los billetes en el bolsillo y tranquilizate, que nosotros te llevaremos a casa. Y no te preocupes por el coche; por el camino pararemos en casa de Turner y le diremos que lo recoja el proximo dia que venga a Fenchurch. Lo hara encantado, y podra volver con el autobus». Asi que se subio a nuestro coche y lo llevamos a su casa. Y estuvo muy enfermo, mucho. En la iglesia rezamos por el durante dos semanas.

– ?Uf! -exclamo el senor Ashton.

– Lo que no puedo entender es por que salio con ese mal tiempo -continuo la senora Ashton-. Ademas, no era dia de mercado y sabia que nosotros teniamos que ir a Walbeach igualmente, porque el senor Ashton debia ver al abogado para el alquiler de los Giddins, y si Will hubiera querido que hicieramos alguna gestion, nosotros la habriamos hecho encantados. Incluso si era en el banco, podria haber confiado en nosotros. No es que el senor Ashton no pudiera encargarse de doscientas libras, o dos mil, para el caso da igual. Pero Will Thoday siempre ha sido muy reservado con sus cosas.

– ?Querida! -exclamo el senor Ashton-. ?Ugh! Quiza eran asuntos de sir Henry. Es logico que, si no se trata de asuntos propiamente suyos, sea reservado.

– ?Y desde cuando, que yo sepa, la familia de sir Henry tiene dinero en los bancos de Londres e Inglaterra oriental? -respondio la senora Ashton-. Sin mencionar que sir Henry jamas fue tan desconsiderado como para enviar a un hombre enfermo a resolver sus asuntos en medio de una nevada horrible. Ya te he dicho antes que no me creo que esas doscientas libras tengan nada que ver con sir Henry, y un dia de estos veras que tengo razon, como siempre, ?o no?

– ?Uf! Hablas demasiado, Maria, y seguro que en algo tienes razon. Seria raro que no fuera asi; siempre llevas la razon. ?Ugh! Pero no tienes por que entrometerte en los asuntos de dinero de Will. Deja que se ocupe el.

– En eso tienes razon tu -admitio la senora Ashton afablemente-. A veces hablo mas de la cuenta, lo admito.

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